El 6 de diciembre de 1969 se inauguró en Nicaragua el Teatro Nacional Rubén Darío. Ese día se presentó el Ballet de las Américas, de Amalia Hernández, de México, que llegó al país un día antes de la inauguración.
Esta es una reproducción del texto publicado por LA PRENSA el 7 de diciembre de 1969, un día después de dicha inauguración.
Historia y detalles de un elefante blanco
Un total de 2,285 viviendas de C$7,000 cada una se hubieran podido construir en 16 millones de córdobas que se invirtieron en la construcción del Teatro Nacional Rubén Darío, que fue inaugurado ayer, con gran pompa.
La inversión total para cada uno de sus asientos planeados es de US$1,780 dólares o sea C$ 11,460 córdobas.
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Es innegable que el Teatro Nacional Rubén Darío fue construido con la intención de rendir máximo honor a la excelsa memoria de nuestro gran poeta. Había sido programado para estar listo para el Centenario.
Sin embargo, a pesar de lo magnífico de dicho Teatro, de la labor de los arquitectos, ingenieros y constructores que lo eligieron, hay una pregunta clave:
-¿Tenía acaso prioridad en un país como el nuestro en que miles y miles de nicaragüenses en vez de un teatro y cincuenta cines, necesitan escuelas y viviendas?
El Teatro Nacional, para ironía del destino, queda exactamente frente a las costas del lago de Managua, de donde miles de personas han huido como ratas hacia lugares más altos.
Constituye una preciosa caja de música, quizás la mejor de América Latina, en medio de su sobriedad y su maravillosa concepción.
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Quienes asistieron a la función de anoche y asistan a la de hoy, simplemente se quedarán pasmados o asombrados, ante la nitidez de su acústica.
También gozarán de ver sus grandes facilidades escenográficas, ya sea por su amplio escenario, más grande que el auditorio del Banco Central o la sala de sesiones de la Cámara de Diputados, o por sus facilidades en el cambio de los telones.
Si el Hotel Interccontinental gasta tanta luz como todo Chichigalpa, con sus 1,200 Kk A, el Teatro Nacional Rubén Darío gasta aún más con sus 1,650 Kv A.
Cada una de sus cincuenta columnas de mármol tiene el precio de una casa del tipo de la Colonia Máximo Jerez: siete mil córdobas.
Si todo el alto del edificio es igual a un edificio de nueve pisos, por ejemplo el de las Oficinas del Seguro Social, el alto de sus columnas es dos veces mayor que las del Palacio Nacional o el Distrito Nacional.
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Una de sus puertas laterales, es tan grande que puede pasar sin dificultad un camión o un elefante, a tal punto que, podría presentarse ahí, sin ninguna dificultad, la ópera Aída, de Verdi, en la cual desfilan elefantes.
Laguna abajo
Todo el Teatro es una especie de barco o arca de Noé, que flota prácticamente en un gigantesco pozo para colocar sus bases.
Cuando se construía se achicó tanta agua como toda la contenida en la laguna de Nejapa. Fueron utilizadas para la operación, más de media docena de bombas.
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Sus paredes son dobles, con un espesor de 20 centímetros cada una, en medio de ambas paredes existe un vacío para amortiguar los ruidos del exterior. En dos palabras son como el vestido formado de una altiva y elegante dama.
Con toda la técnica
Quizás nunca antes en la historia del país se habían utilizado tantos consultores extranjeros para construir edificio alguno.
En su planificación participaron el Dr. Wilhelm Lassen Jordán, de Dinamarca, experto en acústica, quien trabajó en la Nueva Opera Metropolitana de Nueva York, y la Opera de Sydney, en Australia.
Su acústica es muy versátil, para teatro, filarmónica, opera, pero aún no está calibrada. Es de máxima calidad y quizás sea uno de los atributos del teatro que más llamen la atención del público.
-“Se notará, dijo ayer un ingeniero, la diferencia entre lo que es un sonido en cualquier cine de la capital y lo que es ese mismo sonido en el Teatro Rubén Darío.
-Es una diferencia casi igual a escuchar un radio de transistores pequeño y escuchar una consola estereofónica”, expresó el mismo ingeniero.
Otro de los ingenieros extranjeros consultados es el Dr. Ben Schlanger, de Nueva York, director técnico delos Teatros de Stuttgart.
También prestó asesoramiento el Dr. Donald Swinney, norteamericano, director de Teatro Universitario de las principales universidades de Nueva York.
Pero gran sobriedad
En su interior el Teatro presenta gran sobriedad. Sus tres balcones resaltan con sus caras de superficies convexas de color amarillo que contrastan admirablemente con el escarlata del tapizado de las butacas, ordenadas en la platea y los balcones al estilo Continental que no deja pasillos en medio.
En esa forma el artista que está en el tablado no ve un solo lugar vacío: todo público.
El edificio está destinado a ser el primer elemento de un grupo de edificios que formarán el futuro Centro Cultural de la capital.
El plan piloto concebido para la zona en donde se encuentra incluyen la construcción de una autopista paralela al lago de Managua y la construcción de futuros edificios para el Museo, Biblioteca Nacional y una gran plaza cívica.
Hay quien dice, sin embargo, que más que la intención de que llevara el nombre de nuestro máximo poeta, Rubén Darío, campeó la servil sugerencia de que llevará en su placa de bronce la concebida frase: “Administración Somoza”.
Puentes carísimos
Uno de los disparates que se cometieron en su construcción fue el de mandar a hacer los dos puentes de acceso que tienen el mismo precio de la 50 columnas del edificio o sea C$ 350,000 córdobas.
Se le hubiera dado prioridad a la construcción de los jardines y la plaza de parqueo, la cual hubiera aliviado un tanto, también, la falta de aparcamiento en Managua.
Los puentes los diseñaron gratis dos urbanistas chilenos a quienes se les pagó hotel y otros gastos de mantenimiento en el país.
El cielo ornamental del teatro, color dorado, es metálico, construido por Metasa. Es prácticamente un velo debajo de cinco grandes paneles acústicos longitudinales de 8 pies de altura.
La platea, o sea la parte baja, tiene un total de 760 asientos, divididos en 18 hileras continuas o sin pasillos en medio, tipo Continental al estilo de los mejores teatros de Europa.
Piso presidencial
Los tres balcones tienen capacidad para 500 asientos el primer balcón, o sea el del primer piso es el Presidencial. Preparado especialmente para el Titular del Ejecutivo. Posee un bar, clóset, divanes y muebles de sala.
El teatro también tiene 12 pares de puertas casi tanto como el Estadio Nacional.
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Su regulaciones de seguridad, hecha conforme el código para espectáculos de la ciudad de Nueva York, son asombrosas.
Si por cualquier motivo se fueron las luces, funcionaría de forma instantánea un sistema de iluminación por baterías equivalente a una gigantesca batería de mando del tamaño de toda la sala de espectáculos del teatro González.
En caso de incendio comenzaría a funcionar el sistema automático de rociado que provocaría inmediatamente una lluvia artificial de líquidos contra incendio.
Sus ventiladores para expulsar el humo también son automáticos. Además de dichas precauciones, todos los materiales de construcción son incombustibles.
El lobby interior tiene dos bares y el salón magno o “Gran Foyer” que queda a nivel del balcón presidencial, construido totalmente de mármol, es maravillosamente apto para recepciones.
El área del escenario, es decir, en donde estarán los artistas, cantantes u orquestas etc… es cincuenta por ciento más grande que toda el área de los balcones y la platea.
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En él se pueden preparar de antemano tres escenas distintas con suficiente espacio trasero y lateral para mover las escenas.
Los mecanismos son manuales, de operación sencilla, al alcance de nuestros técnicos, y aún las consolas de control pueden ser reparadas en el país.
Gran flexibilidad
La tramoya de suspensión vertical tiene 36 líneas de telones y es ampliable al doble o sea a 72 líneas de telones, algo formidable.
La torre de operación, o sea el gran cajón que se le ve arriba al Teatro, tiene una altura de 44 metros, casi el alto de la Catedral. Ello permite la rápida movilización de los telones.
Se construyó además una concha acústica de madera laminada especial sobre armazones de aluminio.
Tiene la función de dar al Teatro cualidades óptimas de sonido para presentaciones puramente musicales como sería: la presentación de un solista, el de un conjunto, de música de cámara o de una sinfónica.
La concha acústica se puede instalar en tan solo 30 minutos y con ella el Teatro adquiere una fantástica versatilidad de tal manera que puede usarse flexiblemente para música, drama opera, espectáculos, reuniones cívicas etc.
A fines de enero, esta versatilidad del teatro será utilizada en la celebración de la VIII Conferencia Interamericana de Ahorro y Préstamo. En el foso y la plataforma de orquesta caben ochenta músicos con sus instrumentos, y en el futuro se le puede dar profundidad variable por medios hidráulicos.
Su volumen acústico es de 340,000 pies cúbicos que se comparan con la ópera de Viena que tiene 376,000, en el Festspielhaus de Bayreut (364,000) y con la Scala de Milán, (339,000).
El teatro tiene toda la canalización para transmitir directamente por radio o televisión.
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En sus dos sótanos tiene cuartos de vestir para 120 artistas, oficinas administrativas, biblioteca, cuartos de ensayo y descanso, y espacio para talleres de pintura carpintería y herrería, cuarto de lavado, planchado, sastrería, costura y un pantry para servir banquetes.
En dos palabras, tiene más comodidades que el Hotel Intercontinental.
En un piso superior alrededor del escenario funcionarán los ensayos de ballet, coro y solistas. El edificio es totalmente aire acondicionado. Todo sus aparatos de aire son capaces de dar servicio al edificio Palazio o al del Zacarías Guerra.
Su diseñador fue el arquitecto José Francisco Terán, a quien le costó muchos desvelos. Los constructores fueron Cardenal Lacayo Fiallos con la asistencia de los arquitectos de AISA y DYCON.
