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Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, director martir del Diario LA PRENSA. Foto: LA PRENSA/ ARCHIVO

Detrás de la sangre

Este caso del comercio con sangre humana, llevado a cabo por nacionales en conexión con cubanos-norteamericanos cuya acción en Nicaragua debe de avergonzar a quienes son de su misma nacionalidad, será expuesto por nosotros en el exterior

Todos sabemos quién está detrás del comercio de sangre humana.

(Nota del Editor: El doctor Chamorro Cardenal se refería en este editorial a Plasmaféresis, empresa del cubano estadounidense Pedro Ramos cuyo negocio era comprar sangre a personas muy necesitadas, para extraer el plasma y venderlo a Estados Unidos. Plasmaféresis funcionaba en una propiedad de la familia Somoza. Por las denuncias de LA PRENSA de este infame negocio, Pedro Ramos demandó ante los tribunales somocistas al doctor Chamorro Cardenal y después que este fue asesinado se le acusó de supuesto autor intelectual del horrendo hecho criminal).

Los predios donde se encuentra instalado el laboratorio que convierte la necesidad de muchos desafortunados en dólares para unos cuantos extranjeros, lo dicen.
La protección fiscal, lo dice.

El miedo de las autoridades sanitarias, lo dice.
La protección que ha dado el gobierno a esta inicua industria calificándola de fundamental para el desarrollo del país, lo dice.

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La injerencia de cubanos con nacionalidad norteamericana prestada, lo dice.
El hecho de reunirse la directiva de los comerciantes de sangre humana en Miami, lo dice.

Todos sabemos repito quién está detrás de ese lucrativo y despreciable negocio, cuya base es la explotación de la necesidad social. De un negocio prohibido en muchísimas partes del mundo, y cuyos promotores han salido a espetaperros hasta el más subdesarrollado estado policía de Latinoamérica, como es Haití.

En Haití habrá vudú, pero no plasmaféresis, porque al gordito dictador de Haití le queda por lo visto un poquito de conciencia, de responsabilidad ante la historia y ante el mundo exterior, razones por las cuales ha escuchado lo que dicen la Organización Mundial de la Salud, la Cruz Roja Internacional y las Naciones Unidas.

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Aquí esas voces no se oyen, porque los oídos que debieran escucharlas están interesados en oír solo las cifras de los balances millonarios de la plasmaféresis; y al revés, aprovechan los dineros de la iniquidad para tratar de callar a quienes levantan su voz en defensa de la dignidad de la persona humana, utilizando lo que más de una vez se ha descrito como método de “persecución legal”, que es sucedáneo de las censuras y los estados de sitio.

Naturalmente que este caso del comercio con sangre humana, llevado a cabo por nacionales en conexión con cubanos-norteamericanos cuya acción en Nicaragua debe de avergonzar a quienes son de su misma nacionalidad, será expuesto por nosotros en el exterior —Naciones Unidas, OEA, Cruz Roja Internacional, etc.— en toda su dimensión, explicando con detalles quién está detrás de todo este nuevo affaire, y por qué las normas internacionales no se cumplen en Nicaragua en asunto tan importante como es este de preservar la salud de los ciudadanos.

Por último, y ya dentro de consideraciones morales: si la Biblia condena acerbamente a Manasés porque “derramó mucha sangre inocente en gran manera, hasta llenar con ella Jerusalén de extremo a extremo”. (Reyes 21.16) ¿Qué habría dicho de él, si además hubiera vendido la sangre de su pueblo a los filisteos o a los romanos…?

Publicado en LA PRENSA el 18 de noviembre de 1977, semanas antes de ser asesinado.

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