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Justo Pastor Ramos

Tiempo para la fe y la esperanza

Los nicaragüenses, igual que todo el mundo, recién hemos celebrado con fe y esperanzas el advenimiento del Año Nuevo, un ciclo de tiempo indeterminado creado por Jehová Dios desde Noé, luego del diluvio universal o desde el inicio del éxodo de Egipto, según lo afirma Josefo, el historiador judío del siglo I d.C.

Un tiempo, cuyo registro regulado cronológicamente de acuerdo con el curso de sus estaciones para el desarrollo de la vida, tal como lo dispuso el supremo Creador para que el hombre finito y temporal lo ajustara a los afanes de su cotidiana existencia y cuando llegare a su fin quedara impreso como una referencia histórica que permitiera siempre recordar hechos y demás, que en su momento acaecieron o no y en este caso reintegrar o renovar política y socialmente sus contenidos.

El año 2018 nos invita a caminar con un corazón dispuesto y una interiorización sincera para meditar sobre el futuro y sus dilemas existentes, buscando soluciones objetivas y convincentes tal como a los problemas económicos, sociales y políticos ante los cuales debe ponerse a prueba la cultura de críticos racionalmente comprometidos en el análisis, conscientes que el mañana se sustenta en las acciones del presente.

De manera que este año pueda ser la ocasión esperada para merecer las oportunidades que nos ofrece el universo que nos rodea, a la vez el espacio para echar al vuelo con las perspectivas que hoy nos auguramos, las buenaventuras por un país en paz y prosperidad. Quiera el divino Creador que su luz brille en la mente como en la acción de aquellos líderes políticos y no políticos que orientan la vida social de la nación para que en su actuar manifiesten la virtud de la sabiduría, esa virtud que destaca el buen juicio como producto de la capacidad que da el conocimiento para comprender el sentido de las cosas con la mesura que emana del discernimiento recto y desapasionado. Sócrates decía: “La verdadera virtud es la purificación de toda clase de pasiones, la virtud no es verdadera, más que unida a la sabiduría, independientemente de las voluptuosidades y de todas las demás pasiones”.

Igualmente, esta luz brille en todos nuestros amaneceres desde la más alta cima e ilumine el pensamiento a quienes corresponde para que con verdadero sentido de patria busquen el diálogo que haga posible el entendimiento, desaparezca del ámbito nacional la injusticia social, la confrontación y la destrucción, como la desigualdad producto de la extrema pobreza; se practique el respeto a los valores y al derecho que sustenta la razón de la vida humana.

No debe olvidarse a aquellos que componen el rebaño de los desamparados que, careciendo de tierra y del calor de un hogar, deambulan sin sol y sin horizontes por los caminos de la patria como pobres quijotes en busca de molinos; ellos demandan programas de bienestar social que se normen con sentido igualitario, se les considere seres de una sociedad que igual que otros, necesitan ayuda, sin miramientos y sin excepción de sentimientos o intereses específicos, un asunto más que un derecho es un mandamiento cristiano, ignorarlo sería decir como el poeta: “El rancho abandonado… la milpa seca… el frijol quemado… el pájaro volando sobre la espiga muerta y el corazón llorando su lágrima desnuda”.

2018 nos invita a amar al prójimo. Las Sagradas Escrituras nos hablan de ese amor que va más allá de los sentimientos y las palabras. Ojalá que nos lleve a alcanzar una patria con pan, salud y educación; como a comprender que las armas son signo de muerte contrario al amor; en vez de un sofisticado armamento se levanten escuelas, hospitales y se creen nuevos empleos; que el afán de la guerra en cualquier parte de la Tierra se disfume ondulando en las alas del viento, y que las armas se conviertan en podadoras y rejas de arado para que labremos el suelo y se alce ufana y prodigiosa la espiga, así en feliz y dichosa convivencia produzcamos el pan nuestro de cada día, purificado con la luz que brilla desde el portal de Belén, y con el canto de la fuente que diáfana de amores colme nuestros corazones de fe y de esperanzas.

El autor es historiador.

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