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Francisco Xavier Aguirre Sacasa

Desempeño macroeconómico, tomo II

El 9 de octubre, La Prensa publicó un artículo de opinión mío analizando el desempeño macroeconómico de Nicaragua durante la década 2007-2016. Mi análisis concluyó que durante este período nuestro crecimiento económico, medido en términos de ingreso per cápita, fue el más robusto en nuestra historia moderna, superando incluso el experimentado durante 1960-1975, los “años dorados” de la Era Somocista.

Este escrito despertó cierto interés juzgando por otros artículos que La Prensa publicó con relación al mismo tema y por comentarios y preguntas que recibí directamente de lectores de La Prensa. Esta reacción me ha motivado a escribir este segundo ensayo sobre el mismo tema. En él abordo detalles que no incluí en el primer ensayo por limitaciones de espacio.

Una de las preguntas que recibí fue ¿cómo se compara el ingreso per cápita de US$700 que Nicaragua alcanzó en 1975 con nuestro ingreso per cápita actual? La respuesta es que esos US$700 estaban muy por encima de los US$2,100 que tenemos ahora. Esto se explica porque los US$700 de 1975 equivalen a aproximadamente US$3,200 de hoy día cuando los ajustamos por la inflación. O sea que los nicaragüenses gozábamos de un ingreso per cápita aproximadamente 50% mayor en 1975 que hoy.

Otro amigo me preguntó ¿cuánto tiempo nos tomaría alcanzar el ingreso per cápita real que teníamos en 1975 si siguiéramos creciendo al ritmo actual? La respuesta es aproximadamente ¡13 años! Esta última cifra demuestra lo catastrófico que fueron para Nicaragua los años ochenta y seguramente explican el por qué algunos opinan que Nicaragua debe de crecer a un ritmo muy por encima del 4,2 por ciento que promediamos durante la última década.

Otra manera —menos desalentadora, por cierto— de ver la misma realidad es comparar nuestro ingreso per cápita de ahora con los US$220 a que habíamos caído en 1991. De nuevo, ajustando la cifra de 1991 para inflación, esta sería equivalente a US$400. Visto de esta manera, nuestro actual ingreso per cápita es más de cinco veces mas alto que en 1991 y demuestra lo mucho que hemos recuperado del desplome que nos ocasionó el derramamiento de sangre, destrucción y pobre manejo económico que vivimos durante la revolución y la década devastadora que fueron los años ochenta. Y mucha de esa recuperación, hay que admitirlo, se ha dado desde 2007 hasta el presente. Durante esta última década, por ejemplo, la inversión directa privada fue muy por encima de lo que fue durante los cinco años de la administración de don Enrique Bolaños.

Otra pregunta fue ¿Cuán rápidamente podrá Nicaragua dejar de ser el segundo país más pobre del subcontinente latinoamericano? La respuesta es que con el crecimiento actual, podríamos sobrepasar a Honduras en ingreso per cápita en aproximadamente cinco años. Recordemos que nuestro ingreso per cápita se había desplomado al 60% del de nuestra vecina del norte en 1991 y el volver a superar a Honduras en cinco años revela, de nuevo, nuestros recientes adelantos.

Algunos argumentan que nuestro desempeño económico desde 2007 se debe a los favorables “vientos de cola” que hemos tenido durante la última década, insinuando que el ambiente mundial reciente ha sido más favorable que el de 1960-1975. Discrepo con esta apreciación. Sin restarle mérito a los logros de los sesenta y setenta, estos coincidieron con años buenos para la economía global y, especialmente, para Estados Unidos, Alemania Occidental y Japón, todos importantes socios comerciales nuestros en ese entonces. El desempeño económico de los dos últimos países fue especialmente fuerte ya que estaban en plena reconstrucción después de la Segunda Guerra Mundial. En comparación, la última década coincidió, con la Gran Recesión norteamericana de 2007 y a la débil recuperación mundial después de dicha recesión. Si sumamos a esto los altos precios del petróleo, el desempeño nicaragüense ha sido realmente notable. Él que lo duda solo tiene que comparar nuestro crecimiento reciente con lo ocurrido en el resto del subcontinente latinoamericano que el año pasado sufrió una contracción.

Sólo me queda un último punto. ¿Cuán realista es lograr crecer a un siete u ocho por ciento, como algunos sugieren? Por la frágil situación mundial y amenazas geopolíticas que el planeta enfrenta, lo veo poco probable.

Dicho esto, sin embargo, creo que está bien fijar metas ambiciosas. ¡Aspirar a lo mejor es bueno! Pero a como observó el presidente estadounidense Teodoro Roosevelt a comienzos del siglo XX, “está bien soñar con alcanzar las estrellas, pero hay que tener los pies firmemente planteados en la realidad del suelo”. Aplicando este pensamiento a nuestra realidad, en lugar de hablar de mega obras quijotescas como la construcción de un gran canal interoceánico, hay que enfocarse en proyectos transformadores y rentables como la costanera, el riego de zonas secas con aguas del Gran Lago, un proyecto de generación de electricidad grande quemando mineral de carbón y un puerto en la costa del Caribe. Insisto en estos proyectos porque pueden ser rentables y costarían una fracción de lo que implica el canal y no lastimarían a nuestra soberanía. Por otro lado, debemos continuar con un manejo responsable de nuestra macroeconomía como el que hemos tenido; eliminar distorsiones como las altas tarifas de electricidad, no sólo para grandes empresas sino que también para consumidores residenciales; y mejorar aún más nuestro clima de inversiones, sobretodo evitando caer en situaciones como el retroceso en nuestra gobernabilidad política que nos amenazan con la aplicación de sanciones como la Nica Act por parte de nuestro principal socio comercial, los Estados Unidos.

La formula que ofrezco en el párrafo anterior nace del sentido común, es el mejor antídoto para nuestro subdesarrollo y es lograble. Comandante Ortega, empresarios, forjadores de opinión pública, compatriotas: ¡manos a la obra!

El autor fue Director del Banco Mundial.

Opinión desempeño macroeconómico Economía archivo
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