¿El mejor chocolate del mundo es el suizo o el alemán? ¿O es acaso el que se hace en Estados Unidos y termina en barras multisabor como las de Snickers o Hershey’s? Las preguntas dan para debate, y está claro que los europeos y norteamericanos poseen la técnica y el dinero, pero no el origen del cacao. Esa fruta y esas semillas que llaman “oro dulce”, materia prima de una de las comidas más gustadas por el humano, es nuestra. Se originó en Centroamérica y al sur de México.
Según el libro Cocoa, del autor G.A.R. Wood y R.A. Lass (Blackwell Science, Oxford), incluso antes de que la semilla del cacao fuera popular por su sabor, las civilizaciones precolombinas de Centroamérica y el sur de México bebían una sustancia fermentada y con alcohol a base de la pulpa de su fruto. Poco después las semillas fueron usadas como moneda y mucho más tarde, ante la llegada de las carabelas españolas y su control militar y religioso, se transformaron en una atracción para Europa, hasta ocupar hoy un lugar particular en nuestras vidas y en las cajas de los supermercados.
En la actualidad el cacao se cultiva principalmente en Centroamérica, Suramérica y África. De acuerdo con la Organización para la Alimentación y la Agricultura de Naciones Unidas, dos tercios del cacao del mundo se producen en África de Oeste. Sobre todo en Ghana y Costa de Marfil. Estos países, al igual que Nicaragua, gozan del clima tropical propicio para el cultivo y crecimiento del cacaotero o árbol de cacao.
En esta galería de imágenes nos concentramos en el cacao nicaragüense, que termina ya sea en nuestros tradicionales refrescos de cacao, o en presentaciones más universales que llamamos “barras de chocolate”, en coloridos envoltorios de marcas como Nestlé, Cadbury o Ritter Sport.
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