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Julio César Castillo Ortiz

Mis experiencias en la oración

En la relación con nuestro Padre Celestial, he descubierto las maravillas de acceder a su divina presencia. Cuando recurrimos a Él, nuestra jornada, rutina y la vida misma es distinta. La oración al Padre, en el nombre de su Hijo Jesucristo, es el medio ideal para desatar sobre nuestra vida y de las personas que nos rodean, bendiciones abundantes.

Pero, ¿qué es orar? Podría parecer un término del cual se habla mucho, pero se practica muy poco. Orar, estimado amigo, es hablar con Dios. “No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús”, escribe Pablo en su carta a los Filipenses. El apóstol expresa ello, porque está consciente, por su experiencia en la oración, que no vale la pena angustiarse o afanarse por nada en este mundo, porque en la oración hacia nuestro Padre, tenemos todo lo que necesitamos.

Hoy por hoy, puedo asegurarles que nadie puede considerarse un gran orante ante Dios, pues el único que puede hacer que nuestros ruegos, súplicas o alabanzas alcancen gracia ante nuestro Padre, es el Espíritu Santo, cuando se invoca con amor, pues Él es maestro por excelencia en la oración, y nos lleva de la mano hacia la presencia de nuestro Señor.

Tampoco pretendo manifestar que tengo algún favoritismo o privilegio ante Dios, pues todos tenemos acceso al trono de la Gracia, por medio de la fe en Cristo Jesús, es por ello, que me animo a escribir sobre la oración, porque en ella, podemos descubrir el poder ilimitado de Dios, que se manifiesta en quienes le buscan con amor.

Este año cumplo veinte años de haber rendido mi vida a nuestro Señor Jesucristo, y en todo este tiempo, mi experiencia en la oración jamás se ha basado en algún mérito humano en el cual me haya destacado, es decir, no es por mis obras que la oración funciona, sino por mi fe y confianza genuina en nuestro Señor Jesucristo. Si hoy tendría que revelar un secreto para que nuestras oraciones sean agradables a Dios, es que amemos y confiemos plenamente en su Hijo Jesucristo y nos aferremos a su Espíritu Santo con amor.

Gracias a la fe, que para mí, es la confianza plena en el hombre que fue a la cruz del calvario para salvarnos, es que he sido testigo de las señales milagrosas que siguen a quienes creen fielmente en Jesús. En mi caminar con Él, he sido testigo alrededor de América Latina y los Estados Unidos, cómo personas reconocen que con una sola oración su vida fue transformada; la vida de jóvenes que se encontraban sin esperanzas en una cárcel fue reconfortada con una humilde súplica al Señor; así como una sencilla oración de fe, pudo darle la sanidad a una mujer que batallaba con el cáncer.

Mis ojos han sido testigos de cómo grandes empresarios, “con todo los recursos materiales en sus manos”, se han declarado necesitados del amor y la paz que solo ofrece Cristo.

Entonces, ¿cómo no creer en los signos milagrosos que prometió Jesús? “Y estas señales seguirán a los que creyeren: en mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; quitarán serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les dañará; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán”, nos asegura Jesús en el evangelio de Marcos.

“Por tanto, acerquémonos con confianza al trono de la gracia para que recibamos misericordia, y hallemos gracia para la ayuda oportuna”, es la invitación que nos hace el apóstol Pablo, ya que el ser humano perece por su lejanía de Dios. Mi invitación en esta ocasión es que encontremos en la oración, el poder ilimitado de nuestro Señor, porque Jesús es real y está vivo.

El autor es Presidente de la Asociación Cristiana Jesús está Vivo.

Opinión experiencias Fe oración archivo
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