Para saber dónde estamos parados después de las elecciones municipales y qué perspectivas se abren, es preciso, antes que todo, analizar las cosas con la mayor objetividad posible.
Creo que Penco (OEA) tiene razón cuando afirma que a pesar de las irregularidades detectadas los resultados finales no difieren sustancialmente de lo que ocurrió. La cifra reportada de 1,995,373 votos es posiblemente cercana a la realidad, al igual que la atribuida a los distintos partidos. Una masiva o fraudulenta inflación de votos sería fácilmente detectable en las actas de los fiscales, como ocurrió en el bien documentado fraude del 2008. Hasta la fecha, y con la única excepción de CxL, que mostró acta en mano alteración de resultados en El Coral y Bocay, no se han documentado alteraciones mayores.
Tomando de referencia el padrón electoral total (4.1 millones), no hay mucho sustento pues para alegar que la abstención fue del 70 o más por ciento. Esta posiblemente fue muy cercana al 48% o al 51.6% del padrón “activo” del Consejo Supremo Electoral, (3,864,006). Abstención significativa, pero no tan distinta a la tradicional en elecciones municipales. Los votos del FSLN (1,321,067) serían el 32.2 del padrón total y el 34.1 del activo. Los de la oposición serían, aproximadamente, el 12% y 14% respectivamente.
Es cierto que hubo factores previos que pesaron en el resultado de las elecciones, restándoles parte de su legitimidad. El más fuerte fue el golpe devastador que Ortega propinó a la oposición el año pasado al sacar del juego al PLI de Eduardo Montealegre. Muchos de sus seguidores crearon un nuevo partido, CxL, pero perdieron una franquicia y bandera que pesan mucho en nuestra política criolla. Algunos de sus cuadros emigraron al PLC, otros cayeron en la apatía, y otros, sin recursos, dieron la pelea en algunos municipios logrando posicionarse como tercera fuerza política.
Otros factores de peso fueron la falta de credibilidad en el CSE, que llevó a muchos opositores a no votar, e irregulares como el padrón no depurado, el ratón loco, etc. Otro, menos mencionado, fue la política del Gobierno central de favorecer con transferencias presupuestarias a las alcaldías sandinistas y discriminar a las opositoras, como ocurrió con el derrotado alcalde liberal de Río Blanco; a él le habían transferido un millón de córdobas durante su período, mientras que alcaldes vecinos, sandinistas, recibían diez. Mucha gente pensó, entonces, que con alcaldes sandinistas verían más obras de progreso.
Como resultado de estos y otros factores, como políticas populares del Gobierno, hoy tenemos un FSLN con un tercio sólido de partidarios dispuestos a salir a votar, más otros simpatizantes, una oposición fragmentada y sin recursos, que no pasa del 15%, y una mitad del país que ve los toros de largo. ¿Cuáles son las perspectivas hacia las elecciones del 2021?
Mucho dependerá de lo que logre la OEA y las presiones. Ahora hay signos positivos que apuntan hacia mejorías en el sistema electoral que podrían restaurar la confianza del electorado. Tomará tiempo, pero si hay voluntad política y presión efectiva, interna y externa, se pueden acortar etapas. Lo demás dependerá de la oposición. Su reto principal será fraguar su unidad, buscar un liderazgo de prestigio capaz de arrastrar juventud y conectarse con las necesidades populares, y obtener apoyo del sector privado. No es nada fácil, pero si se logra, y la popularidad del orteguismo se deteriora ante las inminentes sombras económicas, 2021 podría ser un año muy interesante. ¡Ánimo!
El autor es sociólogo. Fue ministro de Educación.
