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/ José Bernard Pallais Arana

El muro permeable y la peste nica

Son muchos los expertos que incluyen a la corrupción entre las amenazas a la seguridad de las naciones, a la par del crimen organizado y la narco actividad. Existe un amplio consenso en que la corrupción afecta gravemente la eficacia de la lucha contra el crimen y que la criminalidad florece en una sociedad corrupta. Incluso recientemente el papa Francisco, recordando los cien años de la gripe española que mató más de cuarenta millones, nos ha dicho que “la corrupción es más peligrosa que la gripe, confunde y arruina los corazones”.

Los Ortega-Murillo, para contrarrestar su falta de credibilidad ante los graves señalamientos de violaciones a los derechos humanos, presentaron su Libro Blanco sobre las incidencias de elementos delincuenciales, pretendiendo promoverse como un sólido muro de contención contra el crimen organizado, ocultando que conforme el Índice de Percepción de Corrupción 2016, elaborado por Transparencia Internacional, Nicaragua se encuentra entre los tres países más corruptos de América, únicamente delante Haití y Venezuela.

Desde luego las estadísticas presentadas no incluyen ningún dato de persecución a los delitos de corrupción, no es posible conocer la actividad del Estado frente a los delitos contra la administración pública y la administración de justicia, la que no se reporta para aparentar inexistencia.

Los autores del Libro se niegan a reconocer que la corrupción ya es un problema de seguridad nacional, convirtiendo al muro en una estructura permeable y que incluso los más importantes funcionarios de la administración norteamericana, para quienes seguramente va dirigido, valoran desde hace rato la estrecha relación que existe entre corrupción e inseguridad. John Kerry siempre resaltó su preocupación sobre los efectos negativos de la corrupción en el ámbito de la seguridad nacional y cómo esta merma las funciones básicas del Estado como seguridad y justicia, y, el vicepresidente Mike Pence en su discurso sobre América Latina pronunciado en Miami, recordaba que mientras existan el cáncer de la criminalidad, la corrupción y las drogas seguirá frenado el progreso en la región, por cuanto la seguridad y la prosperidad están estrechamente interconectadas.

Es de sobra conocido que donde impera la corrupción y la impunidad, como en Venezuela, la Argentina de los Kirchner y el Ecuador de Correa, las estadísticas dejan de ser creíbles por la protección mutua que los corruptos se prestan y que las autoridades que se benefician de la corrupción no están dispuestas a perseguir sus propias fechorías. Para un analista avispado unas estadísticas tan increíbles como las presentadas, puede provocar el efecto contrario al buscado, induciendo a considerar que el sistema ya está totalmente permeado por la imposibilidad del gobierno para combatir la delincuencia.

Si al riesgo internacional de una corrupción desbordada, según el ranking de corrupción, le agregamos la corrupción de las farsas electorales, con reiterados fraudes que niegan el derecho a elegir, reduciendo la votación a una mera actividad formal sin contenido democrático, resulta racional que desde el exterior se nos vea como una amenaza o fuente de problemas. Más aun cuando es apreciable un retroceso de la democracia en América Latina con la pérdida del ímpetu democrático a finales de los años setenta y la generación desde Nicaragua de una nueva pandemia o gripe antidemocrática, en que las restricciones al derecho de elegir vienen afectando a Venezuela y Honduras con riesgo de extenderse a Bolivia y El Salvador.

José Ugaz, presidente de Transparencia Internacional, hablando de la relación entre corrupción y totalitarismo ya nos alertaba que en países con líderes populistas o autocráticos a menudo la democracia retrocede. Observando las últimas actuaciones de Maduro, excluyendo a su oposición como lo hiciera Ortega, nos lleva a pensar en una nueva pandemia, la peste nica, de la que si bien no todos los nicaragüenses somos responsables, así podría ser conocida, al igual que a la gripe española se le nominó de tal forma a pesar que la afectación real fue mayor en otros países.

El autor es abogado.

Opinión América Latina corrupción Libro blanco archivo
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