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Esperanza Sevilla Sánchez sostiene una de las fotos más conocidas de su hermana María José Bravo, periodista de LA PRENSA asesinada durante las elecciones municipales del 2004. La familia la conformaban Bravo, su mamá Antonia, Esperanza y el hijo de Bravo, Néstor, pero ahora en la casa solo habitan Esperanza y Néstor. Doña Antonia falleció en 2013. LA PRENSA/ ÓSCAR NAVARRETE

La vida y la muerte de la periodista María José Bravo

La historia de la periodista que hace 13 años perdió la vida cubriendo unas elecciones. Era la alegría de su casa y dejó un niño que se convirtió en la felicidad de sus seres queridos

Cuando la periodista María José Bravo comenzó a trabajar en LA PRENSA, llegó alegre a su casa. Su madre, doña Antonia Sánchez, se regocijaba viendo el entusiasmo de su hija. Pero en el fondo, aquel trabajo no era lo que quería para su hija. “A la gente no le gusta que le publiquen lo malo que están haciendo”, advertía.

La hermana de Bravo, Esperanza Sevilla, la recuerda archivando las primeras notas de ella que salieron publicadas en el Diario y también en el Periódico Hoy.

Uno de los deseos de Bravo era que una nota de ella apareciera en la portada del periódico, firmada con su nombre, pero no lo logró. Fue hasta el día de su muerte que su nombre apareció en la portada. “Matan a periodista”, publicó LA PRENSA en su nota principal del 10 de noviembre de 2004.

Bravo no había cumplido un año de estar en LA PRENSA cuando le correspondió cubrir las elecciones municipales del 2004. “Para ella era lo máximo estar en ese proceso como corresponsal de Chontales. (El día de las elecciones) me llamó en la madrugada y me dijo que tuviera mucho cuidado pues desde ese momento ya se estaban detectando anomalías”, rememora Noelia Sánchez, amiga de Bravo y en ese momento también corresponsal de LA PRENSA pero en el departamento de Rivas.

Como a las 6:30 de la tarde del domingo 9 de noviembre de ese año 2004, Bravo estaba dándole cobertura a las elecciones municipales en el centro de cómputos de Juigalpa, Chontales. Más o menos a esa hora una bala le perforó el pecho. La trasladaron al hospital de esa cabecera departamental pero la periodista llegó muerta.

La bala la había disparado un excontra y exalcalde de El Ayote, Eugenio Hernández González, quien fue detenido en el mismo lugar del hecho, en la acera.

Tan solo entre 10 y 15 minutos antes de la tragedia, Bravo se había comunicado con dos personas, su hermana Esperanza y su amiga Noelia Sánchez. A la primera le preguntó que si ya había llegado a la casa, que cómo estaba su mamá y que si su niño, de tres años de edad en ese momento, ya había comido. Esperanza aún estaba por llegar a la casa y no le pudo responder las preguntas. A Noelia, con quien habló por celular como a las 6:10 de la tarde de ese día fatídico, Bravo le dijo que “el trabajo estaba apretado” y que “tenía dos días de desvelo y que ya se iba”.

Uno de los momentos más grandiosos para María José Bravo, fue cuando se graduó como licenciada en Comunicación Social. El periodismo era su pasión. LA PRENSA/ REPRODUCCIÓN/ ÓSCAR NAVARRETE

Quería ser como Jorge Ramos o María Elena Salinas

Desde pequeña, Bravo hablaba de que quería ser periodista. Le gustaba ver noticias. “Ella decía que algún día sería como Jorge Ramos o como María Elena Salinas (presentadores de Univisión en los años noventa)”, recuerda la hermana, Esperanza.

Leía bastante. En la casa siempre tenía libros. Esperanza le recuerda libros de Darío y uno que leía una y otra vez, pero que su hermana no se acuerda del título, solo que era de la escritora nicaragüense Gioconda Belli.

Esperanza era ocho años mayor que su hermana y le faltaban dos años para terminar la carrera de Administración de empresas, en la UCA, cuando su hermana se bachilleró y se fue a matricular en esa misma universidad en la Facultad de Ciencias de la Comunicación.

En Villa Libertad le alquilaron una habitación a una anciana y allí vivían las dos con muchas limitaciones pero sin faltarle nada nunca, afirma Esperanza. Su mamá, doña Antonia, quien se quedó en la casa de ellas, en Santo Tomás, Chontales, hacía de todo para que sus hijas estudiaran. Engordaba chanchos, criaba gallinas, hacía queso, cuajadas, vendía crema. Eso sí, antes de que las muchachas se fueran a vivir juntas a Managua les advirtió: “Van a estudiar”.

Y así lo hicieron ambas hermanas. De la casa a la universidad, de la universidad a la casa. No salían a pasear, recuerda Esperanza. “Ir a pasear significaba gasto y nosotras teníamos todo completo. Mi mamá nos decía que el dinero que nos daba nos tenía que dar completito y nosotras nos vivíamos cuadrando”, expresa Esperanza.

Hace poco, hurgando entre cosas que tiene guardadas, Esperanza se encontró con unas notas de Bravo de la universidad. Todas eran buenas. “A ella no le costó (el estudio de) la carrera. Le gustaba mucho el periodismo”, asegura su hermana.

Cuando se graduó como licenciada en Comunicación Social, Bravo trabajó editando una revista que se llamaba “El Chontaleño”. Pero luego recibió una llamada de su amiga Noelia Sánchez, en la que le decía que en LA PRENSA estaban necesitando un corresponsal para Chontales. Bravo no la pensó dos veces.

De acuerdo con su hermana Esperanza, Bravo disfrutó trabajando para LA PRENSA. Uno de los trabajos en los que más corrió peligro fue cuando reporteó el secuestro de un productor por parte de una banda denominada “El Guatuso”, la cual finalmente fue desarticulada. Sin embargo, por este caso Bravo recibió tres llamadas telefónicas, en las que le amenazaban y también una mujer llegó a la casa a hacerle reclamos fuertes. Cinco años después, la periodista de LA PRENSA, Elízabeth Romero, publicó que un amigo de Bravo, quien no quiso ser identificado, aseguró que Bravo investigaba si —quien luego sería su asesino— el exalcalde liberal de El Ayote, Eugenio Hernández González, tenía nexos con la banda “El Guatuso”. Hasta hoy, 13 años después de su asesinato, la familia de Bravo no está clara del motivo del crimen.

Doña Antonia Sánchez, madre de la periodista María José Bravo, fue sepultada en el 2013 junto a su hija en el cementerio de Santo Tomás. LA PRENSA/ ÓSCAR NAVARRETE

Tristeza en una casa de Santo Tomás

La alegría de la casa era María José Bravo. Y más desde que ella se había convertido en madre. Tres años antes de su muerte, nació su hijo Néstor José Velásquez Bravo, el 15 de octubre del 2001.

Bravo vivía solamente con su madre Antonia y su hermana Esperanza. El pequeño Néstor nació con dos madres y una abuelita, pues su tía era para él su “mamá Tita”. Como ya se acercaba la época en que el niño debía ir a la escuela, su mamá lo llevaba al colegio Cristo Rey, donde se suponía que él iba a entrar en preescolar. Lo llevaba para que se acostumbrara al ambiente escolar.

Después de la muerte de Bravo el cambio fue muy brusco. La casa, que está frente a la Alcaldía de Santo Tomás, nunca ha recuperado la alegría.

El niño esperaba a su mamá. Hubo un momento en que decía que ya no tenía mamá y dejó de llamar “mamá Tita” a su tía. Tampoco quiso ir al colegio Cristo Rey. Tal vez le hacía recordar a la mamá, piensa ahora su tía. Fueron años muy duros para esa familia.

Quiere ser periodista

Néstor José Velásquez Bravo es hoy un joven vigoroso, muy bien criado por su tía Esperanza, a quien le volvió a decir mamá como un año después de la muerte de su madre biológica. El joven ha sido una “bendición” para Esperanza, quien no tiene otro hijo.

En este año 2017 el muchacho está finalizando el quinto año de secundaria en el colegio Cristo Rey, el mismo al que su mamá lo llevaba de pequeño y que después él no quería ver ni en pintura. Y ya se fue a matricular a la Universidad Centroamericana (UCA), la misma universidad donde estudiaron su madre y su tía, y estudiará Finanzas. Llegó casi cuando finalizaban las prematrículas y solo tuvo tres días para presentarse al examen de admisión. Pero ese no era el deseo inicial de Néstor. Él quería estudiar periodismo. Le gusta ver las entrevistas. “Pero a mi mamá (Esperanza) no le gusta que estudie eso”, dice.

A Néstor también le llama la atención la actuación. Le gustaría hacer reír a la gente. Una vez estuvo viendo que había una escuela en Managua pero después se olvidó del asunto.

Doña Antonia Sánchez, madre de la periodista María José Bravo, en una de las muchas veces que denunció desconfiar de que el sistema de justicia iba a liberar al asesino de su hija. La acompaña su nieto Néstor José, quien hoy tiene 16 años de edad. LA PRENSA/ REPRODUCCIÓN/ ÓSCAR NAVARRETE

Le gusta leer pero a veces encuentra aburridas las clases. “No soy aplicado. Pero hay cosas que sí me gustan y de eso leo bastante”, explica Néstor, quien agrega que no le gusta el pasado, tampoco que le tomen fotos y que de su madre solo guarda un recuerdo: “Una vez que me estaba bañando”.

La lucha de doña Antonia

La mamá de María José Bravo, doña Antonia Sánchez, falleció el 31 de mayo de 2013. “El dolor por la muerte de su hija se lo llevó hasta la tumba”, dice su otra hija, Esperanza Sevilla Sánchez.

Sevilla Sánchez explicó que su mamá luchó todos los días de su vida para que el asesino de su hija, Eugenio Hernández González, cumpliera la condena de 25 años de prisión.

Doña Antonia Sánchez se dejaba venir desde Santo Tomás, Chontales, hasta Managua, cada vez que en las noticias salía que en la Corte Suprema de Justicia querían emitir una sentencia para liberar al matón de su hija.

Entre las últimas palabras que le dijo a su hija Esperanza antes de morir están: “Cuidame al niño y luchá para que ese hombre cumpla su condena”.

El asesino de la periodista María José Bravo, Eugenio Hernández, está recluido en el penal de Cuisalá, en Juigalpa. LA PRENSA/ ARCHIVO

Hernández en Cuisalá

Eugenio Hernández González fue condenado a 25 años de cárcel por el asesinato y los está cumpliendo en el penal de Cuisalá, en Juigalpa.

Su actual abogada defensora, Martha Iris Ortega, dice que está pidiendo evaluaciones de conducta y también de salud, buscando la libertad de su representado.

En realidad, la familia de Hernández ha hecho de todo para que salga libre. Incluso, magistrados liberales de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) han elaborado diferentes sentencias, en las que han argumentado de todo, para liberar a su correligionario, pero no han podido.

Hernández fue alcalde de El Ayote, donde inclusive, ya estando preso, le pusieron su nombre a la empresa aguadora del lugar.
De acuerdo con su abogada, está muy enfermo. Padece de diabetes y tiene problemas con la presión arterial. “Lo único que no ha perdido es la vida”, dice la defensora Ortega, aludiendo a que Hernández perdió a la esposa.

Ortega dice que a ella no le corresponde preguntarle a Hernández qué fue lo que pasó en el caso de la periodista, pero que a la psicóloga que lo atiende él le dijo que no conocía a María José Bravo, que no quiso atentar contra ella y que llegaba al centro de cómputos porque su esposa trabajaba allí y ella tenía la llave de la casa. Pero se le cayó un bolso en donde llevaba la pistola. Sin embargo, testigos de los hechos afirmaron que lo vieron accionando el arma directamente.

La abogada Ortega arremetió contra las autoridades diciendo que es “una cosa de Estado” de que no quieren liberar a Hernández, quien solo ha cumplido 13 años de los 25 a que está condenado.

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