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Donald Trump anunció en septiembre la suspensión de DACA, impulsado en 2012 por el expresidente Barack Obama LA PRENSA/AFP

Reforma fiscal en EE.UU.: un regalo para las empresas

El gobierno de Trump presentó esta reforma fiscal como "la mayor reducción de impuestos de la historia", para impulsar el crecimiento, aumentar los salarios, los beneficios de las empresas y repatriar las ganancias de las multinacionales.

Bendición para los más ricos o para la clase media, fomento a las empresas o estímulo a la economía, ya con pleno empleo: los méritos de la reforma impositiva en Estados Unidos aprobada el sábado por el Senado dividen a los economistas.

El gobierno de Trump presentó esta reforma fiscal como “la mayor reducción de impuestos de la historia”, para impulsar el crecimiento, aumentar los salarios, los beneficios de las empresas y repatriar las ganancias de las multinacionales.

El texto aprobado por el Senado aún debe ser tratado en la Cámara de Representantes, que ya había votado su propia versión. Ardiente promotor del texto, el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, expuso recientemente una carta de nueve economistas que afirman que la primera reforma impositiva en treinta años aumentará el crecimiento en 0.3 por ciento anual en la próxima década.

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Pero según un estudio de la Universidad de Chicago para el que se consultó a 38 economistas, una aplastante mayoría duda de que la reforma vaya a intensificar la expansión económica y casi todos temen que se multiplique la deuda pública.

Ya se sabe, según la comisión parlamentaria bicameral sobre fiscalidad, que la ley reducirá en un billón de dólares los ingresos del Estado en los próximos diez años y que aumentará otro tanto una deuda, que ya asciende a 20 billones de dólares.

La disputa adquiere a veces un tono brutal, como ocurre con Robert Reich, exsecretario de Trabajo del presidente Bill Clinton, quien se pregunta en una columna de opinión si Steven Mnuchin es “un bufón o un lacayo” y lo acusa de “mentir” sobre las bondades de la reforma impositiva.

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Cita al Tax Policy Center, que en contra de lo que dice el gobierno, afirma que hasta 2027 los beneficios de la ley irán a los bolsillos del 1 por ciento más rico, mientras que los menos favorecidos tendrán reducciones modestas de impuestos.

Douglas Holtz-Eakin, uno de los economistas que firman la carta de apoyo a la reforma, declaró la AFP que el nuevo código fiscal busca en primer lugar “mejorar la capacidad productiva de la economía estadounidense”. La reforma quiere promover “un crecimiento de la oferta antes que de la demanda”, explica.

Bonos para las empresas

La ley privilegia primero a las empresas. La tasa de imposición de las empresas, actualmente de 35 por ciento, se redujo a 20 por ciento “en la media de los países de la OCDE”. Esa tasa de 35 por ciento es, sin embargo, teórica, ya que si se tienen en cuenta las deducciones ofrecidas a las empresas, la tasa de imposición “efectiva” en Estados Unidos antes de la reforma ya está próxima a 21 por ciento, según otros economistas. Pero hay más estímulos a las empresas: las empresas con nombre propio, que constituyen la mitad de los ingresos de las corporaciones del país y 90 por ciento de las pequeñas empresas, también se beneficiarán de una gran reducción de sus tasas.

Finalmente, las multinacionales serán invitadas a repatriar sus beneficios a Estados Unidos con una tasa preferencial.

“Todo esto son estímulos para innovar, invertir y a hacerlo en Estados Unidos”, resume Holtz-Eakin de American Action Forum, quien asegura que esos gastos en capital dinamizarán la productividad, clave del crecimiento.

El razonamiento del gobierno es que luego mejorarán los salarios, en un momento en el que los ingresos reales de los trabajadores estadounidenses están estancados desde hace tres décadas.

“No contamos con la bondad de las empresas para que los recortes de impuestos se trasladen a los asalariados”, admite este economista. “Contamos con la inversión para que los trabajadores sean más productivos y con que las empresas competirán para conservar a los trabajadores. La competencia del mercado obligará a pagarles mejor”, explica.

Otros se interrogan sobre los tiempos de tales iniciativas fiscales, cuando la primera economía del mundo está muy cerca del pleno empleo (tasa de desempleo de 4.1 por ciento) y que la Reserva Federal (FED) vigila de cerca la inflación con el dedo en el gatillo para aumentar las tasas de interés y evitar un recalentamiento.

El jefe de Goldman Sachs, Lloyd Blankfein, ha expresado recientemente sus dudas: “no puedo decir que sea el momento de desplegar ese gran estímulo en el mercado cuando estamos casi en el pleno empleo” y el PIB crece más de 3 por ciento.

 

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