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manipulación en Nicaragua, pareja presidencial, Nicaragua
Fco. Javier SANCHO MAS

“Esa gente que viene de países de mierda”

Según reveló el Washington Post, esa fue la frase utilizada por el presidente actual de los Estados Unidos (EE. UU.) para referirse a los migrantes haitianos, centroamericanos y de países africanos a los que les quitará algunas protecciones especiales para obligarlos a dejar el país, sin importar sus lazos familiares y, en algunos casos, las décadas de vivir allí. “¿Por qué debería yo aceptar a toda esa gente que viene de países de mierda?”, dicen algunos asistentes a la reunión que dijo. “Shithole countries” fue la expresión original. Una palabra que constituye un ladrillo más al muro que quiere construir y que está en la cabeza de muchos que le votaron.

En un tweet breve, el presidente de EE. UU. negó haber usado ese lenguaje aunque confesó que utilizó palabras duras. No es estrictamente un desmentido ni nadie ha podido dar la cara hasta el momento para jurar que el presidente no dijo eso. Pero, sinceramente, ¿a quién le importa ya si lo dijo o no, cuando sospechamos que de verdad lo piensa?

Es lo que reflejan sus ideas de que establecer una criba entre las personas que migran hacia EE. UU. según sus méritos y no sus vínculos familiares. Según las mismas fuentes, parece que Trump dijo preferir a gente de países “como Noruega” por ejemplo.

Se trata por tanto de expresiones que reflejan además de xenofobia (rechazo al extranjero), el odio y el desprecio hacia personas que vienen de países empobrecidos. Es lo que en los últimos años se le llama “aporofobia”, un término creado por la filósofa Adela Cortina, cuya intención precisamente era la de distinguir el rechazo al extranjero del rechazo al pobre por ser pobre.

La filología enseña el amor por las palabras. La elección que hacemos de ellas en ciertos momentos cruciales nos representan. Las palabras nos reflejan. De algún modo, lo que decimos conscientemente es en parte lo que somos o lo que hay en nuestro fondo. Imaginen lo que hay en el fondo de alguien que habla como el presidente de EE. UU.

Algunos pueden aludir que un traspiés lo tiene cualquiera. No siempre elegimos las palabras correctas. En realidad, casi nunca lo hacemos, pero en ciertos momentos, decir lo que decimos define lo que somos, sin duda. El presidente habló así, según relatan los medios y los testigos no lo han desmentido, en una reunión donde algunos congresistas y senadores norteamericanos trataban de encontrar alternativas para relajar las medidas contra la población migrante de Nicaragua, El Salvador y Haití que durante los últimos meses se están llevando a cabo. No es la primera vez que Donald Trump habla desde las vísceras. Ya escuchamos su opinión sobre lo fácil que es hacer algunas cosas con algunas mujeres, por ejemplo. Y hay muchas mañanas en las que lanza bravatas y amenazas pueriles por Twitter como un niño armado hasta los dientes jugando con armas de verdad.

Algunas fuentes hablan de la ingente cantidad de coca-cola que toma el presidente a lo largo del día, y de las largas horas que pasa frente al televisor. A cualquier persona de este planeta, ambas cosas le pueden enfermar la cabeza y la salud. Él se considera un “genio” (también palabras textuales por twitter), y por ello deben haberle votado millones de ciudadanos norteamericanos y también un buen grupo de migrantes.

Sé de nicaragüenses y centroamericanos que votaron por él. Puedo llegar a entender sus motivos, imaginarme el contexto y los intereses que los movieron a votar por él. Puedo entender que a muchos les caiga bien un tipo que habla lejos de lo políticamente correcto y dice lo que se le ocurre como si estuviera en la barra de un bar. Ahora, por lo menos, saben lo que piensa de ellos el presidente al que votaron. Y espero de veras que apoyen a sus otros hermanos migrantes.

Hubo otro presidente norteamericano, Richard Nixon, que grababa sus conversaciones de despacho y en ellas se reveló, años más tarde, que también se burlaba de negros, judíos o incluso algunos latinos. Se vendía como un presidente diferente, y su final ya es parte de una historia vergonzosa.
El autor es periodista.

Opinión Donald Trump El Salvador Estados Unidos archivo
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