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Crítica de cine | Queen of earth

"Las actuaciones de Moss y Waterstone hacen que esta pequeña película (Queen of earth) trascienda a sus claustrofóbicos confines", dice nuestro crítico

Alex Ross Perry es uno de los cineastas jóvenes más interesantes de los Estados Unidos. “Queen of Earth” (Reina de la Tierra), su más reciente película, está disponible en Netflix, y es un buen puerto de entrada a su obra. Es un curioso ejercicio de apropiación: emula el estilo de intensos dramas psicológicos, claustrofóbicos e íntimos, protagonizados por mujeres entre los 60 y 70.

Asumimos que la “Reina de la Tierra” en cuestión es Catherine (Elizabeth Moss). Su rostro atribulado es lo primero que vemos. Despeinada, con el maquillaje arruinado por el llanto, la cámara se concentra en ella mientras debate, ruega y pelea con un amante que la abandona. Para los que conocemos a Moss principalmente por su icónico papel de la controladísima Peggy Olson en “Mad Men”, este es un shock profundo.

Para superar la separación, Catherine busca la compañía de Virginia (Katherine Waterstone). La amistad entre ellas es la relación principal del filme. El escenario es igualmente importante. La soledad y el aislamiento de la cabaña que comparten convierte la película en una virtual pieza de teatro de cámara. La cercanía de la ciudad de Nueva York conecta con otra gran ausencia en la vida de la protagonista. Su padre, un renombrado artista alcohólico, acaba de morir. Catherine vivía en una relación de codependencia con él, dedicada a ser su asistente, y dejando que su propio talento se marchitara a la sombra del hombre.


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Toda esta información se filtra a través de largas conversaciones, con un tono de hostilidad latente. La tensión incrementa cuando irrumpe en la escena Rich (Patrick Fugit), un vecino que parece sostener una relación con Virginia. Los celos manifiestos de Catherine, deseando monopolizar la atención de su amiga, contribuyen a su gradual desintegración psicológica. Pero no todo es lo que parece ser. El director nos lanza una curva con un flashback que nos devuelve al mismo escenario un año atrás. Ahí, el perfil psicológico de las amigas está invertido. Virginia hace gala de disposición sombría ante el fin de una relación, mientras que Catherine proyecta radiante seguridad con el amor de James (Kentucker Audley), el amante que la abandona al principio del filme.

Juan Carlos Ampié, crítico de cine. LA PRENSA / Óscar Navarrete

Estas dos bandas de tiempo se complican aún más, cuando personajes secundarios irrumpen brevemente. Queda sugerido que pueden ser productos de la imaginación de Catherine. La sinuosa cámara de Sean Price Williams y la música atonal de Keegan DeWitt podrían servir para una película de horror, si Ross Perry diera el paso decisivo hacia la violencia física. Pero sus intereses residen exclusivamente en la psicología de los personajes y las formas de mantener al espectador desestabilizado. Catherine y Virginia escenifican “¿Qué fue de Baby Jane?” (Robert Aldrich, 1962) para la generación hipster, con Moss invocando al fantasma de Bette Davis. Waterston sería Joan Crawford, más funcional pero cruel cuando es necesario.

Hay guiños a clásicos como “Persona” (Ingmar Bergman 1966) y “Repulsion” (Roman Polanski, 1965). Pero en la comparación, “Queen…” sale perdiendo. A diferencia de esos clásicos, Ross Perry no infunde en su película una dimensión política. No tiene nada nuevo que decir sobre la guerra, la desigualdad de género y la opresión de la mujer en la sociedad moderna. Estas chicas privilegiadas viven aisladas del mundo, sin más preocupación que sus propios traumas. Quizás ese es el punto. El narcisismo de la clase privilegiada conduce a la locura. Catherine y Virginia se merecen y se complementan. Se reflejan la una en la otra. Las actuaciones de Moss y Waterstone hacen que esta pequeña película trascienda a sus claustrofóbicos confines.

* “Queen of Earth” está disponible en Netflix.

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