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templos vivos, Dios, Jesús, Iglesia Católica
Óscar Chavarría

La gente buena

Una realidad que no podemos obviar es que por esta tierra ha pasado y pasará mucha gente buena, muchos santos que nos invitan a seguir el camino por el que ellos pasaron.

Los santos son personas que han tenido en su vida como único absoluto, no al dinero ni al poder que corrompen, sino a Dios y a los hombres, sus hermanos. Se han hecho pobres con los pobres y han sentido más alegría en servir que en ser servidos, en dar y darse que en recibir. A esta gente buena Jesús les llama “bienaventurados porque son pobres” (Mt. 5,3). Han tenido una idea tan grande de todo ser humano que han ofrecido su vida al servicio de todos y se han sentido felices haciendo felices a los demás. A esta gente buena que ha luchado para dignificar a los que tenían su dignidad por los suelos, Jesús les llama “bienaventurados porque son mansos” (Mt. 5,4).

Los santos se han mantenido fieles a Dios y a la causa de los hombres, a pesar de cualquier sufrimiento y dolor que hayan tenido. Han sufrido con el llanto y el dolor de los otros, como si ese llanto y dolor hubiera sido el propio. A esta gente buena Jesús les llama “bienaventurados porque han sabido llorar con los que lloran” (Mt. 5,5). Han luchado para que la justicia brillara en este mundo y, de una manera especial, a favor de los pobres y desprotegidos. A este gente buena Jesús les llama “bienaventurados porque han tenido hambre de justicia” (Mt. 5,6).

Los santos han puesto su corazón en la miseria padeciendo y sufriendo con los que padecen y sufren, siendo voz de los que no tienen voz y dando esperanza a quienes se les hace imposible tenerla. A esta gente buena Jesús les llama “bienaventurados por su gran misericordia” (Mt. 5,7). Han tenido un corazón limpio y sincero, un buen corazón, sin falsedades ni mentiras ni hipocresías. Han caminado por este mundo con los ojos levantados, siendo honrados ante Dios y ante los hombres, transparentes y honrados en todo momento. A esta gente buena Jesús les llama “bienaventurados porque han tenido un corazón siempre limpio” (Mt. 5,8).

Los santos nunca se han impuesto por la fuerza a los demás, han vivido en comunión con Dios y con los hombres. Su ilusión ha sido siempre vivir y convivir en paz y armonía, su lucha ha sido una lucha constante a favor de la paz y su meta hacer posible que todo ser humano gozara del don de la paz. A esta gente buena Jesús les llama “bienaventurados porque siempre han sido sembradores de paz” (Mt. 5,9). No se han dejado llevar por las cadenas del miedo ni del qué dirán. Han preferido ser perseguidos antes que ser traidores a Dios y a los hermanos. Han luchado en este mundo para quitar y romper cruces, a pesar de ser conscientes de que por ello podían venirles la persecución y la misma cruz. No se han echado para atrás, cuando las cruces se les hacían presentes. A esta gente buena Jesús les llama “bienaventurados porque han sido fieles hasta la misma cruz” (Mt. 5,10).

Ha habido, hay y habrán muchos santos, mucha gente de buen corazón. La mayoría de ellos no han sido canonizados ni reconocidos como tales por la Iglesia ni les ha hecho falta ni lo han buscado. Son gente desconocida; pero es la gente que nos anima a todos a seguir por el camino que ellos siguieron para que este mundo en el que reina la cizaña cambie y, por encima de la cizaña, reine el buen trigo que haga posible el que todos seamos felices y más bienaventurados. Por eso, el educador griego Isócrates decía: “No te contentes con alabar a las gentes de bien, ¡imítalas!”.

El autor es sacerdote.

Opinión Dios Santos archivo
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