Uno de los momentos más vergonzosos de la vida de Jennifer Ortiz fue frente a las cámaras. Ha trabajado en televisión y prensa escrita. Fue editora de la revista Nosotras. No puede salir de su casa sin su cartera, es adicta al trabajo y no tener el control de las cosas la pone nerviosa.
¿Qué comida no puede rechazar?
Ninguna que traiga masa. Me encanta el nacatamal, sopa con albóndigas, indio viejo.
¿Ha tenido experiencias con fantasmas?
He tenido experiencias sobrenaturales… No sé si lo soñé o fue real, pero levité.
¿Un apodo?
De chiquita mi papá me decía “Conejo”. Decía que tenía las orejas grandes y los dientes también.
¿Tiene alguna manía o hábito extraño?
A veces trabajo demasiado. Tengo adicción al trabajo.
¿Cuál es su primer recuerdo?
Mi mamá negándome una pacha y mi papá regañándola por eso.
¿Tiene algún talento oculto?
Creo que tengo muchos talentos ocultos. Me gustan mucho las artes manuales, dibujar, pintar y escribir poesía.
¿Qué la pone nerviosa?
No tener el control. Cuando mi esposo va manejando siento que va a chocar en cualquier momento.
¿En qué película le hubiera gustado actuar?
Me encanta la comedia. Tal vez con Cantinflas. Tengo un lado gracioso que pocos conocen.
Si pudiera escoger a cualquier persona en el mundo, ¿a quién invitaría a cenar?
A Tony Robbins.
¿Sin qué cosa no puede salir de su casa?
Mi cartera. Aunque no ande nada bueno en ella, siento que no llevo un brazo o una pierna si no la llevo.
¿Un momento vergonzoso?
Una vez al aire, habíamos pasado una transmisión ininterrumpida y yo ya no aguantaba la voz. El camarógrafo seguía grabando, ya no hallaba qué hacer, empecé a toser, me quedé sin voz y dije: corten.
¿Hasta qué edad creyó en Santa Claus?
Creo que hasta los 10 años. Fue una experiencia traumática cuando me di cuenta. Lloré, lloré. Me sigo poniendo triste con el recuerdo.
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