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Joaquín Absalón Pastora

Enero en la memoria

Filosofar es pensar. Acaso esa equivalencia sea el fruto de una elucubración libérrima. La vida tiene el significado más trascendente, categoría superior en cualquiera excepcionalidad humana en ese nivel. Vivirla es una alta responsabilidad sin tomar en cuenta que se viene a ella sin ninguna consulta previa por parte de los progenitores que fueron los factores esenciales para traerla y dejar al “recién nacido” en función de ejercer su destino desde que llora en la cuna o externa la sonoridad ingenua de una carcajada, diferencia que pongo para dejar constancia del surtido de emociones negativas o positivas: “Cada cabeza es un mundo”.

Desde que cada uno de los partícipes de la existencia tenemos conciencia de ella, vibra ese reflujo que pone sombras en la concepción poética y filosófica de Rubén Darío, “Ser y no ser” con un futuro incierto carente de luz en el camino penumbroso. Pero también dentro de esa irregularidad dañina para las aspiraciones óptimas, existen los periodos, los ciclos que son fuentes de anhelos para el cambio.

En ese sentido en cada año nuevo renace una esperanza, se vivifica, toma color una ilusión, se abren las salas del humanismo solidario del beso y del abrazo encendidos portando en cada ósculo el mensaje de la felicidad tan generoso aun lavando las heridas. Enero siempre está de estreno. Muestra el perfil naciente de una criatura. Enero en la memoria es el título de este artículo que nos hace recordar los meses anteriores del anuario dejándole innumerables depósitos a las reflexiones vividas con las cuales se vuelve al pretérito hasta el extremo de colindar con la concepción de que “todo tiempo pasado fue mejor”. Y efectivamente a esa conclusión se llega cuando dolorosamente se comprueba el presagio.

Precisamente en este enero se está recordando a Pedro Joaquín Chamorro Cardenal cuyo martirologio no admite ninguna discusión y sobre quien tendré en un próximo artículo una semblanza personalmente vivida de su auténtica personalidad tantas veces expuesta en todo lo que tuvo relación con la conmemoración luctuosa de su cumpleaños número cuarenta de haberse despedido de este mundo. Originalmente él era un conservador mecido en la cuna verde por los antepasados que eran leales a ese color. Pero en el desarrollo de las circunstancias se volvió un paradigma de los astros libertarios, de las luces resistentes a sufrir las metamorfosis de la oscuridad. Enero en la memoria volvió a prenderlo.

Lastimosamente retrocede la esfera racional sin que haya una apetecida distinción dentro de cada una de las diferentes geografías en el ángulo de la justicia. Se impone el portentoso dinamismo de la tecnología en un mundo que muestra el rostro de la globalización mientras las relaciones humanas y el afán de la superación van desmejorando el esplendor que tanto brillo tuvo en el pasado.

Lastimoso es que se vuelva a lo mismo del año viejo cuando se produce el ingreso del año nuevo que para el suscrito cobijado por la solera de la experiencia es solo el estreno de una cifra, el cambio de dos dígitos, de dos números que matemáticamente viajan del 2017 al 2018. La adjudicación en cuanto al estado anímico es realista en los calendarios obviamente irrefutables. Que la transición al número par sea la motivación no solo matemática sino integral de la felicidad. Enero en la memoria podría darnos los primeros síntomas.
El autor es periodista.

Opinión enero Memoria recuerdo archivo
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