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presos políticos, Nicaragua, crisis, protestas
La Prensa

Pedro Joaquín Chamorro le cumplió a Nicaragua

Al cerrar esta semana de actividades conmemorativas del 40 aniversario del asesinato del doctor Pedro Joaquín Chamorro Cardenal (las que continuarán de diversas maneras a lo largo del año), es preciso destacar que él le cumplió a Nicaragua.

Le cumplió con creces, entregando su vida y con su muerte por asesinato hizo saltar en pedazos a la dictadura somocista que combatió siempre, sin descanso ni temor. Como dijo monseñor Silvio Báez en su homilía de la misa concelebrada con el cardenal Leopoldo Brenes en la Catedral de Managua, este miércoles 10 de enero, Pedro Joaquín Chamorro Cardenal “vivió desviviéndose y ahora vive para siempre. Murió mostrándonos cómo vale la pena vivir: dando la vida”.

El doctor Chamorro dejó un legado de principios y objetivos que constituyen hoy un programa de acciones para construir una auténtica república, en la que florezcan la libertad, la democracia pluralista, el Estado de derecho, los derechos humanos, la prosperidad y la paz.

Pero también es necesario reconocer, que al contrario de Pedro Joaquín Chamorro que sí le cumplió a Nicaragua, los nicaragüenses todavía estamos pendientes de cumplirle a él. O mejor dicho —y para ser justos—, solo una parte de los nicaragüenses nos hemos esforzado por cumplirle y por eso sus grandes objetivos continúan pendientes.

En el año de 1979, la sangre de Pedro Joaquín Chamorro Cardenal salpicó a toda Nicaragua, sublevó al pueblo nicaragüense y sustentó la poderosa fuerza social que derrocó a la dictadura familiar, dinástica y corrupta que duró más de cuarenta años. Pero los ideales y la sangre del Mártir de las Libertades Públicas fueron traicionados y muy poco tiempo después se instauró una nueva dictadura.

En 1990, doña Violeta, la viuda del doctor Chamorro Cardenal, comenzó a convertir en realidad sus objetivos desde la presidencia de Nicaragua que ganó en unas inéditas y asombrosas elecciones libres. A pesar de que las principales ramas del poder quedaron en manos del partido dictatorial derrotado en las elecciones del 25 de febrero de 1990, y no obstante que debió enfrentar el sabotaje violento de un inescrupuloso “gobierno desde abajo”, la presidenta Violeta estableció la libertad, sentó las bases de la democracia, reconstruyó la economía nacional, promovió la reconciliación nacional y aseguró la paz en Nicaragua.

Pocos años después, sin embargo, la frágil democracia nicaragüense fue abortada por un pacto bipartidista fraguado para la repartición del poder y proteger la corrupción. El resultado es que hoy, 28 años después de que nació la democracia traicionada y cuarenta desde el asesinato del doctor Pedro Joaquín Chamorro, Nicaragua está sometida otra vez a una dictadura familiar, dinástica y corrupta.

Sin embargo, de nuevo se ven señales de cambio en Nicaragua porque no se puede impedir por siempre la marcha de la historia. Ninguna dictadura, por muy poderosa que sea, puede durar para siempre. Ahora es tiempo de comenzar a prepararse —mentalmente, políticamente, organizativamente—, para cumplirle por fin y de manera definitiva a Pedro Joaquín Chamorro y a Nicaragua.

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