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Julio César Prado y Ricardo Selva son los bomberos más viejos del país. Se han dedicado a este oficio por casi 60 años. LA PRENSA/ ÓSCAR NAVARRETE

Julio César Prado y Ricardo Selva son los bomberos más viejos del país. Se han dedicado a este oficio por casi 60 años. LA PRENSA/ ÓSCAR NAVARRETE

Ricardo y Julio César, los bomberos más viejos de Nicaragua

Julio César Prado y Ricardo Selva apagaron fuegos durante la época de Somoza, en el terremoto de 1972 y uno de ellos aún está activo en el Benemérito Cuerpo de Bomberos.

El 22 de diciembre de 1972 Ricardo Selva y su familia fueron a una boda. Al regresar, a eso de las 10:00 de la noche, pasaron por el Cuerpo de Bomberos donde trabajaban, ubicado contiguo al Estadio Nacional y su padre, el comandante René Selva, le ordenó al jefe de turno que sacara las cisternas de la estación porque no le gustaba el color rojizo que tenía el cielo esa noche ni el calor que estaba haciendo. “Esto es igualito al terremoto del 31”, les dijo premonitoriamente.

Sacaron las cisternas a la calle, pero cuando llegó el otro jefe de turno mandó a meterlas de nuevo. Dos horas más tarde, al amanecer del 24 de diciembre, un terremoto de magnitud 6.2 en la escala de Richter destruyó Managua. La delegación quedó destruida y adentro las 16 cisternas quedaron aplastadas, mientras la capital ardía.

Ahora Ricardo Selva también es comandante como lo fue su padre. Tiene 73 años, el pelo y el bigote cubierto de canas, el rostro lleno de arrugas y la voz ya gastada por el tiempo. Camina apoyado en un bastón y le sigue a paso ligero el comandante Julio César Prado, de 78 años. Ellos son los bomberos más viejos del país.

Se conocieron hace casi 60 años en la Dirección General de Bomberos de Managua cuando llegaron para ser bomberos. Allí fueron formados al estilo de “la vieja escuela” por los fundadores de esa institución. Por eso son estrictos y de carácter fuerte, pero también son amables y bromistas. De los dos, el comandante Prado es el que más habla. Siempre ha sido así, confiesa el mismo.

Desde niños sabían que querían ser bomberos y en las seis décadas de servicio que cumplirán el próximo año han estado a punto de morir apagando incendios, pero aseguran que no se arrepienten de este oficio. “El bombero nace, no se hace”, afirman. Selva es hijo de uno de los comandantes fundadores, pero desde hace un par de año se retiró porque varias enfermedades complicaron su salud. Prado es quien aún está activo como bombero voluntario. Él llega de vez en cuando a la delegación y colabora con el Benemérito Cuerpo de Bomberos.

“Que nos maten”

Durante el terremoto de 1972 las cisternas de la estación de bomberos quedaron aplastadas y esto impidió que se controlaran los incendios. LA PRENSA/ Cortesía de Francisco López y Familia
Durante el terremoto de 1972 las cisternas de la estación de bomberos quedaron aplastadas y esto impidió que se controlaran los incendios. LA PRENSA/ Cortesía de Francisco López y familia

“Este cuartel quedó destruido con el terremoto. Era de dos pisos y el segundo piso se fue hacia la calle. Murieron dos muchachos ese día allí, uno quedó aplastado porque le cayó todo el techo y otro, que ese día se graduó de ingeniería, se fue a dormir en el segundo piso y cuando cayó la cornisa la cama quedó aplastada”, recuerda Selva.

Dos días después del desastre Ricardo Selva acompañó al entonces monseñor Miguel Obando y Bravo y un soldado para darle la bendición a los muertos. Allí vio una de las imágenes que más lo ha impresionado. Llegaron a los escombros del Divino Pastor y vieron a tres monjas que estaban abrazadas y aplastadas por una viga. Una de ellas estaba consciente y en cuanto los vio le dijo a monseñor Obando y Bravo: “Ay monseñor perdone lo que le voy a decir, que va contra mis principios cristianos que nos han inculcado, pero no aguantamos este dolor pida que nos maten”. Monseñor las bendijo y el soldado que andaba con ellos tomó su arma, se volvió a su derecha, disparó y acto seguido comenzó a llorar.

Julio César Prado también presencio cómo mataban a las personas que estaban atrapadas y que pedían morir porque tenían varios días así, pero lo que más le impresionó fue ver como quemaban a los muertos.

“Allí sucedían cosas que tenés que tener corazón duro para soportarlas. Quemaban a la gente, a otras que estaban prensadas las tenían que cortar por la mitad o las mataban. Aún recuerdo cuando quemaban a la gente y los cuerpos salían corriendo y después caían”, asegura.


Plano personal comandante Julio César Prado

  • Julio César nació en Managua en una familia pobre. Su papá nunca se ocupó de él y su mamá se dedicaba a hacer comida por encargo. Estudió hasta tercer grado de primaria.
  • En el amor no le ha ido tan bien, dice. Ha estado casado varias veces y dice que suma 22 hijos. Los menores tienen 24 años, pero ninguno de ellos se interesó en seguir sus pasos.
  • Además de bombero, ha sido camionero y conductor de ruta. Usa Facebook y Whatsapp sin problemas.
  • Una de las primeras veces en que Prado apareció en el periódico fue una vez que conduciendo una ambulancia una mujer embarazada dio a luz a gemelos y él tuvo que realizarle el parto. Todo ocurrió en un predio montoso antes que existiera Ciudad Jardín.

Vocación de bombero

Julio César Prado entró al Benemérito Cuerpo de Bomberos en 1958. Acababa de cumplir los 18 años, edad mínima para integrarse, cuando llegó a la delegación de bomberos buscando al doctor Joaquín Vigil Lejarza, comandante fundador de esta institución, para que le cumpliera una promesa que le había hecho años atrás.

—Yo fui su edecán en el Estadio Nacional cuando usted fue a un acto de scout —le dijo Prado al comandante Vigil—. Y cuando lo monté al carro usted me dijo que cuando tuviera 18 años viniera porque me iba a ser bombero y aquí estoy.

—Alabado, mi palabra vale. Andate para la delegación —le contestó el comandante Vigil.
Allí comenzó la historia del comandante Cuadrado, a como le dice Aminta Granera, primera comisionada de la Policía Nacional.

“(Granera) Me dice así porque una vez me mandaron a dejarle unas cosas y mi superior me advirtió que cuidado le agarraba reales. Entonces cuando le dejé todo, ella me ofreció darme dinero para que me comprara algo y yo no quise aceptarlo por más que insistió. Entonces de allí me encajó comandante Cuadrado”, recuerda Prado.

La historia del comandante Ricardo Selva es diferente. Él creció junto al Cuerpo de Bomberos de Nicaragua porque su papá fue el doctor René Selva, uno de los primeros bomberos de Nicaragua. Según recuerda, estuvo presente durante el acto de inauguración en 1936, chineado en las piernas del mismo comandante fundador de los bomberos, Joaquín Vigil. Por eso, desde pequeño supo que quería dedicarse a esta tarea.

Al Cuerpo de Bomberos llegaba con frecuencia aún antes de pertenecer oficialmente. Por eso es que dice tener la misma cantidad de años siendo bombero que el comandante Prado. Pues para entrar oficialmente al Cuerpo de Bomberos debía tener mínimo 18 años.

La vida por el servicio

Don Ricardo Selva (quinto de izquierda) junto a miembro del Benemérito Cuerpo de Bomberos. Su papá, el comandante René Selva es el séptimo de izquierda a derecha. LA PRENSA/ CORTESÍA
Don Ricardo Selva (quinto de izquierda) junto a miembro del Benemérito Cuerpo de Bomberos. Su papá, el comandante René Selva es el séptimo de izquierda a derecha. LA PRENSA/ CORTESÍA

En las casi seis décadas de servicio como bomberos tanto Selva como Prado han estado a punto de morir varias veces. Una de ellas ocurrió en uno de los incendios de la venta de pólvora La Caimana, allá por 1960. En esa ocasión Selva fue con su papá el comandante René Selva a tratar de apagar el fuego, pero cuando estaban dentro del establecimiento hubo una explosión y ambos resultaron heridos.

“En ese incendió descubrí un cuarto que estaba lleno de pólvora y mi papá y yo llegamos a tratar de apagarlo, pero en eso hubo explosión que los sacó a pegar en un cerco de alambre y este hirió la piel de ellos. Tanto que a Selva le tuvieron que realizar una operación porque el alambre se le incrustó en la piel”.

Irónicamente Prado no ha tenido ningún accidente grave apagando incendios, pero sí estuvo a punto de morir es una ocasión que se le dañaron los frenos en una cuesta. Él andaba trayendo un camión grande que tienen una escalera y casi se estrella. Es vez salió vivo de milagro, dice agradecido.

Miedo a la muerte

Si hay algo que el comandante Julio César Prado no puede soportar es trasladar a muertos en su ambulancia. Por irónico que parezca, cuando esto ocurre se pone tan nervioso que comienza a fantasear, siente escalofríos y automáticamente acelera su ambulancia. Pero no es cualquier muerto el que lo hace sentir así, pues ha trasladado fallecidos en accidentes, apuñalados y no siente nada, pero si la persona fallece por causas naturales la cosa cambia.

Al inicio de su carrera como bombero, cuenta que le asignaron trasladar a Matagalpa a un hombre que había sido desahuciado. Él al enterarse intentó que otro lo trasladara, pero no tuvo éxito. No precisa el día exacto, pero sí recuerda que él iba manejando y que a su par iba un camillero. Detrás suyo, en la ambulancia, estaba el hombre a punto de morir.

“Como el hombre venía detrás mío, yo escuchaba como hacía los ronquidos que hacen las personas cuando van a morir y cada que los oía el miedo me inundaba. Hasta que una de esas le dije al camillero que fuera a ver cómo estaba y me confirmó que ya había muerto”, recuerda.

En ese momento el miedo lo inundó y no hizo otra cosa más que acelerar. Ya era de noche y el camino estaba lleno de baches. Recuerda que cuando llegaron a la comunidad donde lo esperaba su familia no esperó mucho para bajar el cuerpo de la ambulancia. Era una comunidad tan pobre que no les cobró por el viaje. Hasta ese momento, que ya no llevaban al difunto se controló. Esto le ocurrió en varias ocasiones y aún no se explica por qué le pasaba. Solo sabe que durante su carrera ha visto accidentes muy graves, muertes impactantes, pero nada de eso logró atemorizarlo tanto.

“No sé qué pasa porque he visto una gran cantidad de accidentes y no me ocurre esto. Una vez le tuve que volver a juntar la cara a un hombre que se accidentó por la pista que está por Las Piedrecitas y no me dio miedo”, responde.

Selva por su parte dice que ha perdido el miedo. A veces cuando está dentro de un edificio en llamas se siente nervioso y teme morir, pero en ese momento se enfoca en apagar el incendio y los miedos que puede tener desaparecen.


Plano personal comandante Ricardo Selva

  • Siempre ha sido bombero voluntario y logró graduarse de Administración de Empresas, tiene una maestría de Incae y dos especialidades.
  • Está casado y tiene tres hijos, pero ninguno se dedica a esta profesión, sino que son sus nietos quienes están integrados en la brigada infantil.
  • Fue fundador del Sistema Nacional para la Prevención, Mitigación y Atención de Desastres (Sinapred) y del plan nacional de emergencia, además fue vicepresidente de bomberos latinoamericano.
  • Además de su papá, dos hermanos más de Selva fueron bomberos.
  • La familia de Selva estuvo involucrada en la creación del Cuerpo de Bomberos que surgió en los años treinta después que ocurrió el terremoto. En ese tiempo su abuelo administraba la capital y fue uno de quienes apoyó el proyecto de creación.

El ocaso de los bomberos

Los comandantes Prado y Selva son muy respetados en la Dirección General de Bomberos. Llegan como si esta fuera su segunda casa y con quienes se topan los saludan al estilo militar con la mano en la frente. Ahora sus vidas son más relajadas que hace unos años. Selva por problemas médicos ya no está activo, pero pasa al tanto de todo en su casa. Prado aún está como voluntario y dice que nunca va a dejar de ser bombero, aunque se muera lo seguirá siendo.

Antes de llegar a la delegación de bomberos ubicada contiguo al Estadio Nacional, Prado llama a Selva y le dice:

—¿Ya estás listo? Ya vamos para donde vos.

—No encontré mi camisa de gala, se alcanza a oír por el parlante del teléfono.

—¿Y así me hiciste vestirme de gala? —le reprocha Prado—. ¿Cómo no las vas a encontrar si ya estás por usarla para tu entierro? —bromea el comandante Prado y seguido le dice: “Estate listo que en 15 minutos llegamos, estas son las últimas fotos que nos van hacer”, dice antes de colgar el teléfono.

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