Esta Serie Mundial será siempre un hecho presente que el tiempo no desgastará. El drama permanecerá en el recuerdo y tendrá sabor a gloria para los Astros y a desamor para los Dodgers.
El equipo construido para enfrentar todo tipo de obstáculos, se mantuvo firme hasta el final. Nunca perdió la compostura, ni siquiera cuando los vientos le fueron contrarios y se apuntó una víctima ilustre.
La combatividad fue el gran soporte de los Astros, que desplegaron su instinto devastador y con ello compensaron incluso los tropiezos y vacilaciones de sus lanzadores.
La explosividad de José Altuve, George Springer, Carlos Correa, Marwin González y Yulieski Gurriel nunca tuvo antídoto y cuando uno de ellos fallaba, Bregman tomaba la estafeta, pero jamás los silenciaron a todos.
El equipo que demostró tener todo el equipaje para convertirse en campeón desde el principio, hizo la maniobra del año al adquirir al carabinero Justin Verlander, quien dio el empujón que faltaba.
Fue realmente una travesía admirable la de los Astros, quienes tras dejar en el camino a Boston y Yanquis, pasaron encima de los Dodgers, el favorito para vencer, de acuerdo a los expertos.
Y ofrecieron una estupenda Serie Mundial, cargada de drama y angustia, que atrapó la atención de todos, gracias a su prodigiosa capacidad para generar emoción en todo instante.
Ahora es momento para celebrar en Houston, ciudad que ha esperado sin perder el aliento durante 55 años. Los Dodgers tendrán que seguir intentándolo, al menos otra campaña. La número 30.
Ya habrá tiempo para los análisis y consideraciones técnicas, por ahora no queda más que apreciar el esfuerzo y la victoria de los Astros, un equipo construido para hacer lo que hizo este miércoles.
Ciertamente, ahora sí lucen como Astros y han decidido iluminar el planeta beisbol, mientras se ganan la admiración mundial por esa terquedad para luchar sin un instante de desaliento.