Alegorías del silencio es la nueva obra poética de Douglas Blanco Aragón, el más entusiasta lector y autor de poesía que he conocido en los últimos años.
A través de sus versos, se revela como un poeta escéptico en materia religiosa, sensual y hasta transgresor como guerrero de Venus, defensor del medioambiente, crítico de los funcionarios corruptos y escritores engreídos y ególatras.
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La mayoría de los libros de Douglas Blanco Aragón han sido editados por PAVSA. Desde 2008 a la fecha sus publicaciones han aparecido, cada año, con mayor número de páginas, con toque más personal y con palabras más precisas y expresivas.
Seguramente, los títulos de las obras de Douglas Blanco superan el número de años de su escolaridad y por esto yo afirmo de él que es un poeta que, dando más de lo que ha recibido, aporta con creces a la cultura.
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Versos sencillos
En él se cumple lo que dicen sus versos: un escritor es un ángel, aprende mientras va enseñando.
Los versos de Blanco Aragón son sencillos, sin afanes métricos ni adornos metafóricos.
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En tono coloquial y con acento didáctico, proverbial e incluso sapiencial su poesía rezume bondad y sabiduría vivida.
Los sonetos de este autor prescinden de la rima y a veces altera sus estrofas colocando los cuartetos en los extremos y los tercetos en el centro.
Encomiable es la obra de este poeta por su afán autodidacta y su constante voluntad de superación.
Libros publicados
El escritor Douglas Blanco Aragón (Chontales 1948) ha publicado: Esas Estancias Insondables (2008), El mundo esconde su sueño (2012), La Guerra Final (2013), Caminos y En busca de libertad —ambos publicados en 2014—. Huellas (2015), Poesía sin nombre (2016), y en 2017, los libros Auroras y ocasos, y Alegorías del silencio.
*Escritor y académico
Bogando
repleto de ensueños,
viento en popa navego
hacia el puerto que me espera.
He lanzado al mar:
La chatarra de mis sueños,
los desengaños y escalofríos,
las viejas cicatrices y los desconsuelos…
Voy libre de tormentas y abismos.
Llevo sellados mis oídos al canto de sirenas.
Y el alma encendida en mi bandera blanca.
Dejé el esquife en las laderas carcomidas,
porque sé que llegaré al puerto programado.
¡Qué ya casi llego, y que llegaré!