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Navidad
Iván de Jesús Pereira

Estén alegres, es Navidad

“El pueblo que caminaba en tinieblas divisó una luz grande, habitaban el oscuro país de la muerte, pero fueron iluminados. Tú los has bendecido y multiplicado, los has colmado de alegría. Es una fiesta ante ti como un día de siega, la alegría de los que reparten el botín. Pues el yugo que soportaban y la vara sobre sus espaldas, el látigo su capataz, tú los quiebras como el día de Madián.

Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado; le ponen en el hombro el distintivo del rey y proclaman su nombre: “Consejero admirable, Dios fuerte, Padre que no muere, príncipe de la Paz”. El imperio crece con él y la prosperidad no tienen límites, para el trono de David y para su reino: Él lo establece y lo afianza por el derecho y la justicia, desde ahora y para siempre. El celo del Señor lo realizará” (Isaías 9, 1-3-5-6).

Dios con nosotros, eso es Navidad. “Y El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” Juan. 1-13. Lo demás es secundario, es superficial. Lo importante es meditar en el misterio, es reconocer el amor infinito de Dios a nosotros, hasta el punto que como dice Benedicto XVI reconozcamos a “Aquel que se humilló hasta el extremo para devolvernos a nuestra dignidad original”. Lo importante en estas fiestas no son los árboles, luces y oropeles con que el comercio pretende ocultarla. Lo importantes es reconocer que: “Tú sigues siendo, Señor nuestro Padre, y nosotros somos la arcilla, y tú Señor el alfarero; somos todos obra de tu mano”. Isaías 63- 2b-7.

Lo importante es hacer viva tu palabra cuando dices: “Yo, el Señor, te tengo asido por diestra y yo mismo soy el que te ayuda. No temas, gusanito de Jacob, oruga de Israel, que soy yo, dice el Señor, el que te ayuda; tu redentor es el Dios de Israel”. Isaías: 41-13.

Navidad tampoco es melancolía, sumergirnos en los recuerdos de experiencias pasadas, recordar a los que se nos han ido, o lo ausentes, o los que no quisieron venir. Navidad es algo más profundo, es el descubrimiento a todos los hombres de buena voluntad, de la buena noticia del Evangelio, no como rayo fugaz en la noche, sino como luz permanente que ilumina y alegra toda la vida.

Navidad es la gran oportunidad de acordarse del pobre, del afligido, del oprimido y del indigente de la tierra, ya que este es el día en que “brotará un renuevo del tronco de Jesé, y de su raíz florecerá un vástago. Sobre él se posará el Espíritu del Señor; Espíritu de consejo y valentía, Espíritu de ciencia y temor del Señor. Inspirará el temor del Señor. No jugará por apariencias ni sentenciará solo de oídas, juzgará a los pobres con justicia, con rectitud a los desamparados. Herirá al violento con vara de su boca, y al malvado con el aliento de sus labios”. (Isaías 11- 1-2-3).

Navidad es la gran oportunidad para que estas fiestas del nacimiento del Señor “alejen las tinieblas de quienes viven sumergidos en dudas e incertidumbres, y colmen los deseos de quienes se sienten descorazonados y tristes, ya que solo él que es el Santo de Israel, y puede decir: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. Me ha enviado para dar la buena noticia a los que sufren, para vendar los corazones desgarrados, para proclamar la liberación a los cautivos, y a los prisioneros la libertad, para proclamar el año de gracia del Señor” (Isaías: 61, 1-2).

“Un niño nos ha nacido” (Isaías 9.5) Es la palabra central en estas fiestas, que hoy revivimos. “Nace un Niño. Aparentemente, uno de tantos niños del mundo. Nace un Niño en un establo en Belén.

Nace, pues, en una condición de gran penuria: pobre entre los pobres. Pero Aquel que nace es “el Hijo” por excelencia: Este Niño es el Hijo de Dios, de la misma naturaleza que el Padre. “Era el Verbo y el Verbo estaba frente a Dios y el Verbo era Dios. El Verbo estaba en el principio frente a Dios. Todo se hizo por Él y sin Él no existe nada de lo que se ha hecho” (Juan 1- 1-2). Anunciado por los profetas. “Se hizo hombre por obra del Espíritu Santo en el seno de la Virgen María”.

Pero Dios dispone que a pesar de la oscuridad y pobreza en que llega al mundo, sea inmediatamente reconocido por los hombres y reciba los primeros homenajes de su devoción. ¿Pero quiénes son los primeros que lo reciben? Unos humildes pastores, puesto que los grandes de la tierra, los más sabios entre los judíos y los gentiles, los ancianos y los príncipes, los que parecían estar encima del nivel común de la humanidad, fueron pasados por alto. Solo algunos pastores que en aquellos momentos vigilaban los rebaños tuvieron el privilegio de ver a un ángel que se les apareció rodeado por una luz resplandeciente. En el primer momento, los pastores se sintieron sorprendidos por el temor, pero entonces, el ángel les habló. “¡No teman! Les dijo. Son buenas las nuevas que les traigo y será motivo de gran júbilo para todas las gentes. Porque en este día les ha nacido un Salvador, que es Cristo, el Señor, en la ciudad de David”. Eso esencialmente es Navidad.

El autor es abogado.

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