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Róger Mendieta, FSLN
La Prensa

Derechos humanos en Nicaragua

Este domingo 10 de diciembre se conmemora el Día de los Derechos Humanos, proclamado en memoria de que en una fecha como esta, en 1948, las Naciones Unidas aprobaron la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

En 1950 las Naciones Unidas invitaron a todos los Estados Miembros de entonces —y a los que se fueran agregando después— a celebrar cada año el Día de los Derechos Humanos. Pero no todos los gobiernos lo celebran, mucho menos aquellos que ni siquiera respetan los derechos humanos más elementales, que en principio todos los gobernantes de los países suscriptores de la Carta de las Naciones Unidas están obligados a respetar.

En Nicaragua, desde hace 10 años (cuando Daniel Ortega volvió a tomar el poder) el Gobierno no atiende las recomendaciones que hacen los organismos internacionales defensores de los derechos humanos para que estos sean respetados. El régimen de Ortega niega la entrada al país a misiones de esos organismos que quieren comprobar en el terreno la situación de los derechos humanos. Este Gobierno se autonombra cristiano y solidario, pero viola sin recato todos los derechos humanos, inclusive el derecho primordial a la vida.

Precisamente este año, el Día de los Derechos Humanos se conmemora en Nicaragua cuando acaba de ocurrir la horrenda masacre del 12 de noviembre en La Cruz de Río Grande, donde seis seres humanos entre ellos dos menores de edad fueron masacrados por miembros del Ejército. Un caso extremo, brutal, cruel, inaudito e indignante de violación de los derechos humanos.

No es la primera vez que en Nicaragua ocurre un hecho como este en los últimos diez años. Después que desaparecieron las dictaduras somocista y sandinista y, por lo consiguiente, se terminaron las guerras civiles que se libraban por la conquista y retención del poder al precio que fuese, se creía que nunca más volverían a ocurrir semejantes atrocidades contra los derechos humanos.

Sin embargo siguen ocurriendo, aunque esta vez la indignación social y la protesta cívica han sido más patentes que en casos anteriores. Esperamos que esto se deba a que se está produciendo un despertar de la conciencia ciudadana, la cual es indispensable para que haya protestas cívicas por las violaciones a los derechos humanos y presión social para que sean respetados.

La defensa de los derechos humanos, bajo determinadas condiciones puede convertirse en bandera y palanca para lograr la libertad y la democracia. En la antigua Checoslovaquia comunista, Václav Havel y otros de sus compatriotas decidieron hacer una campaña para demandar al gobierno cumplir sus compromisos internacionales de respetar los derechos humanos. Esa demanda elemental y sencilla se convirtió en un poderoso movimiento social ante el cual la dictadura comunista terminó por claudicar, Checoslovaquia emprendió el camino de la democracia y Havel se convirtió en el primer presidente democrático de su país.

Posiblemente la de Checoslovaquia fue una experiencia irrepetible. Pero en todo caso demuestra que la defensa de los derechos humanos no solo es una tarea noble, digna y necesaria, sino que puede ser también una gran fuerza de movilización social por el cambio democrático.

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