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Enrique Jiménez Quesada

Reflexiones médicas

El 25 de octubre pasado el doctor Róger Díaz fue a León a visitarme; me entregó su libro Mis Memorias y Medicina en Nicaragua y me pidió que lo acompañara a visitar al doctor Manfredo Pentske, su compañero de estudios, a quien traía otro ejemplar. El doctor Díaz es un prestigiado profesor de cirugía, alumno del doctor Fernando Vélez Paiz y el doctor Pentske, no menos prestigiado cardiólogo. Dos auténticos representantes de nuestra escuela médica vernácula de León.

La visita se desarrolló en un ambiente de afecto y compañerismo, rememoraron acontecimientos vividos juntos y de cada quien, sueños logrados y otros que han quedado al margen o inconclusos; esperanza de restauración y reconquista de valores por las nuevas generaciones de médicos, especialmente en el área de la excelencia, la relación con nuestros pacientes y la ética. El doctor Pentske ponderó y legitimó la persona del doctor Luis H. Debayle, como el maestro por antonomasia de la medicina nicaragüense. Reconocieron su vida y su obra fundacional en la historia de nuestra medicina.

El maestro Debayle, médico y cirujano general e integral, nació el 26 de octubre de 1865 y en honor a su natalicio se estableció el 26 de octubre como día del médico. Su vida y obra trascendió su época, mediante una escuela médica cuyos ejes principales descansaban en la ética, la relación médico-paciente, el conocimiento integral de la medicina, sin descuidar su historia y la vida misma del médico, cuyo objeto y sujeto principal de su quehacer profesional debe ser la vida y bienestar de su paciente. Esta filosofía de la medicina engendra la obligatoriedad del cuidado clínico al paciente. A Debayle se le atribuye la frase: “El cirujano, es un clínico que opera”.

Fue gratificante escuchar a estos maestros de la medicina nicaragüense, cómo relataban la necesidad de escuchar, comprender, examinar y empatizar con nuestros pacientes. Hacían énfasis en la necesidad del cuidado clínico. Clínica significa “cuidado a la cama o cabecera del paciente”; y esto se logra únicamente con presencia física, el examen clínico meticuloso donde pongamos al servicio de nuestros pacientes además del conocimiento, todos nuestros sentidos y órganos. Los monitores y aparatos registran información. Los médicos curamos o cuando menos aliviamos, transmitimos esperanza. La consulta, no puede reducirse a redactar una solicitud de examen, hay que observar, palpar, percutir, auscultar. El ultrasonido y toda la tecnología a nuestro alcance debemos conocerla en beneficio de nuestros pacientes, pero esta jamás podrá ser sustituida por la voz, las manos, el oído y hasta el olfato del médico. El médico vocacional habla con sus enfermos y familiares, se alegra, padece y hasta ora con ellos. El término médico general describe mejor que ninguno al médico, que por su naturaleza debe ser absolutamente general, integral e íntegro. El médico exclusivamente tecnológico, habla con las máquinas. Mi generación alcanzó a nutrirse de la savia de esta “era dorada” de nuestra medicina. Nos formamos en un momento en que la influencia de la medicina francesa, daba paso a la medicina norteamericana, alcanzando afortunadamente a beber de ambas fuentes.

Observando a estos maestros, mientras hablaban con renovado entusiasmo acerca de sus vidas ofrendadas en el altar de esta profesión, que solo se puede vivir a plenitud viviéndola para mejorar la calidad de vida de los demás, pienso que la medicina no debe entenderse únicamente como la ciencia de curar, sino también como el arte que inspira a vivir bien.

Creo que las nuevas generaciones médicas deben ser formadas en el encanto por la vida, que en última instancia, es a lo que aspira el ser humano que se acerca al médico buscando ayuda, para preservarla y llenarla de calidad. El médico debe ser un enamorado de la “vida de calidad”, dueño de alta moralidad, educación, honestidad, limpieza, sobriedad en el hablar y vestir, respeto y amor por sus semejantes y la naturaleza. La educación médica debe enfocarse no solamente en la información e investigación científica y tecnológica, sino que también debe atender la formación del nuevo médico, como persona.

El autor es médico, neurorradiólogo, profesor de Radiología en la UNAN-León.

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COMENTARIOS

  1. Margarita
    Hace 6 años

    Doctor, Jiménez Quezada, ha formulado Ud. una descripción exacta y completa de cómo debe ser un profesional integral de la medicina. Y sería fabuloso que cada médico se atuviese a estas consideraciones suyas, porque parece ser que -desafortunadamente- algunos lo han olvidado o no lo aprendieron nunca. Como paciente, siempre he creído que la medicina, junto al magisterio, es -más que una disciplina- una ofrenda de amor y esperanza que ayuda a vivir o que, por el contrario, ocasiona ruina. En ambos terrenos, una palabra de aliento, una sonrisa, o una actitud de comprensión y apoyo significa la diferencia entre salud y enfermedad.

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