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LA PRENSA

Los números y las elecciones

A menudo se dice que a pesar de que la mayoría de los nicaragüenses no son orteguistas, el partido de Daniel Ortega se impone en las elecciones por la dispersión de los grupos opositores.

Como prueba de esto y a la luz de las recientes elecciones municipales en las que el FSLN se adjudicó la victoria en 135 de los 153 municipios del país, se mencionan aquellas circunscripciones municipales en las que los liberales se presentaron unidos y derrotaron al partido oficialista. Eso ocurrió en La Trinidad, departamento de Estelí, para mencionar un ejemplo.

El periodista Juan Daniel Treminio expone en el portal informativo Coyuntura, el radar de Nicaragua, los resultados oficiales de las votaciones en diversos municipios en los cuales los partidos liberales PLC y CxL sumaron más votos que el Frente Sandinista de Ortega, pero este ganó porque aquellos participaron separados.

Quizás el mejor ejemplo de que unidos los liberales tendrían más votos que el partido de Ortega, es el de las elecciones presidenciales de 2006. En esa ocasión, Eduardo Montealegre de ALN y José Rizo del PLC recibieron 650,879 y 588,304 votos respectivamente, sumando entre los dos 1,239,183. Pero Ortega ganó con solo 854,316 votos.

Tratando de aprender provechosamente de esa experiencia negativa, en las elecciones municipales de 2008 los liberales de Eduardo Montealegre se unieron con los liberales de Arnoldo Alemán.

Votaron juntos en la casilla del PLC pero el Consejo Supremo Electoral (CSE) perpetró un escandaloso fraude electoral, reconoció a los liberales solo el 33.6 de los votos totales y declaró vencedor al FSLN, al que le asignó el 62.33 por ciento. Más de 40 alcaldías le fueron arrebatadas a los liberales en aquellas elecciones, incluyendo la de Managua donde Montealegre era el candidato. Pero lo peor fue que el orteguismo perpetró el fraude con la complicidad de uno de los socios de la alianza electoral liberal.

De manera que no siempre la unidad da la victoria electoral ni los números funcionan de manera matemática. Basta mencionar que en las recientes elecciones municipales los liberales no ganaron en todos los municipios donde se unieron y el CSE les adjudicó la victoria en otros lugares donde participaron separados.

Es que la política electoral es matemática solo cuando y donde hay democracia y las elecciones no son fraudulentas. Si no hay una verdadera democracia y el sistema electoral es viciado, como en Nicaragua, los resultados de las votaciones dependen del poder autoritario.

Gianfranco Pasquino, politólogo y escritor italiano, dice que “los votos cuentan y sus números absolutos, diversamente combinados e interpretados, constituyen la fuente esencial de las victorias y las derrotas, del poder parlamentario, gubernamental y político”. Pero eso es solo en el sistema democrático. En los regímenes no democráticos —explica Pasquino— “únicamente un grupo hegemoniza el poder político, ofrece la licencia a otros grupos de existir y eventualmente la retira; además, no tolera e impide cualquier competencia”.

Precisamente esta es la situación de Nicaragua, donde hace falta algo más que aritmética y alianza de los liberales o unidad de la oposición, para poder derrotar al orteguismo y restaurar la democracia.

Editorial Daniel Ortega Elecciones municipales Nicaragua archivo
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