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/ Iván de Jesús Pereira

Desafíos y adelantos del abogado

El nuevo edificio del Registro de Bienes Inmueble y Mercantil de Managua ha venido a darle al ejercicio del abogado dignidad. Conteniendo todo lo necesario para servir al público eficientemente, el edificio además de ser amplio, con aire acondicionado central, y con áreas confortables para que el público pueda esperar decorosamente, cuenta además con muy buenos sanitarios, bancos para pagar en el mismo local los servicios que se requieren, amplio parqueo, y, sobre todo, con un personal entrenado para atender con amabilidad y cortesía, tanto a abogados como público en general.

El servicio es rápido, una solicitud que antes duraba varios días o tal vez semanas, hoy es tramitada en tiempo récord. En fin, se ha logrado un gran avance muy positivo para el país, que espero se reproduzca en todos los departamentos.

Por otro lado, la Corte Suprema de Justicia ordenó este año que los índices de las escrituras que autorizaron los notarios en su ejercicio en el pasado año y que tienen que ser reportadas a dicho tribunal, pueden ser enviadas vía internet, evitando así la aglomeración, sobresaturación y pérdida de tiempo, que ha constituido por muchos años el poder cumplir con dicha disposición.

Lo curioso es que dicha medida que tiende a modernizar el proceso y que debería ser ampliada aún más, hasta el punto que las notificaciones de los juicios se hagan por dicha vía, haya sido rechazada por un buen número de abogados, hasta el extremo de provocar una protesta pública que terminó en una marcha y luego en una componenda.

Me tocó presenciar la marcha y la verdad me impresionó. En ese instante me pregunté: ¿Será que mis colegas se oponen a la modernidad? ¿Será que no quieren entrar en el siglo XXI y no aprecian lo positivo de la disposición del Supremo Tribunal?

Reflexionando, investigando y cambiando impresiones con otros colegas, pude detectar el origen del conflicto. Lo que muchos no entienden, aunque esté a la vista, es que en Nicaragua se ha creado un verdadero proletariado abogadil. Existe un alto número de abogados que para poder subsistir cobran por autorizar una escritura la ridícula suma de cincuenta córdobas. Muchos de mis colegas escasamente tienen un teléfono de lo más barato, los famosos chicleros. Muchos desconocen y nunca han manejado un teléfono de última generación, que por sus costos no pueden comprar. Mucho menos pueden costear una oficina, tener una computadora, acceso a internet, impensable un escáner o a aparatos de tecnología de punta.

La masificación de las escuelas de Derecho, la autorización de Universidades de zaguán, la bienvenida a planes de estudios que no cumplen con los requisitos mínimos para poder producir un abogado con los conocimientos necesarios para ser un buen profesional, son los resultados de ese fenómeno y del populismo en que hemos vivido.

El viejo rector de la Universidad de León, el doctor Juan de Dios Vanegas, decía muchas veces cuando le toca presidir un tribunal para autorizar un nuevo profesional: “Fácil es aprobarlo, lo triste es que el ejercicio lo aplace”.

El proceso de modernización en que se ha enfocado el Poder Judicial desde hace varias décadas atrás es altamente elogioso, tiene que ser respaldo con entusiasmo y con humildad, pero antes de implementar cualquier medida, tenemos que preguntarnos si en verdad, el país, no los abogados, estarán preparados para ese cambio. Despachar y acceder en línea es una medida necesaria, pero ¿cuántos abogados podrán acceder a esos servicios y en cuánto incrementa el costo en los servicios?, sabiendo que la mayoría de los nicaragüenses no tienen recursos para pagar, pues viven con un dólar.

El proletariado abogadil existe y si alguien lo duda puede pasearse por los juzgados de Managua y lo verá, los detectará por su forma de vestir, por sus zapatos, por los vetustos y arrugados cartapacios que portan. No son los abogados de las grandes compañías, que ni siquiera se ven, son mis colegas, los abogados productos del zaguán, con clientes de miseria, quebradas sus ilusiones, ejerciendo una profesión que cada día se desvalora.

El autor es abogado.

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