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Pinita Gurdián Mántica

El sentido de la Navidad

En Nicaragua y en muchos países de Latinoamérica, vivimos tiempos de oscuridad. Poco a poco ha ido desapareciendo el fervor y también la ilusión de cambios, de construir una sociedad del hombre y la mujer nueva, por la que tantas personas ofrendaron sus vidas.

Cada día el pasado se va haciendo presente en nuestra sociedad. Parece que somos duros de cabeza y de corazón. Nos vamos acostumbrando a ver como algo natural la pobreza y las desigualdades.

El consumismo y la propaganda son el pan de cada día.

Un ejemplo de ello es la forma en que en el mundo occidental se celebra la Navidad. El padre José Antonio Pagola en uno de sus libros, El camino abierto por Jesús, comenta cómo poco a poco vamos consiguiendo celebrar fiestas entrañables sin conocer exactamente su razón de ser. Nos felicitamos y no sabemos por qué. Se anuncia la Navidad y se oculta el motivo

Los nicaragüenses, en su mayoría, nos proclamamos cristianos pero en la práctica esto se reduce a ritos y cumplimientos de ciertos preceptos. El papa Francisco desea renovar la Iglesia haciendo y aconsejando que se realicen cambios, que hagan de nuestra Iglesia una verdadera madre. Él quiere renovar la Iglesia, de una anquilosada en preceptos y normas, a una cercana, y misericordiosa.

Más parecida al Dios padre y madre que nos ama y nos perdona todo. Sin embargo, en lugar de llenarnos de una gran alegría, existen personas laicas y aún clérigos que se oponen rotundamente a cualquier cambio y para quienes él ha venido a ser una piedra en el zapato, pues los llama a salir de su comodidad y de los privilegios adquiridos por su posición de poder.

Los sacramentos van perdiendo su contenido. Un ejemplo de ello es cuando se pregunta dónde bautizaste a tu niño, o recibiste tu primera Comunión o te casaste. La respuesta es casi siempre la misma: en el Terraza o en el hotel tal. El sacramento, algo tan sagrado, se reduce a la celebración, a la fiesta. Esta ocupa el lugar principal y muchas veces, se convierten en celebraciones suntuosas, exageradamente costosas y a veces escandalosas, haciendo caso omiso de la pobreza que se vive en nuestro país. Hemos regresado a costumbres, que según el poema de José Coronel Urtecho, no volverían. Lo expresó bellamente en un poema escrito durante los años ochenta: No volverá el pasado.

Si aceptamos a Dios como nuestro padre y madre, tenemos que aceptar que nuestros prójimos son nuestros hermanos y hermanas. La pobreza y las desigualdades en este país hablan por sí solas, y todos y todas somos responsables por ella.

Que este Jesús, a quien todos cerraron las puertas, teniendo que nacer en la mayor pobreza recostado en un pesebre, nazca en nuestros corazones y podamos ser fieles a los ideales de un mundo habitado por hombres y mujeres nuevas. Cristianos que tomemos partido para empujar cambios estructurales en democracia, que permitan a cada persona tener el mínimo para vivir una vida digna.

La autora es empresaria cristiana.

[email protected]

Opinión Navidad Nicaragua archivo
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