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¿Vamos por buen camino?
/ Enrique Sáenz

Elecciones en el vecindario

Sin importar época o signo político del gobierno, en Nicaragua los factores externos siempre desempeñaron un papel preponderante. Más para mal que para bien. Por consiguiente, cualquier análisis sobre nuestra realidad y sus perspectivas forzosamente debe incluir un examen sobre el entorno internacional.

Repasemos nuestro vecindario latinoamericano. En el transcurso del 2018 se realizarán elecciones en varios países de la región, todas ellas con relevancia para Nicaragua.

La primera elección será en Costa Rica, en febrero. Todo lo que ocurra en Costa Rica es relevante para nosotros. Primero, porque allá reside casi medio millón de nicaragüenses. Más de doscientos cincuenta millones de dólares en remesas. Segundo, porque siempre están de por medio los problemas fronterizos.

Tercero, porque con nuestro vecino del sur nos unen intensos lazos comerciales, de turismo e inversión.
La campaña ha tenido una dinámica sorpresiva. Un candidato que hace menos de un mes tenía un 2 por ciento de intención de votos, repentinamente se ha colocado a la cabeza a causa de un motivo imprevisto: La sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo introdujo el tema al debate electoral. La oposición frontal a esa posibilidad por parte de Fabricio Alvarado lo catapultó al primer lugar. Lo sigue en segundo lugar otro “outsider”, Juan Diego Castro. Ambos son candidatos de partidos hasta ahora irrelevantes. Los candidatos de los partidos tradicionales, Liberación Nacional y Socialcristianos, han perdido gas y parece difícil que pasen a segunda vuelta.

Después de Costa Rica vienen las elecciones en Colombia. Aunque a veces pareciera distante, Colombia es uno de los países latinoamericanos más importantes para Nicaragua. Recordemos que es nuestro vecino inmediato con la frontera más extensa. Si bien es una frontera marítima, son centenares de kilómetros de espacio con alto potencial conflictivo. También hay litigios pendientes en la Corte Internacional de Justicia.

Y hay una razón poco conocida pero significativa: los lazos económicos son crecientes. Basta citar que uno de los principales bancos asentados en Nicaragua es de capital colombiano y que empresas de ese país son importantes inversionistas en minería. Silenciosamente, los colombianos han penetrado áreas claves de las economías centroamericanas. De otro lado están las denuncias de lavado de dinero de las FARC, por medio de Albanisa. De comprobarse esas denuncias las consecuencias serían imprevisibles. Conviene pues estar atentos al proceso electoral colombiano. La primera vuelta será en mayo.

Las elecciones subsiguientes serán en México. Sin duda, para el régimen de Ortega son las elecciones más importantes por el peso específico de ese país y porque Manuel López Obrador sigue encabezando las encuestas. Es natural que Ortega aliente esperanzas de que un gobierno populista de izquierda en México modifique el mapa político subregional y se constituya en una cortina de protección para su régimen. ¿Socialismo del siglo XXI “a la mexicana”?

Aunque tratándose de México y de los mexicanos las cosas pueden resultar “si no es esto, es lo otro, o mejor, todo lo contrario”, lo previsible es que relaciones tensas con la administración Trump se pongan a la orden del día. Una agenda conflictiva llevaría a López Obrador a promover un frente latinoamericano que, de concretarse, aliviaría de presión a Ortega y le colocaría detrás de una mampara. Pero igual, de ser electo, el político mexicano puede sorprender enarbolando banderas de democracia, derechos humanos y transparencia, circunstancia que favorecería las aspiraciones democráticas de la mayoría de los nicaragüenses.

También están de por medio las relaciones económicas. México se ha convertido en un importante destino de las exportaciones de las zonas francas nicaragüenses. Se trata de partes de ensamblajes cuyo destino final es Estados Unidos (EE. UU.). Una fractura comercial entre EE. UU. y México tendría efectos perniciosos en el empleo de las zonas francas.

Las elecciones son en julio y allí no hay segunda vuelta. Se gana con un voto de diferencia.
Para octubre están programadas elecciones presidenciales en Brasil. El gigante sudamericano desde Nicaragua suena lejano, pero se trata de la mayor potencia económica regional y uno de los países latinoamericanos de mayor influencia internacional. Aunque la vida política de Lula está en “alas de cucaracha”, todavía pelea en los tribunales y con los plazos, colocándose en una encrucijada fatal: “entre la presidencia y la cárcel”. No podemos dejar de prestar atención al proceso brasileño. Basta recordar el fraude, por hoy frustrado, con el proyecto Tumarín.

Finalmente conviene considerar los siguientes procesos políticos. Para abril está anunciado el relevo de Raúl Castro como presidente de Cuba. Si bien se menciona como sucesor al vicepresidente actual, Miguel Díaz Canel, también hay otros candidatos, como el general Álvaro López Miera. Pero la incógnita principal es si Raúl Castro dejará de ocupar el cargo de secretario general del Partido Comunista Cubano, verdadera raíz del poder en la isla.

Aun cuando no es previsible que en el corto plazo se produzcan cambios significativos en el régimen cubano, es un proceso que también deberemos atender, considerando los tradicionales lazos de Ortega con los Castro y su régimen.

En Venezuela, Maduro propinó un golpe inesperado: adelantó las elecciones presidenciales que en principio estaban previstas para el último trimestre del año. En las condiciones actuales no es realista esperar elecciones democráticas, más aún con las lamentables fracturas en la oposición. Sin embargo, la dinámica de conflicto planteada con la administración norteamericana, las presiones internacionales, la crisis económica y social, y las relaciones todavía existentes con Nicaragua, nos imponen seguir atentamente el curso de los acontecimientos.

Finalmente están las elecciones legislativas en El Salvador, en marzo de este año. Estas elecciones permitirán visualizar qué espera a nuestro vecino ante el empantanamiento político existente entre Arena y el FMLN.
A lo expuesto debemos agregar los cambios en Chile y en Honduras.

El signo del entorno descrito es la incertidumbre. Conviene estar alertas.

El autor es exdiputado.

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