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presos políticos, Nicaragua, crisis, protestas
LA PRENSA

¡Fuera la bandera partidista!

En algunas alcaldías que eran gobernadas por el FSLN y después de las elecciones municipales de noviembre 2017 pasaron a ser gestionadas por alcaldes opositores, estos, lo primero que han hecho ha sido quitar de los sitios oficiales la bandera del partido sandinista.

Muy bien hecho. Se trata de un gesto digno, patriótico y democrático. Las banderas de los partidos son solo de sus seguidores y en los edificios públicos la Bandera Nacional de Nicaragua es la única que debe mostrarse y ondear.

Esto es lo que se practica en toda democracia, pero el régimen de Daniel Ortega no es democrático. El orteguismo es políticamente primitivo y abusivo, por eso impone su bandera partidista en todas las instituciones, edificios de gobierno y espacios públicos del país.

La política, para el orteguismo, es la continuación de la guerra por otros medios. Cree que al tomar el poder así sea por la vía pacífica, se ha convertido en dueño del Estado, el Gobierno, los municipios y los espacios públicos de todo el país, porque los ha conquistado. Y a la gente de oposición, o que simplemente no es orteguista, la trata como los conquistadores a las personas de un país vencido.

Precisamente la bandera fue inventada en la antigua Roma como un símbolo militar, para encabezar los desfiles de los ejércitos victoriosos después de las guerras de conquista y hacerla ondear en los territorios conquistados. Con el avance del tiempo y la civilización, la bandera siguió siendo símbolo militar y de guerra pero su uso se extendió a fines civiles, para representar a dinastías y familias de la nobleza, Estados, instituciones religiosas y organizaciones políticas y sociales sin ninguna connotación bélica.

En la época moderna solo los partidos totalitarios han usado la bandera como símbolo de conquista y dominio, imponiéndola al Estado y a toda la sociedad que según ellos han conquistado.

Inclusive, en los peores países totalitarios, como por ejemplo la Unión Soviética, Alemania nazi, China comunista, Corea del Norte e Irán, los históricos pabellones nacionales fueron prohibidos y sustituidos con las banderas de los partidos gobernantes.

En Nicaragua, el FSLN no se atrevió a abolir la Bandera Nacional durante la revolución sandinista, pero la subordinó a la bandera roja y negra partidista. Para justificar semejante aberración política, los líderes sandinistas decían cínicamente que la bandera roja y negra había “liberado” a la azul y blanco de Nicaragua.

Con el advenimiento de la democracia, en 1990, el gobierno de doña Violeta Barrios de Chamorro restableció la dignidad de la Bandera Nacional y dispuso que solo esta debía colocarse en los edificios y espacios públicos.

Y así fue, hasta que en enero de 2007 Daniel Ortega y el FSLN reconquistaron el poder y volvieron a imponer su bandera partidista en el Estado, el Gobierno y toda Nicaragua, como símbolo de su poder absoluto y avasallador.

Ahora, los alcaldes que han quitado la bandera sandinista de los sitios municipales oficiales, dejando solo la Bandera Nacional como debe ser, han hecho un acto valiente de dignidad patriótica y decencia política. Algo que se tendrá que generalizar cuando Nicaragua vuelva a ser república y de nuevo un Estado democrático.

Editorial bandera Partidos archivo
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