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Claribel y Ariadna

Claribel Alegría escribió y dejó en su extensa obra poética hermosos poemas inspirados en personajes de la mitología griega y romana: Afrodita, Orfeo, Medea, Jano…

Claribel Alegría (Estelí, 12 de mayo de 1924-Managua, 25 de enero de 2018), Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 2017, escribió y dejó en su extensa obra poética hermosos poemas inspirados en personajes de la mitología griega y romana: Afrodita, Orfeo, Medea, Jano…

Ella tiene que haber sido gran conocedora de la mitología clásica, habida cuenta de que —según leí en los comentarios después de su muerte— era amiga personal e incluso traductora de poemas de Robert Graves, el gran poeta, novelista y mitólogo británico a quien cito a menudo en esta columna.

Uno de los poemas mitológicos de Claribel Alegría es Lamentación de Ariadna. Se refiere a la emblemática princesa cretense que da a Teseo el ovillo de hilo que le permite salir del Laberinto de Creta, después de matar al Minotauro, la mítica y monstruosa criatura mitad hombre y mitad toro que se alimenta con carne y sangre humana.

Ariadna (“la más pura”) es hija del rey de Creta, Minos, y su esposa Pasífae, quien por instigación de Poseidón fue poseída por un toro y concibió y parió al monstruoso Minotauro.

La bestia fue encerrada en un intrincado laberinto que fue construido por el genial arquitecto Dédalo. De ese lugar era imposible salir, hasta que Teseo lo pudo hacer gracias al hilo de Ariadna.

Por haber perdido un conflicto con Creta, Atenas quedó obligada a enviar cada cierto tiempo siete doncellas y siete varones adolescentes, todos con los mejores atributos físicos, para que fueran sacrificados al Minotauro y lo alimentaran.

Al pasar el tiempo los atenienses ya no querían pagar aquel tributo inhumano pero tampoco podían dejar de hacerlo, porque Creta era una potencia militar. Entonces Teseo, príncipe ateniense, se ofreció como voluntario para ir a Creta, entrar en el laberinto y matar al Minotauro.

Al llegar Teseo a Creta la princesa Ariadna se enamora de él a primera vista. Ariadna ofrece a al ateniense un ovillo de hilo para que lo vaya soltando a medida que avance dentro del laberinto, y así, después de vencer al Minotauro, pueda encontrar el camino de salida. Ariadna pone como condición a Teseo, y este la acepta, que se la lleve después de matar al Minotauro y se case con ella.

Cumplida su misión Teseo parte de regreso a Atenas, llevando consigo a Ariadna. Pero el amor de Ariadna a Teseo no era correspondido. La nave que los lleva hacia Atenas pasa por la isla de Naxos y se detiene temporalmente, para aprovisionarse. Allí, mientras Ariadna duerme dulcemente en una playa el ingrato Teseo la deja abandonada.

Al despertar y darse cuenta que ha sido abandonada, Ariadna clama tristemente y así lo dice Claribel Alegría en su poema:

“No te pierdas, Teseo vuelve a mí. La playa está desierta, tengo los pies sangrientos de correr en tu busca…”
“…amor eterno me juraste y yo te di el ovillo y volviste a la luz después de haber destruido al minotauro”, reprocha la adolorida mujer a Teseo en otra parte del poema Lamentaciones de Ariadna. Y termina implorando: “Vuelve, vuelve, Teseo no te pierdas en los laberintos de la muerte, anda suelto el ovillo de mi amor, atrápalo, Teseo vuelve a mí, soy tu tierra, tu luna, tu destino. Clava en mí tus raíces.”
Pero aunque la relación de Ariadna con Teseo termina desdichadamente, al final ella resulta ganando porque se casa con un dios.

Resulta que poco tiempo después de que Teseo se ha marchado, a la isla de Naxos llega Dionisio, hijo de Zeus y Sémele, quien anda por el mundo predicando su religión.

Dionisio encuentra a Ariadna vagando en la playa de Naxos, habla con ella, conoce su desconsuelo, le ofrece su amistad y después le declara su amor. Ariadna desconfía de Dionisio, pero este, en prueba de su compromiso matrimonial da a la muchacha una hermosa corona de oro hecha por Hefesto, el armero y joyero de los dioses del Olimpo.

Ariadna se casa con Dionisio y le da varios hijos, entre ellos Enopión, quien llegó a ser rey de Quíos y fue enseñado por su padre a cultivar la uva y elaborar el vino. Al morir, Ariadna es divinizada y la corona de oro es colocada en el firmamento, como una constelación. Corona Borealis llaman los astrónomos a esta agrupación celestial.

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