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Daniel Ortega, reformas

La soledad de Roberto Rivas

Si alguien va a creer el chiste de que Daniel Ortega está impulsado “una revolución” en Nicaragua, debería tratar a Roberto Rivas como una especie de Che Guevara. Hacerse camisetas con su cara.

Frankenstein

Roberto Rivas es una creación de Daniel Ortega. Rivas, el señor de los fraudes, el magistrado de la dolce vita, no apareció por generación espontánea. Es un producto de laboratorio. Fue, como en la novela Frankenstein, encontrar y juntar el material necesario para ir armado el monstruito. Tres porciones de codicia por acá, vitaminarle la falta de escrúpulos, extirparle la vergüenza, estimularle la gula, darle el poder, embarrarlo, subirlo a la tarima y darle vida. En la novela de Mary Shelley, Víctor Frankenstein abandona a su suerte al monstruo que creó, a su hijo putativo. En la novela de El Carmen, parece que también.

Indefendible

Nadie ha salido en defensa de Roberto Rivas. Ni los que lo han usado para los trabajos más sucios que funcionario alguno pueda cometer ni los que se han beneficiado de sus tropelías ni aquellos que desde su militancia creen con convicción que Rivas estaba en misión revolucionaria y que se sacrificó haciendo el trabajo que nadie más tiene estómago para hacerlo. No ha salido doña Rosario Murillo en sus letanías del mediodía invocando la protección de todos los santos, ni Daniel Ortega en sus diatribas fustigando al imperialismo yanqui, ni comparándolo a Rivas con Sandino o Zeledón o Andrés Castro, ni los Juventud Sandinista marchando en solidaridad, ni siquiera Cancillería emitiendo una nota de protesta. Nada. Silencio. Nadie lo defiende. Todos voltean a ver para otro lado. Silbando. Indefendible.

Somoza

Al menos Somoza García tuvo quien lo defendiera como el monstruo que era. Dice la leyenda que un día de 1939, cuando al presidente estadounidense Franklin Delano Roosevelt le llegaron a poner quejas sobre los desmanes del dictador nicaragüense, uno de los muchos que asolaban sus países para entonces en América Latina, habría dicho la siguiente frase: “He may be a son of a bitch, but he’s our son of a bitch” (Tal vez sea un hijo de puta pero es nuestro hijo de puta).

Soberanía y vergüenza

No soy yo de quienes creen que los Estados Unidos están destinados ser lo policías del mundo. No les corresponde ese papel. Si este fuera un país con un gobierno decente, sería el primero en estar pidiendo respeto. Pero no soy yo quien va a salir defendiendo la corrupción de Roberto Rivas como un asunto de soberanía nacional. Es que si aquí hubiese justicia Roberto Rivas debió estar desde hace mucho tiempo siendo investigado, procesado y posiblemente castigado. Preso. Al contrario, vergüenza debería darnos que sean otros países los que vengan a castigar desde sus leyes a nuestros corruptos porque aquí más bien los corruptos son la ley y el gobierno.

Revolución

Si alguien va a creer el chiste de que Daniel Ortega está impulsado “una segunda etapa de la revolución” en Nicaragua, debería tratar a Roberto Rivas como una especie de Che Guevara. Hacerse camisetas con su cara. Poner poster de Rivas en su cuarto y tal vez estudiar su ideario político que por ahora nadie le conoce, pero que se lo pueden construir como se ha hecho con otros. Siendo justos, nadie ha hecho más por el proyecto de Daniel Ortega que Roberto Rivas. Ortega no estaría donde está sin un Roberto Rivas que hiciera lo que hizo. Por eso me cuesta entender cómo es que no le dan su lugar en la galería de los grandes héroes de Ortega junto con el resto de lugartenientes: Byron Jerez, Wilfredo Navarro, el comandante Lucas, Pedro Reyes, Enrique Quiñonez, Álvaro Robelo, Carlos Canales, José Antonio Alvarado y otros más que son la más pura esencia del orteguismo. Cuando se haya consolidado la revolución de Ortega esto son los nombres que se estudiarán como próceres en los textos escolares de historia.

Club de sancionables

El club de los sancionables es grande. Hay funcionarios, políticos, militares y empresarios. Todos andan nerviosos. Todos piensan ahora en la tragedia de ser el próximo. Si Roberto Rivas es la criatura de laboratorio de alguien, y parte de ese equipo de corruptos que se han tomado los más altos cargos de gobierno en Nicaragua, ¿cómo es que solo su nombre apareció en la lista de sancionados por Estados Unidos? Porque Roberto Rivas es, a mi criterio, el botón de muestra de lo que puede sucederles a otros. Para que los “otros” pongan su barba en remojo. Estados Unidos sabe donde les duele. Porque si estos fueran revolucionarios de la vieja escuela, de montaña y fusil, les valdría un pepino estar en una lista negra de Estado Unidos. Pero que va, estos son revolucionarios de prebendas, cuentas en el extranjero, aviones privados y negocios. Les duele el dinero. Ahí les pegan.

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