Cincuenta años después de que fuera galardonada con el Rómulo Gallegos, varios expertos se han reunido para analizar la trascendencia de la novela La casa verde, a la que han calificado como “un hito” de la literatura y “un clásico muy vivo”, en un coloquio al que ha asistido su autor, Mario Vargas Llosa.
La casa verde representaba para Vargas Llosa (Arequipa, 1936) “la búsqueda de la novela total”, algo que el Nobel de Literatura consiguió “con creces”, según el director de la Cátedra Vargas Llosa, J.J. Armas Marcelo, que ha moderado una mesa redonda celebrada esta tarde en Casa de América.
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Durante el encuentro, al que ha asistido como oyente el escritor peruano, diferentes expertos han analizado la vigencia, la trascendencia y el contexto de una obra que coinciden en calificar como una de las más importantes dentro de la obra de Vargas Llosa.
“Una de las más grandes” de la literatura universal
Con él están de acuerdo el crítico literario Fernando Rodríguez Lafuente y Carmen Ruiz Barrionuevo, catedrática de Literatura Hispanoamericana de la Universidad de Salamanca, que ha descrito la novela -la segunda del peruano- como “un hito” y como “una de las más grandes” de la literatura universal.
“Dentro de la obra de Vargas Llosa, creo que La casa verde es el corazón de sus tinieblas”, ha añadido Armas Marcelo, que también ha alabado ese trabajo que resulta “clave” para conocer la narrativa del autor de La ciudad y los perros
Ruiz Barrionuevo, que duda que ahora la obra se pueda leer “con la misma efervescencia” de lectura que en el año de su publicación (1966) ha destacado el hecho de que sí pueda “leerse y disfrutarse como una historia”, a pesar de que, como apunta Rodríguez Lafuente, es un texto de carácter experimental “de tremenda complejidad”.
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En la trama de La casa verde confluyen, además, diversas historias entrelazadas que transcurren en Perú, entre la ciudad de Pirua -en el desierto de la costa norte- y la selva amazónica.
Después de que el libro se alzara con el Premio Rómulo Gallegos en 1967, el galardón recayó en los dos años posteriores en Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, y en Terra nostra, de Carlos Fuentes.