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presos políticos, Nicaragua, crisis, protestas
/ Editorial

Unidad, controversias y divisiones

Dos organizaciones sociales muy importantes de Nicaragua han estado en los últimos días en el centro de la atención pública. Nos referimos al movimiento de los campesinos que luchan por la defensa de sus tierras y la derogación de la Ley del Canal Interoceánico; y a la asociación empresarial Cámara de Comercio Americana Nicaragüense (Amcham).

Se trata de dos organizaciones que tienen una composición social y ámbitos de intereses muy diferentes, pero que de todas maneras no son excluyentes porque ambas luchan o trabajan no solo por el beneficio particular

de sus asociados, sino también por el interés nacional según lo concibe cada una de ellas.
En los dos casos la acrecentada atención pública en las dos organizaciones ha sido motivada por informaciones y especulaciones acerca de pugnas internas por el control o la mayor influencia en la dirección de dichos movimientos. Y debido al sistema político autoritario que impera en Nicaragua, se ha temido o sospechado que las controversias internas en ambas organizaciones podrían haber estado causadas o atizadas por intereses ajenos a ellas.

Pero la verdad es que no necesariamente tendría que ser así. Las luchas de opiniones y de intereses que se dan en el seno de las organizaciones sociales y políticas obedecen a su propia naturaleza y son parte de su mismo funcionamiento. Las organizaciones sociales, políticas e inclusive las religiosas, son cuerpos vivos, integrados por seres humanos que piensan diferente y tienen diversas opiniones. Ni siquiera los movimientos totalitarios y monolíticos en los que se impone el pensamiento único, logran someter a todos sus integrantes al mismo criterio y tarde o temprano surgen en ellos las desavenencias.

La contradicción y la división — al mismo tiempo que la unidad, que es la otra cara de la misma moneda— es el signo y la norma de los seres humanos. El interés único y el pensamiento uniforme son opuestos a la naturaleza humana. En todo caso, lo más importante no es que surjan contradicciones por múltiples causas o razones, sino que se resuelvan de manera constructiva; que se tenga la capacidad de saber cuándo hay que llevarlas hasta la ruptura y la depuración del organismo, o cómo conducirlas a la conservación y fortalecimiento de la unidad.

Sin embargo, el reconocimiento de que las controversias son naturales y por lo tanto inevitables no significa ignorar que en ocasiones y bajo ciertos sistemas de poder, las divisiones pueden ser instigadas artificiosamente por agentes externos. En un régimen político como el que existe en Nicaragua, que es del tipo de las “dictaduras científicas” que todo lo infiltran e infectan y a todos los espían, hay que estar claros de que las discrepancias sanas y objetivas pueden ser manipuladas y distorsionadas por una fuerza extraña malintencionada.

La dictadura científica, tal como la definió Aldous Huxley en Un mundo feliz, por medio de las manipulaciones de la conciencia colectiva logra que el pueblo se vuelva amante de su servidumbre y no permite que nada se escape a la influencia del “gran hermano”, el “gran camarada”, el “gran comandante” o como quiera llamarse.

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