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Hugo Ramón García

Asesinato sigue sin aclaración

Muchas opiniones se han expresado en torno al asesinato del doctor Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, del que hoy se cumplen cuarenta años.

El doctor Chamorro no solamente en el somocismo tuvo enemigos, sino también en otros sectores de la sociedad nicaragüense. No se puede, por tanto, seguir enjuiciando a un solo sector, o a una sola persona, atribuyéndole ese asesinato.

Sistemáticamente se le atribuye al último Somoza la materialización de ese asesinato, pero no se puede ser tan parcial para ver el caso de un solo lado. No es mi intención exonerar a Somoza por sus crímenes cometidos al amparo del poder, pero como en este país las fuerzas del mal situadas dentro del crimen organizado tienen una vigencia indudable, pienso que no se puede descartar la posibilidad de que en determinados sectores se hayan figurado potenciales intereses por deshacerse físicamente del doctor Chamorro, cuya muerte atroz estremeció en lo más hondo el espíritu nicaragüense.

Cuando el doctor Chamorro se alzó en armas en Olama y Mollejones, en mayo de 1959, acción en la que fue acompañado entre otros por el somoteño excapitán de la Guardia Nacional (GN), Víctor Manuel Rivas Gómez, pudo haber sido una oportunidad para que el dictador Anastasio Somoza Debayle se deshiciera de él, pero más bien fue todo lo contrario. Por lo que sé, en esa ocasión antes de que las patrullas de la desaparecida GN salieran hacia Chontales a “combatir” a los rebeldes, Somoza llamó a su despacho a los oficiales Gustavo Guillén y Carlos Malespín, y tajantemente les dijo: “Ustedes me responden por la vida de Pedro Joaquín”.

Entonces, poniendo la lógica a funcionar, ¿iba Somoza a esperar 19 años después para ordenar la liquidación física del doctor Chamorro Cardenal?

Todo lo que ocurrió el 10 de enero de 1978, el tiempo lo determinará cuando los nubarrones de la incertidumbre desaparezcan por completo y se establezca definitivamente la verdad, sentando en el banquillo de los acusados a los autores intelectuales, porque como lo deja establecido el viejo refrán: “En cielo, y tierra, no hay nada oculto”. El dedo acusador de la historia servirá de referencia para que en Nicaragua vengan verdaderos cambios, y la justicia limpie su demacrada imagen con el surgimiento de un Estado de derecho que claman las mayorías ciudadanas.

En otra ocasión, ya lejana en el tiempo, en un lujoso restaurante de Managua almorzaban Anastasio Somoza Debayle y su esposa, doña Hope Portocarrero, conjuntamente con un ministro de Estado y su respectiva esposa. De repente se presenta Samuel Genie, jefe de la Oficina de Seguridad Nacional, se cuadra militarmente y le dice al general Somoza Debayle: “Jefe, permítame un momento”. Somoza le contesta: “Hablá Samuel, estamos en confianza”. Entonces Genie le informa: “Anda circulando un rumor por Centroamérica de que hay un complot para matar a Pedro Joaquín Chamorro”. Entonces Somoza le replica: “Desde este momento, Samuel, te responsabilizo de lo que le pueda suceder a Pedro. Ponele una vigilancia muy sigilosa, de manera que él no sospeche que es ordenada por mí, porque ya se sabe que si viene de mí, la va a rechazar”. “Entendido jefe”, le responde Genie. Cuando este último se retira con los agentes de Seguridad, Somoza comenta a sus acompañantes: “El día que maten a Pedro, estoy liquidado”.

Esta versión que conocí en aquella época y se comentaba que provenía de alguna fuente responsable y veraz que tuvo a su alcance tal información. Pero como sea, al final hemos de ver que nada puede ser encubierto para siempre por el silencio, porque por mucho que se pretenda echar al olvido un hecho que ha causado una sensacional conmoción, los esfuerzos por callarlo no logran su objetivo.

Y las conciencias culpables inevitablemente serán medidas con igual vara como ellas han procedido, de acuerdo a los preceptos bíblicos.

El autor es periodista de Somoto.

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