Alexander “Popeye” Mejía peleó como pelean los valientes. En su primera pelea fuera de casa, específicamente en Japón el día de navidad, el muchacho confirmó la hipótesis de que en terrenos contrarios de nada sirven las contemplaciones y salió a darlo todo en cada asalto.
Del primero al décimo, entre el todo y la nada, Mejía desplegó sus combinaciones hostigosas, trabajando a media distancia, y aunque la decisión mayoritaria (97-96, 96-95, 96-96) a favor del japonés Hiroshige Osawa le clava oficialmente la primera derrota de su carrera, no hay porqué entristecerse: los jueces se fueron por el de casa.
Las expectativas sobre Mejía, quien pisó suelo nipón por primera vez después de ocho peleas sin derrotas y cuatro nocauts, se cumplieron de forma fiel. Su valentía, su tesoro más valioso, lo puso a pelear mostrándose ampliamente suelto, confiado, a pesar de la experiencia acumulada de Osawa, ganador de más de 30 combates.
Se fajó
Matemáticamente, “Popeye” debió ganar con los puntos con que los jueces apostaron por el triunfo de Osawa, ya que no lo hizo sentir cómodo en todo momento, se metió en los terrenos bravos con autosuficiencia y no pecó por falta de oxígeno, dirigido desde su esquina por su entrenador Sergio Quintana.
En la prefectura de Osaka, donde se llevó a cabo la pelea, Mejía fue aplaudido, aunque su rostro lo que mostraba era la insatisfacción del trabajo cumplido pero no reconocido. Se entregó sin medidas, y más que una derrota, aprendió una lección: hay que usar de escoba al de casa para ganar.