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Al día siguiente del accidente Saúl Téllez iba a continuar su carrera de Ingeniería Electrónica en la UNI que desde un par de años había abandonado por el trabajo. LA PRENSA/ URIEL MOLINA

Al día siguiente del accidente Saúl Téllez iba a continuar su carrera de Ingeniería Electrónica en la UNI que desde un par de años había abandonado por el trabajo. LA PRENSA/ URIEL MOLINA

La vida después del accidente en la ruta 164 de Managua

Saúl Téllez es una de las víctimas del accidente en la ruta 164. Después del choque se ha sometido a numerosas cirugías y no puede caminar.

Saúl Téllez aprendió a bailar folclor cuando era niño. Tenía unos ocho años cuando su mamá lo llevaba por las tardes al grupo de baile de Haydée Palacios, donde aprendió sus primeras coreografías. Tanto le gustaba bailar que no había presentación en la que él no participara y fue así que se ganó una beca artística para ir a la secundaria y otra para ir la universidad. Sin embargo, hoy debe contar su historia desde una cama. Ya no puede bailar. Ahora debe volver a aprender a caminar.

Su vida estuvo a punto de terminar a inicios de este año cuando la ruta 164 en la que viajaba se estrelló contra un depósito de basura ubicado en la pista El Dorado, Managua, y le dijeron que la única forma de sobrevivir era amputarle las piernas. Nueve meses después de aquel accidente, donde murió una persona y hubo varias heridas, Téllez, de 38 años, sigue en cama sin poder caminar y no sabe si algún día volverá a bailar.

El día que todo cambió

El 28 de febrero de este año había planeado salir de su trabajo a las 6:00 de la tarde, pero de último momento le dijeron que se quedara adelantando un informe y terminó yéndose más de dos horas después. Iba con pesar porque no tuvo tiempo de ir a comprar un par de cuadernos que usaría en la universidad al día siguiente.

Hace un par de años se retiró de los estudios, pero este año tenía planeado sacar las últimas clases. “Uno de mis principales proyectos era terminar mi carrera. Estaba estudiando Ingeniería Electrónica. El día después del accidente era mi primer día de clase y estaba tan emocionado que ni quería trabajar ese día”, recuerda.

Se subió a la ruta como a las 8:50 de la noche, sacó su celular del bolsillo y le envió un mensaje a su esposa: “Ya voy en camino”.

Cinco minutos después vio cómo el conductor perdió la dirección del bus y fue directo a estrellarse contra un depósito de concreto. Cuando el bus por fin se detuvo Saúl oyó a todos gritar y miró que las luces del bus estaban intermitentes. Él quedó con su pierna derecha dentro del autobús y con la otra en el contenedor de basura; pensó que estaba ileso porque hasta ese momento no le dolía nada. Fue cuando los bomberos quisieron sacarlo de la chatarra donde estaba prensado que vio su pierna derecha casi colgando de un hilo. En ese instante le llegó el dolor de un solo golpe y no hizo más que gritar.

“Allí es donde descubrí la complejidad de mi situación y allí es donde siento que mi vida se me hace chiquita. Miré la muerte en sí porque los médicos me garantizaron que no iba a vivir”, cuenta.

Después recuerda que lo trasladaron al Hospital Manolo Morales y escuchó cuando los médicos dijeron que debían amputarle las dos piernas. Sin embargo, para entonces su familia ya se había enterado del accidente y estaban luchando para que lo trasladaran al Hospital Militar donde estaba asegurado. Horas después lograron trasladarlo y él les pidió a los médicos que hicieran lo posible por salvarle sus piernas.


Más víctimas

Héctor Sandino es otra de las víctimas que fue gravemente lesionada en el accidente de la ruta 164. Según informes periodísticos, el adolescente de 15 años ha recibido varias operaciones en sus pies.
El conductor de la ruta, Danny Moisés Vicente Ramírez, fue condenado a nueve años de prisión.

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La batalla por la vida

En la fotografía se ven las quebraduras que aún tiene Saúl Téllez en su pierna derecha. LAPRENSA / URIEL MOLINA
En la fotografía se ven las quebraduras que aún tiene Saúl Téllez en su pierna derecha. LAPRENSA / URIEL MOLINA

En el hospital estuvo internado por dos meses. Le hicieron tantas operaciones que ya no tiene la cuenta exacta de cuántas fueron. A la semana de estar hospitalizado adquirió una bacteria que amenazaba con expandirse por todo su cuerpo. Los médicos luchaban para no amputarle los pies.
Después de dos meses de operaciones y tratamientos, en los que debido a su religión Saúl se rehusó a recibir transfusiones de sangre, le dieron de alta.

Recuperación

A su casa no ha regresado desde aquel martes 28 de febrero. Cuando lo dieron de alta se fue a casa de su mamá, porque la suya es pequeña, hecha de zinc y tablas, con piso de tierra y sin letrina, y no prestaba las condiciones necesarias para que él pudiera recuperarse.

La madre de Saúl falleció unos meses más tarde y él, convaleciente, no pudo asistir ni al funeral ni a la vela.

Lea también: La última vuelta del Santo Domingo”, el bus de la 164

La vida no ha vuelto a ser la misma desde febrero y, después de él, su esposa y su hija de 7 años han sido las más afectadas. Su esposa tuvo que renunciar a su empleo para poder cuidarlo, porque no él se puede mover.

Aunque en el trabajo no lo han despedido y recibe una parte de su salario; a veces la situación es tan difícil que les hace falta dinero para comer, pero siempre hay algún vecino o desconocido que supo de su caso y llega a dejarle ayudas, afirma.

Lo más difícil cuando va al hospital es moverse. Hasta ahora se ha movilizado en ambulancias, pero lo complicado es conseguir una privada que lo llegue a traer, cuenta. La última operación se la hicieron en octubre.

Según le dijeron los médicos, su recuperación podría durar 18 meses, pero eso varía según cómo reaccione el cuerpo. Ya pasó las etapas de cirugías y ahora le espera el proceso de terapias donde aprenderá a caminar otra vez. Pero hay otra duda que lo atormenta: “Yo no sé si tendré valor de subirme a una ruta de nuevo. No sé si tendré el valor de subirme a la ruta que fue responsable de mi accidente”, dice con la voz quebrada.

 

 

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