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Joaquín Absalón Pastora

Ejemplo del idealismo

Es justo —encomiable para oxigenar a la fresca historia— recordar a las imágenes contemporáneas que se están yendo de la superficie terrenal. Dentro de esa actitud valorativa y reflexiva rememoro la efigie del militante conservador Róger Mendieta Alfaro por haber sido leal a sus principios, no importándole que hayan florecido en el siglo 19. Lo significativo es que nunca sufrió la tentación oportunista de ser influido por ese caballero a quién llaman “Don Dinero”. Cuando el hombre se convierte en el traidor de su mística original se transforma en un “extranjero de sí mismo”, en una víctima alineada empujada por las fuerzas ocultas que lo sacan del foco de su credo natural. En ese sentido deploro el fallecimiento que dejó intacto el decoro (murió a los 87 años de edad) al dejar este mundo preservando los valores que le fueron inseparables. Mantuvo siempre la vigencia de su tiempo, el momento coyuntural para renovarlo pero dentro del color ideológico de su partido.

Conocí a Mendieta Alfaro como director y editorialista del semanario La Nación, en cuyas páginas se hospedaron plumas que mantuvieron una posición indeclinable en cuanto a ser críticas de la tiranía somocista y en esa línea entre Pedro Joaquín Chamorro Cardenal y él, hubo estable concordancia en los principios de la libertad y de la democracia, la esencia de la postulación de mantener la flexibilidad de alternar en el poder con la consigna humana de no usarlo como instrumento perpetuo del dominio oficial, de eternizarse en la silla con el único objetivo de ungirse en caudillo insustituible. Fijar la estabilidad en el pensamiento de no estar de acuerdo con esas debilidades propias de la vanidad, lo cual no significa ser un reaccionario elitista pintado de verde.

Róger no solo fue un dirigente político. A sus cualidades hay que agregar como bien se señala en un editorial del diario LA PRENSA, “un personaje de muchas facetas todas relevantes: periodista, escritor, miembro honorífico de la Academia Nicaragüense de la Lengua” y algo trascendente en la conducta del político “un funcionario público sin tacha”. Debo señalar en opinión del suscrito que mantener la honorabilidad en un cargo público constituye una prueba contundente, pues no es lo mismo ser opositor en la llanura donde todo puede plantearse en la ambición de tomar las riendas del poder, que hacer ejercicio real de una responsabilidad en el campo de la acción oficial. Valedero es pues hacer el énfasis en la excepción.

Pero donde más directamente lo conocí fue cuando estuvo secuestrado en la toma de la UNO en 1993 durante el gobierno de Violeta Barrios de Chamorro. Pertenecía al Consejo Político de esa triunfante unidad contra la cual hubo una operación paramilitar del Frente Sandinista que incluso secuestró al vicepresidente de la República doctor Virgilio Godoy Reyes. Se hizo promoción de las penas o del peor ejemplo de la República en proceso de la civilización política. Sobre esa acción escribí mi libro Crónica íntima de un secuestro durante compartí el cautiverio con Róger, firme hasta en el desenlace de la embestida. Fue el último en salir en compañía de Virgilio Godoy, Duilio Baltodano, Alfredo César y Reynaldo Hernández. Fue sereno, ajeno a la agitación de las mandíbulas. Prefirió sumergirse en la envidiable quietud. Ahora su quietud pertenece a la paz eterna. Debe servir de ejemplo a las nuevas generaciones.

El autor es periodista.

Opinión Idealismo Róger Mendieta Alfaro archivo
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