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Róger Mendieta, FSLN
LA PRENSA

Perspectivas de la reforma electoral

En su informe final sobre las votaciones y asignaciones municipales de noviembre pasado, generoso con el régimen de Daniel Ortega, la OEA reiteró que es necesario hacer algunas reformas al sistema electoral de Nicaragua.

En sintonía con la OEA, el dictador Daniel Ortega ha manifestado que está dispuesto a hacer algunas reformas electorales el próximo año, sin adelantar en qué consistirían. Pero no hay que ser adivinos para saber que Ortega no aceptará, al menos por ahora, que el sistema electoral de Nicaragua sea ajustado a los estándares internacionales de la democracia representativa, particularmente a los establecidos en la Carta Democrática Interamericana.

La verdad es que el objetivo superior de Ortega es mantenerse en el poder a como sea. De manera que no aceptaría reformas electorales sustantivas que garanticen la libre competencia política. Y por motivos que no conocemos, la OEA ha sido complaciente con Ortega. Así lo ha demostrado desde que suscribió el Memorando de Entendimiento con el Gobierno de Nicaragua, el 28 de febrero de este año, y lo confirmó con su pírrico informe final sobre las elecciones municipales del 6 de noviembre pasado.

Ortega habla de reformar el sistema electoral, pero no para hacerle modificaciones de fondo sino para maquillarlo, de acuerdo con la antigua regla maliciosa del Gatopardo de hacer cambios para que no cambie nada.

Por el contrario, la reforma que plantea la oposición antisistema es para sustituir el sistema electoral fraudulento del régimen orteguista con uno limpio y democrático. Sin embargo, mientras no se modifique el actual balance de fuerzas políticas del país no hay posibilidad de que la propuesta de la oposición democrática sea aceptada. Esto solo sería posible si el régimen de Daniel Ortega cayera en una crisis que lo forzara a negociar una salida de la dictadura; que lo obligue a arriesgar el poder en una competencia electoral básicamente justa y competitiva como la que tuvo que aceptar y perdió en febrero de 1990.

Ahora bien, a pesar de que por ahora no hay posibilidad de que la propuesta de reforma electoral democrática sea aceptada, es muy importante sostenerla y fortalecerla.

Primero, porque es necesario reafirmar que la única salida posible y aceptable de la dictadura orteguista, es la pacífica, cívica y electoral. El camino de la violencia en cualquiera de sus formas no solo no es viable, sino que siempre ha conducido a la instauración de una nueva dictadura.

Segundo, porque Daniel Ortega en cualquier momento puede caer en una crisis que lo obligue a ceder y negociar, ya sea por la agudización de sus propias contradicciones internas o por la influencia de factores externos poderosos.

No solo la OEA y su secretario general Almagro están interesados en la situación actual y el futuro político de Nicaragua. Así lo demuestran la sanción de la Ley Magnitski contra Roberto Rivas Reyes y la amenaza todavía más grave de la Ley Nica Act contra el régimen orteguista.

Editorial Daniel Ortega dictador editorial LA PRENSA archivo
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