Un día después de ofrecer un espectacular duelo, que mantuvo el suspenso hasta el último instante, mientras ambas tropas desplegaban todo su arsenal en medio de un contexto asfixiante, los Tigres de Chinandega lucieron feroces y han acorralado a los Gigantes, vencidos 6-1.
Los Tigres dieron la impresión de ser una máquina bien aceitada, capaz de algo memorable en esta Serie Final, que por el momento ganan 2-0, en un rumbo que nadie anticipó, debido al equilibrio que se observó en ambos tropas antes de iniciar la batalla.
No obstante, los chinandeganos se soltaron con el bate, atraparon lo que se movió con sus guantes y el zurdo venezolano Raúl Ruiz, fue la piedra angular a través de la cual se edificó la victoria que coloca a los felinos a la mitad del camino que conduce a la cúspide.
Los Gigantes en cambio, han lucido pequeños. Manauris Báez no fue el factor de seguridad que ellos anhelaban. Al contrario, se vio inconsistente en el comando de sus disparos y los Tigres no le perdonaron envíos en la zona alta. Pero además, la pólvora de los sureños está mojada.
Y no es que una serie 0-2, no pueda ser revertida. Claro que se puede. Pero eso va a demandar un esfuerzo casi perfecto de la tropa rivense, que tendrá mañana ante su gente, el partido decisivo de toda la temporada. Ahí sí que ya no puede fallar.
El problema ahora, es que los Tigres se han soltado. Su artillería tronó con batazos de todo calibre, incluyendo tres jonrones. Su bullpen recibió un día adicional de descanso y la confianza se elevó al cielo, mientras se alistan para una nueva arremetida.
De manera que mientras los Gigantes intentan reagruparse y encontrarle la vuelta a una serie que se les ido de las manos, los Tigres se alistan para dar el par de zarpazos que le separan de su permanencia en la cima del beisbol nacional.
Anoche, Ruiz fue el hombre de la historia. Su trabajo fue un monumento a la consistencia, a la precisión y a la habilidad para alterar velocidades y ángulos en la zona de strikes, mientras empequeñecía a los Gigantes, en una jornada de pesadilla para los sureños y de ensueño para los chinandeganos.