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Seducción en la guerra: Las Mata Hari nicaragüenses

Seducción en la guerra: Las Mata Hari nicaragüenses

Desde los tiempos bíblicos, la belleza de la mujer ha sido usada en operaciones de inteligencia militar. Altos “señores de la guerra” o personajes políticos claves han sucumbido ante una mujer hermosa que los lleva a la trampa y a veces... hasta la muerte. Este trabajo fue publicado en la revista Magazine de LA PRENSA en abril de 2008.

No sería esta la primera ni la última vez que un alto jefe militar se enredara entre los brazos de una mujer bella. Ha sucedido en el mundo. Ha sucedido en Nicaragua.

Ella tenía 33 años, medía casi 1.80 metros de estatura, era delgada y poseía un rostro dulce decorado por unos enormes ojos negros, expresivos y encantadores. Nora Astorga era en esos días viceministra de Asuntos Exteriores de Nicaragua, “un caso claro de una preciosa piel de cordero que esconde un joven y feroz lobo revolucionario”, según describió el periodista del diario El País, Antonio Caño, el 9 de febrero de 1985 cuando la entrevistó.

Un día antes de este encuentro —marcado por lo asombroso que le pareció a Caño que ella vistiera con collar de perlas y sin uniforme verde olivo— “Norita”, como le decían sus amigos, había estado en el despacho número 10 de Downing Street frente a la líder política más conservadora que alguien pudiera imaginarse en esa época, la británica Margaret Thatcher.

Astorga había sido la fiscal que se encargó de juzgar a los somocistas que fueron capturados en la época del triunfo. Le tocó la mano dura de la revolución por medio de los tristemente recordados Tribunales Especiales,  creados al principio de la revolución para juzgar a miembros de la GN y otros miembros del régimen depuesto.

La doctora Astorga junto a Mario Mejía y Gloria Gabuardi , Rafael Córdobas Rivas , Luis Carrión y Ernesto ” Tito ” Castillo en la clausura de los tribunales especiales. LA PRENSA/ ARCHIVO

Luego, representando a Nicaragua en las Naciones Unidas se hizo notar por su fineza y desenvolvimiento, ya había estudiado en Washington donde su padre, el coronel GN Segundo Astorga, la había mandado para limpiar su mente de ideas “comunistas”, algo que no lograron las monjas del colegio Teresiano, donde estudió.

Se hizo notar en Nueva York porque a los diplomáticos les enviaba flores en lugar de simples notas informativas, pero en la guerra era distinta. La llamaban Mata Hari porque consiguió llevar a uno de los lugartenientes más importantes de Somoza a su cama, donde el comando que la acompañaba lo golpeó y apuñaló en el cuello hasta terminar con su vida, amordazado y atado como a un perro.

El GN-1 Reynaldo “el Perro” Pérez Vega, también era agente encubierto de la Central de Inteligencia Americana (CIA) y los estadounidenses no le perdonaron esto y por ello rechazaron años después sus cartas como embajadora en Washington.

La joven se hizo sandinista al conocer al famoso guerrillero Oscar Turcios, quien murió en 1973 en Nandaime, al sur de Managua. Se fue haciendo un nombre, con trabajos menores para la guerrilla mientras llevaba una vida de casada con un ingeniero, cuidaba a sus dos niñas de seis y dos años, y trabajaba en una importante oficina de construcción, donde era abogada y jefa de personal.

El GN-1 Pérez Vega nunca iba a sospechar que en este mundo de perfección se encontraba una persona con una doble vida, su carnada, su femme fatale.

Astorga estaba acostumbrada a convivir con funcionarios del Gobierno y oficiales de la GN. El Perro Pérez Vega poseía mucho terreno cerca de un reparto de la compañía constructora donde ella trabajaba y quiso desarrollar la propiedad.

“El tipo naturalmente tenía fama de mujeriego, y como el clásico guardia trataba de conseguir por las buenas o por las malas a la mujer que se le antojaba, como y cuando a él se le ocurriera”, describió alguna vez Astorga.

Fue fría al principio, pero el Perro la deseaba con aquel apetito de muchacho virgen, más aún cuando el general supo que ella se había divorciado. Se puso a la carga y entonces Astorga habló con la dirigencia sandinista y planteó la situación: “Yo creo que este señor está en una posición en que podríamos conseguir que él fuera al lugar que nosotros quisiéramos”. La respuesta fue: “Mantenelo interesado”.

“Me sentía como que estaba caminando en una cuerda floja. Por un lado tenía que dejar entrever que estaba dispuesta a dar, y por otro mantenerme en una posición de no dar hasta que yo no quisiera”.

Pero llegó el momento en que ya no pudo manejarse así, porque él quería que se definiera. El día de la definición, según ella, estaba planificado un secuestro para intercambiarlo por presos políticos, un 9 de marzo de 1978, 58 días después del asesinato de Pedro Joaquín Chamorro.

CELADA

Nora Astorga Gadea , en una famosa foto cuando integraba las guerrillas sandinistas. LA PRENSA/ Archivo.

La celada la montaron con anticipación Hilario Sánchez, Raúl Venerio y Walter Ferreti, en la casa de Astorga en Altamira.
Uno se quedó en el clóset grande que daba al cuarto principal, otro en el cuarto de enfrente y el tercero en un cuartito pequeño. Astorga tenía una contraseña para que pudieran apresarlo, luego que ella lo desarmara.

“Él llegó simplemente a lo que iba. Nada de traguitos ni de pláticas previas. Ningún tipo de sutileza o delicadeza que usan los varones de vez en cuando, ¿no? Llegó y: ‘Aquí estoy. Vamos ya’. ‘Pero, bueno, ¿no se va a tomar un trago?’ ‘No, no, no. ¿Para qué?’ ‘Ah, bueno pues. Si no quiere, es cosa suya’. Y así empezó. Nos fuimos a la habitación enseguida”.

“Yo lo desarmé. Y me quité todo lo que andaba encima, ¿no? Hice tal y como habíamos planeado. Los compañeros salieron y lo inmovilizaron. Él presentó resistencia fuerte. Era un hombre de unos 45 —tal vez 50— años, pero de una contextura bien fuerte. Empezó a pegar gritos a su escolta, pero la escolta no oía —lo había enviado a comprar vodka, dos veces—”.

“Fue cuando yo fui al garaje a traer un carro que tuvieron que matar al Perro. Ofrecía demasiada resistencia y hubo que ajusticiarlo”.

Según cuenta ella en la revista Envío, en una edición de 1988, “nunca me sentí culpable con el operativo para ejecutar al Perro”. Las razones que dio: “Porque el operativo se pensó, no para matarlo, sino para un secuestro. Lo segundo porque yo no estaba presente en el momento en que él murió. Y tercero, porque él representaba la represión”.

La guardia persiguió a su familia y capturó a su padre y hermanos. Una semana después envió una carta a LA PRENSA con una foto donde vestía de militar en el Frente Norte, reconociendo la autoría del atentado y desvinculando a su familia. Astorga murió en 1988 de cáncer cervical, fue enterrada como héroe nacional y la noticia circuló en todo el mundo, recordando siempre, por supuesto, su hazaña de Mata Hari.

LA TRAMPA AL “COMADANTE BRAVO”

Pablo Emilio Salazar (de boina al centro) conocido como el Comandante Bravo, murió en Honduras, en una trampa en la que estuvo involucrada una mujer. La Prensa / Magazine

Aquella mujer atractiva que en 1979 rondaba los veinte años, había sido amante de un pez gordo somocista: Pablo Emilio Salazar, conocido como el comandante Bravo pero también era amiga íntima del mexicano Fuentes. El aparato de Inteligencia vio en ella la oportunidad porque Salazar estaba buscando fondos en Estados Unidos para rearmar a siete mil hombres leales al somocismo en Honduras. No habían pasado dos meses después del triunfo de los guerrilleros, cuando los militares sandinistas interrogaron a MB (usamos iniciales por respeto a la vida privada de la protagonista) y comenzaron a vigilar sus llamadas porque sabían que aún tenía contacto con Salazar.

Lograron amarrar una cita con el comandante Bravo en una casa que el exguardia le alquiló en Tegucigalpa. El exmayor GN llegó procedente de Miami el 10 de octubre de 1979 y de inmediato se comunicó con la mujer.

MB y el comando sandinista habían llegado dos días antes con identidades y pasaportes falsos a Honduras, suministrados por los comunistas locales y Lenín Cerna, entonces funcionario de la Embajada. Le ofrecieron un trato a esta mujer y le “cuidaron” a sus hijos mientras ella participaba en la operación que inauguraba la División Quinta de la Dirección General de Seguridad del Estado.


MATA HARI

¿Mujeres espías? Quizás la más famosa de la historia sea Mata Hari, la antigua agente originaria de Holanda que fue fusilada el 15 de octubre de 1917 por Francia, acusada de ser doble agente y servir al enemigo durante la Primera Guerra Mundial. Hasta su muerte, la imagen de Mata Hari, cuyo verdadero nombre era Margaretha Geertruida Zelle, tuvo visos de leyenda. Cuando la iban a matar, según una enciclopedia electrónica, pidió permiso para arreglarse y se despidió con la mayor feminidad del mundo en medio de un grupo de soldados que se taparon los ojos y dispararon a ciegas para evitar verse deslumbrados con su belleza. Acusada de haberse acostado con medio batallón de oficiales —hay una lista grande de sus últimas citas— esta mujer hizo de la seducción su técnica para obtener información y luego vendérsela a quien quisiera, operando como la agente H-21.

 


El agente cubano, de origen argentino, Jorge Massetti, organizó la DGSE y participó en la planificación del asesinato. Hace algunos años relató al Diario LA PRENSA que Enrique Gorriarán Merlo —el mismo que después ajusticiaría a Somoza— disparó en la cabeza a Salazar después que MB se acercó a abrazarlo y besarlo como habían hecho cuando fueron amantes en Nicaragua.

“La operación es muy sencilla —relató Massetti— porque Bravo llega solo a la casa. El Gato (otro agente argentino) está parapetado en la parte de afuera de la casa, en un patiecito, y Gorriarán está oculto en una segunda pared. Cuando el hombre toca la puerta, la mujer lo recibe como si fuera la amante, lo hace pasar, y el Pelao (Gorriarán) le pone la pistola en la cabeza y le da el tiro. Luego, lo arrastran, lo meten debajo de la cama y se van tranquilos. Pasaron varios días para que encontraran el cadáver de Bravo en Tegucigalpa”.

Cuando le preguntamos del caso casi 30 años después, MB se molesta. “Déjeme hablar con mis abogados para ver cómo procedemos en esta investigación, porque no entiendo por qué usted quiere hablar ahora de eso”… Corta.

Después de un largo fin de semana decidiendo dar o no una cita, se niega a hablar, aduciendo que después de consultas con su familia una entrevista no le conviene. “Tengo familia, tengo hijos, no voy a decir nada”, asegura.

El trato que los agentes de seguridad sandinista le propusieron fue simple. Además de “cuidarle a los niños”, le perdonaron la acusación de “soplona” en la época del somocismo, le dieron dinero y una casa en León para su madre.

INFILTRADOS

Bajo una nube de humo, un exoficial de Inteligencia Militar del Ejército Popular Sandinista dice que tenían miles de agentes infiltrados en las filas del enemigo, y muchas mujeres espías eran periodistas hermosas que hacían su trabajo normal y, de paso, tomaban las fotografías que fuesen necesarias y útiles a la causa revolucionaria.

Lo mismo dicen los de la Resistencia Nicaragüense (contra), de aquellos años donde el espionaje era parte de las tácticas de guerra.
“Nosotros nos dábamos cuenta de todo. Las mujeres tenían que tener un entrenamiento para saber qué información nos interesaba, no es una información para leer en el periódico. Nosotros sabíamos qué tipo de comunicación tenían, qué radio usaban, dónde aterrizaban”, explica el oficial sandinista.

Lea también: Servicio Militar, matar para no morir


LABOR DE INTELIGENCIA

El centro de torturas del somocismo se llamaba Oficina de Seguridad Nacional. Fue dirigida por el general Samuel Genie, padrino de un niño que años más tarde se convertiría en su relevo, pero en otro gobierno, de otro signo ideológico: Lenín Cerna, quien fuera jefe de la Dirección General de Seguridad del Estado sandinista.

Los agentes nicaragüenses en la época sandinista estuvieron primero bajo el mando de Renán Montero, el legendario comandante cubano que peleó al lado del Ché Guevara y que fundó prácticamente la Seguridad del Estado después de la caída de la dictadura de los Somoza.

Eran aquellos tiempos, años de “orejas” (escuchas) y sapos (soplones) y de fondo una lucha intensa por el poder. Tiempo después, bajo el mando de Montero y Cerna, los agentes recibían entrenamiento de cubanos, búlgaros y una legión de agencias de Inteligencia internacionales, vinculadas la mayoría al bloque socialista, inclusive la soviética KGB y la Stasi alemana.

Se convirtieron en consumados expertos que se defendían de las operaciones de la CIA y la contra, sus enemigos. Había espías y espiados. Los altos dirigentes sandinistas eran advertidos constantemente de la posibilidad que la Central de Inteligencia Americana (CIA) utilizara mujeres hermosas para infiltrarlos, sacarles información o tenderles trampas. “Yo me quedé esperando con ansias a la mujer hermosa que me seduciría y que nunca llegó”, bromea ahora un ex dirigente sandinista.


Una pausa. El agente sigue fumando.

—¿A ustedes nunca les hicieron lo mismo, nunca les infiltraron mujeres para tratar de descabezarlos? —le pregunto.

—(Se ríe) No. El sistema de seguridad en Inteligencia Militar era imposible entrar. Porque teníamos un sistema, yo recibí cursos en Alemania, Cuba, Bulgaria, Francia. Eso te capacita para ser una “agentura” como vos la necesitás.

El oficial de Inteligencia explica que había al menos 25 mil hombres trabajando, incluyendo las llamadas Tropas Especiales e infiltrados. Había mujeres, esposas de funcionarios importantes, taxistas, aunque la cifra puede ser vista por otros como exagerada. El Ejército en esa época era el más grande de la región con más de 130 mil armados.

CASO BISMARCK CARBALLO

El vocero de la iglesia católica y brazo derecho del obispo Miguel Obando Bravo , convalece en su cama después de ser golpeado y exhibido desnudo ante la televisión estatal sandinista. LA PRENSA/ Archivo.

MC (usamos iniciales) una señora de cabello hermoso, ojos grandes y alta. Fue la mujer que llegó pidiendo ayuda espiritual al padre Bismarck Carballo, quien acudió a ella sin pensar que lo esperaba una acción preparada contra su persona y la imagen pública de la Iglesia católica.

En casa de MC fue golpeado, desnudado y exhibido ante los medios de comunicación como represalia del gobierno sandinista por las críticas que hacía la Iglesia y él personalmente desde Radio Católica.

MC no quiere hablar de ese episodio. De Carballo no quiere hablar, más cuando en Nicaragua se celebraban elecciones municipales y existía el riesgo de que la manipulen.

“Tengo muchas cosas que contar, pero no voy a decir nada. No lo considero el momento propicio”, explicó.

Carballo ha estado fuera del país, en alguna entrevista a LA PRENSA repitió que estaba seguro que MC era parte del complot de agosto de 1981.

Según Carballo, ella se acercó a su parroquia porque tenía problemas en su relación con el cantautor Carlos Mejía Godoy. Pretendió buscar ayuda espiritual e invitó al padre a almorzar en su casa en Las Colinas. El resto es historia conocida.

En casa esperaba un agente (Alberto Téllez Medrano, vive actualmente en Puerto Cabezas) que lo hizo desnudarse y luego lo paseó frente a los periodistas, mientras los medios oficiales advertían que se trataba de uno de los religiosos más cercanos del obispo Miguel Obando Bravo, en ese tiempo uno de los críticos más duros de la revolución.

La Iglesia y el mismo Carballo han dicho que Tomás Borge y el mismo Lenín Cerna han reconocido el error que cometieron, mientras tanto, al sacerdote le tocó llevar un estigma permanente.


¿SEDUCIR A LOS MARINES?

En el 2002 el antiguo ministro del Interior, comandante Tomás Borge, escandalizó a las mujeres cuando dijo en una entrevista a un diario panameño que tuvieron listo en los años ochenta un ejército de tres mil mujeres para seducir a soldados norteamericanos ante una posible invasión.

Al día siguiente, varias excomandantes le cayeron encima. Hubo una doctora que dijo que “nunca se le pasó por la cabeza que un día, cuando leyera el periódico, se iba a encontrar que la revolución dependía, entre otras cosas, de un batallón selecto de ‘conejitas revolucionarias’ tipo Play Boy, esperando ‘derrotar’ en trincheras poco usuales, a los marines”.


 

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