Este domingo 17 de diciembre se conocieron en América Latina dos lecciones completamente opuestas sobre la democracia, una en Chile y la otra en Honduras.
En Chile, apenas un par de horas después que terminó la votación para elegir al nuevo presidente de la república se conoció que el vencedor fue el opositor, expresidente y demócrata de centro derecha, Sebastián Piñera.
Fue una elección absolutamente limpia que no dio lugar a ninguna duda. Y también fue impresionante que al final de la jornada, el derrotado candidato oficialista, el demócrata de centro izquierda Alejandro Guillier, no solo reconoció la victoria de Piñera sino que se presentó públicamente con él y declaró su disposición a respaldarlo en todo lo que sea necesario y posible. En tanto que el presidente electo expresó su voluntad de gobernar en representación real de todos los chilenos.
Sobre el significado del triunfo de Piñera se pueden hacer diversas conjeturas, como por ejemplo que es una confirmación del viraje político de la región a la derecha y que el populismo bolivariano sigue en retirada. Pero independientemente de cualquier significación real o simbólica del resultado de los comicios chilenos, lo más importante es la lección de fortaleza democrática y de transparencia electoral que ha dado Chile, una vez más.
¿Se podrá en Nicaragua alguna vez tener elecciones limpias y justas como la del domingo pasado en Chile? ¿Será posible que terminen de una vez y para siempre los gobernantes nicaragüenses que se atornillan al poder por medio de fraudes, pactos corruptos, trampas judiciales, represión y demás acciones políticas delincuenciales?
Tenemos la certeza de que sí se podrá. Aunque por ahora sean pocos los que luchan por la democracia y la decencia electoral y gubernamental, tarde o temprano su esfuerzo dará los frutos que necesita Nicaragua y hacemos votos porque sea lo más pronto posible.
La otra lección sobre democracia, pero en negativo, fue la que se dio también el domingo pasado en Honduras, donde hasta tres semanas después de la elección presidencial el Tribunal Electoral pudo declarar vencedor al reeleccionista presidente Juan Orlando Hernández.
Sin embargo, no hay certeza —o al menos queda una espesa sombra de duda— de que en realidad Hernández haya ganado limpiamente la elección presidencial. No solo por los alegatos de fraude que hacen el candidato izquierdista de oposición, Salvador Nasralla, y quienes están detrás de él, y por tanto no reconocen la proclamación del Tribunal Electoral, sino por las muchas irregularidades ocurridas durante el proceso, constatadas y mencionadas por los observadores internacionales.
Expresamente la Misión de Observación de la OEA declaró este mismo domingo que el proceso electoral fue de baja calidad y “no se puede garantizar que las dudas sobre el proceso se hayan despejado”.
En Chile, pues, se dio una brillante lección de democracia auténtica, mientras que en Hondura ha sido todo lo contrario. Políticamente el país vecino sigue siendo una república bananera, lo mismo que Nicaragua, muy lejos de la ejemplar república democrática chilena.
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