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El pensamiento crítico y la crisis del pensamiento

Que el año 2018 sea un punto de partida para reconstruir los valores y principios perdidos en el afán utilitario del poder económico

Al iniciarse el año 2018 se observa un panorama de crisis generalizada en la cual inciden una multiplicidad de factores políticos, económicos, sociales, medioambientales, al igual que expresiones brutales de fundamentalismo, que hacen del mundo actual un escenario de confrontación y destrucción, sin que se observe con claridad las opciones que pudieran contribuir a construir la nueva sociedad que sustituya a la de hoy.

Sin perjuicio de las circunstancias específicas de cada situación, hay una característica general que concierne a todas y que subyace a las causas concretas que generan los comportamientos que conforman el mapa crítico del presente.

En general, se podría decir, existe una ruptura entre el pensamiento y la realidad, la razón y la acción, la teoría y la práctica, de tal manera que el actuar deviene un comportamiento mecánico, instrumental e instintivo, y el pensar, un acto vacío, una abstracción en la que las ideas se encuentran al margen de la realidad, y recíprocamente, esta de aquellas.

En las grandes crisis, la filosofía ha presentado propuestas, las que si bien tienen la intención de proyectarse en forma universal, están motivadas por el contexto específico en el que surgen y actúan, dando pie a una dialéctica interactiva de acción y reacción, cuya síntesis resulta en una propuesta en la que participan en forma integrada ambas expresiones.

El Racionalismo, la Ilustración, la Teoría Contractualista, fueron propuestas filosóficas que se integraron a la realidad histórica en los siglos XVIII y XIX; el Idealismo de Hegel en el siglo XIX; el Marxismo, en el siglo XIX y en el siglo XX; la Teoría de Keynes al final de la tercera década del siglo XX; el Existencialismo, en los años 40 del siglo XX, después de la Segunda Guerra Mundial, han sido algunas propuestas filosóficas cuya relevancia en el debate de su tiempo es innegable.

Esto no quiere decir que las grandes verdades se encuentran necesariamente en las propuestas filosóficas a las que la realidad debería someterse, pues en ellas pueden encontrarse también los grandes errores. Lo que se quiere decir es que en determinados momentos de crisis la propuesta filosófica ha surgido y ha sido parte esencial del debate entre la realidad y el pensamiento, en el cual se construye la alternativa que podría sustituir a la sociedad atrapada en el conflicto y la contradicción.

En el presente, el pensamiento filosófico enfrenta el desafío de formular una propuesta de valores y principios que contribuya a superar la presente crisis y a encontrar, o a construir, nuevos caminos por los que transite la realidad contemporánea.

A partir de los años 70 del siglo XX, hemos visto cómo se han tratado de imponer las ideas del mal llamado neoliberalismo, que es más bien un viejo liberalismo, y de abolir las ideas y prácticas del sistema surgido de la crisis de 1929 y del pensamiento de John Maynard Keynes.

Hoy vemos como el pretendido modelo del Capitalismo Corporativo Transnacional atraviesa una crisis profunda, sin que exista todavía una propuesta que constituya una nueva opción y que alimente el necesario debate sobre las ideas sugeridas y la realidad presente.

Ese vacío debe ser llenado por la filosofía y el pensamiento crítico que deben presentar para la necesaria discusión las alternativas que consideren convenientes, pues ese es el papel que les corresponde ante la situación presente.

La filosofía debe pensar la realidad, reflexionar sobre su tiempo y su mundo con rigor y creatividad. Debe desarrollar lo intuitivo y armonizarlo con lo racional, recuperar el equilibrio del individuo y la sociedad y recomponer la fragmentación, hoy más que nunca acentuada por las exigencias de la vida contemporánea.

Por ello, el pensamiento debe surgir de las entrañas mismas de su tiempo histórico, del corazón del mundo que goza y padece sus propias realidades; debe por eso ser una filosofía reconstructiva que facilite la unidad integral del ser humano y que recupere su propia realidad.

Debe enfrentar el drama de la conciencia desgarrada, la ruptura entre el ser que piensa y el ser que siente, entre la técnica y el arte, el pensamiento y la acción, ciencia y conciencia, razón y vida, derecho y poder.

Es necesario enfrentar esa situación que ha llevado a una inversión de valores por la que los medios, los instrumentos técnicos, se han transformado en fines, mientras que el ser humano, verdadero sujeto y destinatario de la historia, ha devenido instrumento y medio.

La deformación de la “Razón histórica” en “Razón Instrumental” ha llevado a la humanidad a desconocer las diferentes identidades de los pueblos y los seres humanos en su esencial singularidad, y a desunir, a la vez que se pretende uniformar, mediante recetas globales que olvidan las características particulares de cada sociedad.

La filosofía es el más alto esfuerzo de relación e integración entre el pensamiento y la realidad. Es una tarea de reconstrucción, integración e incorporación entre la razón y la acción, la superación de esa doble orfandad que significa desprender la razón de la vida y la vida de la razón.

Ante la crisis ética que plantea la fragmentación, una nueva ética debe surgir; ante el derrumbe de los valores, nuevos valores deben aparecer, y en medio de todo, debe consolidarse una conciencia crítica y un pensamiento que reconstruyan la identidad de la persona y la sociedad, y que reintegren en una acción conjunta y dialéctica la razón y la acción, la idea y la realidad.

Es imperativa la concertación de un nuevo contrato social planetario en el que se construyan las opciones y alternativas a la crisis del presente. El pensamiento crítico es alternativa a la violencia de nuestro tiempo, razón al servicio del humanismo para restituir los valores perdidos de libertad, solidaridad y humanidad, y ética que se pregunta por la acción del ser humano y nos propone los fines y los medios llamados a dar sentido y dirección a la realidad que se vive y padece en el momento actual.

Que el año 2018 sea un punto de partida para reconstruir los valores y principios perdidos en el afán utilitario del poder económico, y sea también un momento, entre otros, para tomar conciencia de la necesidad de superar la fractura entre el pensamiento y la realidad y para reintegrar la razón y la acción en una unidad necesaria para la construcción de una nueva sociedad.
El autor es jurista y filósofo nicaragüense.

Columna del día Liberalismo Pensamiento crítico archivo

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