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León Núñez

La peña El Bejuco y la peña Sierras de Paz

La peña El Bejuco y la peña Sierras de Paz son completamente distintas. La primera se fundó en Acoyapa hace más de veinte años y se reúne en diferentes lugares del país, mientras que la segunda, que es de reciente creación, celebra sesiones de lunes a viernes solamente en Managua a partir de las cuatro de la tarde en el centro comercial Galerías, y está formada por personas que estamos cerca del más allá, es decir, cerca de Sierras de Paz.

Hago esta introducción aclaratoria porque mucha gente que pasa al lado cuando está sesionando la peña capitalina pregunta si es la peña El Bejuco. Inmediatamente se les informa que no, que la peña se llama Sierras de Paz, y se les dice sin más explicaciones que se trata de dos peñas diferentes.

La peña El Bejuco es conocida por mis lectores. Todos saben que es una peña literaria, de teatro —cuenta con un importante cuadro dramático— y de análisis políticos. Por esta razón, por ser conocida, no voy a referirme a ella. Me voy a referir brevemente a la peña Sierras de Paz para que el lector conozca algo de esta peña que ya empieza a ser identificada con tan funerario nombre.

A pesar de que mucha gente cree que en la peña Sierras de Paz se “destaza” a la gente —¡qué no pueden decir las boquitas de esos viejos! exclaman algunas personas—, la verdad es que nunca he escuchado que se hable mal de alguien. También no son pocos los que piensan que la peña capitalina está formada por conspiradores políticos. Pero están equivocados los que piensan así y sobre todo pierden su tiempo los “orejas” que pululan cerca de la peña porque en la historia de la humanidad nunca han existido conjuras o conspiraciones encabezadas por viejos, y Nicaragua no va a ser la excepción histórica.

El tema del que más se conversa en la peña Sierras de Paz está relacionado con personas adineradas de la más rancia aristocracia de Managua, León y Granada. Como yo soy de Acoyapa y no conozco ni he tenido ni tengo vinculación con esas ilustres personas —algunas vivas y otras muertas— en esta conversación lo que hago es quedarme callado a la espera de que se hable de otra cosa, debiendo señalar que muchos miembros de la peña Sierras de Paz tienen un sentido muy desarrollado del cálculo económico, pues hablan, y con mucha seguridad y precisión matemática, de que fulano de tal tiene un capital de 1,500 millones de dólares, que zutano tiene 600, que mengano tiene 200, que perencejo no llega a treinta, etc., etc. En lo que todavía no se han puesto de acuerdo es sobre el capital de un señor al que le llaman “el renco”, que es un renco que tiene apellido pero que no lo recuerdo, porque unos dicen que tiene 1,200 millones de dólares, otros dicen que 900, no faltando los que le calculan 700. Quizás porque algunas mujeres muy jóvenes escuchan de largo estas conversaciones de millones empiezan a referirse a la peña Sierras de Paz como la “reunión de los viejos millonarios”.

Otro tema de conversación está relacionado con noticias de que alguien murió o está hospitalizado. Y cuando terminan de hablar del aristocrático árbol genealógico del muerto o del hospitalizado comienzan a detallar con gran conocimiento médico la sintomatología de la enfermedad de la que “murió el muerto” y de la sintomatología de la enfermedad que está “padeciendo el vivo”, es decir, el hospitalizado. Me llama la atención el extraordinario conocimiento de la ciencia médica que tienen algunos miembros de esta peña, que por cierto, no son ajenos a ninguna de las especialidades de la medicina. Por ejemplo, cuando alguien dice que le está doliendo algo el diagnóstico se da en segundos y la receta viene enseguida con una seguridad farmacológica impresionante.

Otro de los temas de conversación está referido a las mujeres. Me parece que todos son expertos en la belleza femenina. Cuando pasa una mujer alta, delgada, guapa, blanca y menor de 35 años, comentan su belleza, pero siempre lo hacen en voz baja, con admiración y respeto, aunque a algunos se les nota —tal vez soy mal pensado— una mirada de lujuria. Jamás he escuchado expresiones vulgares. Eso sí, nunca hacen comentarios cuando pasa una mujer vieja ni cuando pasa una mujer bajita, sea blanca o morenita. Tengo la percepción, quizás me equivoque, que a ninguno les gusta las mujeres viejas, bajitas ni mucho menos enanas.

Algunos pocos recuerdan con nostalgia sus conquistas femeninas y de su suerte con las mujeres —eso sí, son discretos, no dicen nombres—, pero hay uno de la peña que se las gana a todos pues afirma que se ha acostado con tres mil mujeres, empatando a Julio Iglesias que, según la revista Maxim, se ha acostado también con tres mil. Pero hizo hincapié en que había una diferencia entre Julio Iglesias y él: que de las tres mil mujeres con las que se había acostado ninguna se había bajado de la cama sin haberlo felicitado, lo que no ha sucedido, según él, en el caso del famoso cantante español.

La persona que lea este artículo inmediatamente notará la diferencia entre la peña El Bejuco y la peña Sierras de Paz. Mientras en la peña El Bejuco se habla de literatura, de teatro y de análisis políticos, en la peña Sierras de Paz se habla de aristocracia, de dinero, de muertos, de enfermos, de medicinas y de mujeres. Por consiguiente, esta es la explicación por la cual se trata de dos peñas completamente distintas, tal como lo afirmé al principio de este artículo.

El autor es abogado y escritor.

Opinión Acoyapa El Bejuco Sierras de Paz archivo
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