Un excampeón que aún no se resigna a estar sin su corona, que sabe de sus deficiencias y trabaja sin descanso para superarlas, que todavía llega al gimnasio con el entusiasmo de un novel pugilista, que se sacrifica dejando a un lado a su familia por su futuro y no tiene problemas en aceptar su decepción de la primera defensa, es alguien con madurez y necesidad.
En estas líneas se describe a Byron “El Gallito” Rojas que cambió de domicilio para entregarse por completo y ahora está en las manos de Wilmer Hernández para su próximo enfrentamiento el 24 de noviembre contra Omar Ortiz.
Rojas se ejercita con boxeadores más pesados que él con el objetivo de probar su guante y su pegada. Su físico ha cambiado evidentemente. Más definido, más fuerte y más suelto. El púgil matagalpino expuso que se siente mejor ahora que cuando estuvo con Rigoberto Garibaldi y con 27 años al hombro sabe y la oportunidad del mandatorio difícilmente habrá otro toque de suerte del destino. “Wilmer está todo el tiempo en el campamento conmigo y me siento con mucha más confianza”, agregó.
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“No me siento un mejor boxeador, siento que tengo la misma calidad que antes, pero sí estoy más experimentado y al ver a otros peleadores nacionales teniendo éxito, me gustaría emularlos. Estoy dispuesto a sacrificarme en lo que sea con tal de volver a ser campeón”, dijo Rojas mientras se secaba el sudor después de un arduo entrenamiento en el gimnasio Róger Deshón.
“Seré más rápido y preciso”, aseguró el excampeón que al mismo tiempo mantiene esa espina por Freshmart. “No merece ser campeón un boxeador sucio como lo hizo nuevamente en su última presentación”.