La Managua de antaño dejó testimonio de una vecindad combativa. La que hubo entre Radio Mundial y el diario LA PRENSA en el Barrio San Sebastián. La permeabilidad física ofrecía la disponibilidad de superar el rumbo. Podía transitarse a pie para llegar al destino de dos medios hermanados en la lucha contra la dictadura de los Somoza. Radio Mundial como huésped en las “ondas hertzianas” y LA PRENSA como la rotativa donde desfiló infinitud de tipos. Radio Mundial y LA PRENSA puestos de acuerdo para ser los protagonistas de dos estilos cívicos —conspirativos en el fondo— contra un sistema que tuvo el desenlace final de la celebración por parte del pueblo que pasó por el puente del sufrimiento.
Uno de ellos el más visible dentro de los elegidos del martirologio el doctor Pedro Joaquín Chamorro Cardenal. Recuerdo que llegaba a pie superando la distancia anteriormente anotada, acaso solitario en el torbellino de sus pensamientos cuando eran las cinco de la tarde en una rutina vespertina que se prolongó durante considerable tiempo para estar cumplido con el horario de “La Prensa en el aire” el noticiero que publicaba el editorial del doctor Chamorro Cardenal dicho en su propia voz, el mismo editorial que lo acaba de homenajear con motivo de los cuarenta años para hacer justa y oportuna rememoración.
Consciente de las limitaciones ansío llegar al periodo vivido, el cual tuvo su mayor base en aquellos acaecimientos en que se hizo el pacto entre Agüero y Somoza Debayle cuyo final tuvo el desenlace nominalmente pintoresco de “una pata de gallina”, pero que en fondo tuvo la tristeza del drama que destruyó a un sector numeroso de la oposición.
La realidad es que Pedro Joaquín hizo y deshizo a Fernando. Encomió su liderato con la categórica convicción de tenerlo como la opción más certera de la reivindicación, pero en el extremo de esta creencia contribuyó a bajarlo de la cumbre. Se repitió la historia, la alevosa reaparición de los pactos suscritos por Emiliano Chamorro y Anastasio Somoza García. El reprís con diferentes matices se produjo el 28 de marzo de 1971 en una ceremonia conocida popularmente como el “Kupia Kumi”, un solo corazón unido para ser factor de destrozo de la emblemática unidad que hogaño sigue rota.
El Mártir de las Libertades Públicas —el calificativo que mejor le cabe— no se amilanó con el matrimonio de las paralelas, posición que siempre mantuvo desde el instante en que se produjo la caricatura del corazón con la firmeza de un discurso que lo convirtió en la elección plural y vertical con la formación de un movimiento que juntó a las fuerzas más disímiles, liberales y conservadores, socialistas, socialcristianos, sindicalistas, alrededor de una sigla epónima llamada Udel.
Hace cuarenta años ocurrieron esos hechos y, sin embargo, dentro de ese periodo no se conoce quiénes son los herederos de la insignia recordada, cual es la repetición humana de esa epopeya. No ha nacido o acaso está oculto el sustituto de su gesta. Se siente la vigencia progresiva de la “crisis de valores” donde tanto vuelan los zancudos en el viento criollo. Llevan sobre los hombros la pretensión de ser políticos, pero en el fondo son rumberos que bailan el ritmo ególatra de las conveniencias personales. A cuarenta años no ha nacido el sucesor. La sed del decoro lo sigue esperando.
El autor es periodista.