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Rubén Darío en su niñez. LA PRENSA/Reproducción/Arnulfo Agüero/Archivo

Rubén Darío en su niñez. LA PRENSA/Reproducción/Arnulfo Agüero/Archivo

Una mirada histórica al nacimiento de Rubén Darío en Metapa

Los dolores del parto se intensifican y todo hace suponer que el alumbramiento de Darío es inminente. Rosa es asistida por la propia doña Cornelia, quien llamó para que la ayudara con el parto a la comadrona del pueblo, su amiga Agatona Ruiz

Al tren de mulas y carretas, que aquella madrugada esperaba frente al portón de la casa de la tía Bernarda Sarmiento, suben dos mujeres, una de ellas en estado avanzado de embarazo. Se trata de Josefa Sarmiento, hermana de doña Bernarda, y de Rosa Sarmiento, su sobrina.

Josefa Sarmiento ha venido a León a comprar provisiones para surtir la venta de abarrotes que posee en el pequeño villorio conocido como Olominapa, en el departamento de Matagalpa.

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Ahora se dispone a regresar a su propiedad y ha invitado, para que la acompañe, a su sobrina Rosa Sarmiento, esposa de Manuel García Sarmiento conocido también como Manuel Darío.

Rosa ha aceptado la invitación de su tía porque quiere alejarse de la ciudad de León, donde por influencia de su tía Rita Darío, había aceptado casarse con su primo segundo Manuel Darío, que casi le dobla en edad, pues ella contrajo matrimonio a los 23 años y su marido, para entonces, era mayor de 40 años.

Rosa está decepcionada de la conducta de su cónyuge, quien después de la boda siguió con su costumbre de abusar del licor y de frecuentar a mujeres de mal vivir y a antiguas amantes.

Las desavenencias han llegado a tal punto que Rosa, no obstante de encontrarse embarazada, deja el hogar de su esposo y se traslada a la casa de su tía Bernarda Sarmiento, casada con el coronel Félix Ramírez Madregil.

La tragedia acompañó a Rosa desde muy temprano. Tenía pocos meses de nacida cuando falleció su madre, Sixta Alemán. Su padre, Ignacio Sarmiento, fue asesinado siendo Rosa aún una niña. Huérfana, fue acogida en León por su tía Bernarda, a donde se ha refugiado tras su último disgusto con su marido, el incorregible Manuel.

El tren de carretas y mulas va con rumbo al pueblo de Olominapa. Largo será el trayecto a recorrer por caminos polvorientos y tortuosos. Pasan por caseríos  como Las Pilas, Las Zarzas, El Jicaral, La India, el Real de Cruz y otros, donde a veces pernoctan antes de continuar el viaje.

La dama embarazada, que va arrecostada en almohadones bajo un toldo de petate, siente cada vez más fuertes los síntomas de su próximo parto. Lo accidentado del camino ha precipitado sus dolores al extremo que, al pasar por el poblado de Metapa, deciden tomar un descanso. El tren de mulas y carretas se detiene.

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Josefa y Rosa buscan donde hospedarse. Preguntan y la respuesta es que en el pequeño poblado no existe ninguna pensión. Que los transeúntes generalmente pernoctan en los corredores de la casa de la alcaldía.

Ante esta situación, siguen el consejo de pedir posada en la modesta casa de doña Cornelia Mendoza, quien gustosamente accede a recibirlas y pone a disposición de las viajeras su propio aposento.

Los dolores del parto se intensifican y todo hace suponer que el alumbramiento es inminente. Rosa es asistida por la propia doña Cornelia, quien llamó para que la ayudara con el parto a la comadrona del pueblo, su amiga Agatona Ruiz.

Fue así como, el 18 de enero de 1867, por las circunstancias ya relatadas, vino al mundo, en el entonces villorio de Metapa, el genio que debía revolucionar la poesía y la prosa en español, Rubén Darío.

Hoy, aquel humilde poblado, transformado en ciudad, lleva con legítimo orgullo el nombre del “Príncipe de las letras castellanas”.

*Escritor

Cultura Bernarda Sarmiento Rubén Darío archivo

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