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Cartas al Director, farsas electorales
Guiomar Haydée Praslin Dormus

Los apestados y los corruptos

Alo largo de la historia de la humanidad han existido las pestes, enfermedades con carácter epidémico o pandémico que se expandieron velozmente, produciendo gran mortandad; mucho se creyó que eran efectos de la cólera divina, algunos, como Hipócrates valoró que el estado del aire y los cambios de estación engendran la peste; Aristóteles por su parte, las atribuía a la influencia de los cuerpos celestes.

En Nicaragua desde el 2007, a raíz que el comandante Ortega asume el poder, paulatinamente ha proliferado una peste, que no es propiamente una afección médica; esta peste es de carácter social. Los apestados, en este caso, los hay entre los más y menos pudientes de acuerdo al valor adquisitivo del dinero, los hay católicos, evangélicos o ateos; campesinos u obreros, del campo y la ciudad, empleados o desempleados; emprendedores; amas de casa, estudiantes, personas de la tercera edad, adultas y jóvenes. Estos apestados coinciden en su totalidad en los mismos síntomas: son opositores al régimen dictatorial del comandante Daniel Ortega y su familia; a los apestados se les obstaculiza su trabajo; se les retarda la justicia o esta es parcializada; se les cercenan sus derechos políticos, es impensable la opción de vincularse laboralmente al gobierno porque están claros que están cerradas allí todas las puertas dada su posición de oposición activa.

Tampoco hay oportunidad de trabajo en instituciones u organizaciones cuyos procesos de trabajo dependen de la anuencia gubernamental. Los “apestados” tienen vedados los espacios de la empresa privada aliada del gobierno. Quienes poseen pequeñas y medianas empresas, usan el nombre de sus familiares para todas sus gestiones ante las instituciones del Estado o municipalidades y son en extremo cuidadosos con el cumplimiento de todas sus obligaciones contractuales y fiduciarias, dada su calidad de apestado.

Muchos de ellos trabajan “al día” en esporádicos “rumbos” que logran conseguir. Muchos han tenido que vender sus negocios, bienes inmuebles o hasta su medio de transporte. En las protestas se les garrotea, se les inventan cargos, se les espía, se les impone cuanta traba se pueda en su quehacer profesional o su oficio. Los apestados saben cuán dura está la calle y que esta dignifica su vida.

En contraposición a los apestados, a finales del año 2017, se inició la conformación expresa y formal de otro grupo que es la de los “corrompidos”, pero estos son diferentes y su calidad deriva directamente de su quehacer institucional; así vemos como el primer corrupto es Roberto Rivas, presidente del Consejo Supremo Electoral que ha sido sancionado a través de la Global Magnitsky Act, dados los señalamientos de acumular una inexplicable riqueza personal devengando anualmente un aproximado a 60,000 dólares, así como también por ser la cabeza de la perpetración de los fraudes electorales, donde se ha asignado “la victoria” al comandante Ortega y su partido.

La categoría social de “los corrompidos”, irá creciendo a medida que el exterior vaya adquiriendo conciencia de la realidad política, social y económica que atraviesa el pueblo nicaragüense; ya que penosamente con el desmoronamiento de la institucionalidad a lo interno, causada precisamente por “los corrompidos” es ilógico esperar se regule y sanee nada, absolutamente nada en el Estado nicaragüense.

La autora es abogada y notario.

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