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La fotógrafa documentalista Susan Meiselas posa frente a una de sus famosas gráficas de la insurrección en Nicaragua que se exhiben en el museo Jeu de Paume, en París.  LA PRENSA/ AFP / ALAIN JOCARD

La fotógrafa documentalista Susan Meiselas posa frente a una de sus famosas gráficas de la insurrección en Nicaragua que se exhiben en el museo Jeu de Paume, en París.  LA PRENSA/ AFP / ALAIN JOCARD

Susan Meiselas, expone en París retrospectiva con imágenes de la guerra en Nicaragua e Irak

Hace dos años, la fotógrafa Susan Meiselas también retomó en Inglaterra la violencia doméstica, un drama que había empezado a retratar en Estados Unidos. En una sala escalofriante, entre fotografías de cuerpos machacados y brutales descripciones policiales, las imágenes de las habitaciones donde las víctimas creyeron que iban a ser felices transpiran sufrimiento

Esperar sin alterar la realidad y disparar. Durante casi cinco décadas, la fotógrafa estadounidense Susan Meiselas, ícono de Magnum, ha retratado desde los conflictos en América Central hasta el dolor de las mujeres maltratadas, historias que mantiene vivas regresando a ellas años después.

Meiselas, de 69 años, se pasea con una pequeña cámara colgada al hombro, mientras supervisa la retrospectiva que a partir de este martes 6 de febrero le dedica el museo Jeu de Paume, de París.

La sala está consagrada a la revolución sandinista, de la que fue un testimonio insigne, cuando las imágenes todavía no viajaban a la velocidad actual.

“Mi interés por mí misma no es como el que puede tener un artista contemporáneo. Quiero ser solo un puente con otros mundos, como los fotógrafos de antaño”, explica Meiselas, cuya exposición lleva por nombre Mediaciones.

“El hombre molotov”

Convertida en el símbolo de la revolución nicaragüense y una de las cien fotografías más influyentes de todos los tiempos, según la revista Time, El hombre molotov se ve aquí como en ningún otro lugar.

Junto a la instantánea en la que el joven nicaragüense Pablo “Bareta” Arauz se apresta enardecido a lanzar un cóctel molotov contra uno de los últimos reductos de la Guardia Nacional, un video muestra a este revolucionario 12 años más tarde.

Sonriente, con su hijo en brazos, Bareta aparece como un hombre normal y corriente, “sandinista para siempre”, pero alejado de toda militancia.

Más allá de inmortalizar, Meiselas ubica su imagen en el contexto de cada historia, revelando un interés mayor por el sujeto que por su representación.

“La primera vez que sostuve una cámara y me puse enfrente de alguien, me sentí incómoda. Estaba franqueando su espacio personal y necesitaba saber cómo se sentía”, admite.

Documentos, testimonios, fotos tomadas por terceros… Meiselas ejerce a la vez de documentalista, pese a que sus instantáneas se bastarían por sí solas. Los muertos de la revolución sandinista yacen ahí, hombres, niños.

Susan Meiselas documentó en un libro imágenes sobre la guerra insurreccional de Nicaragua. LA PRENSA/Oscar Navarrete/ARCHIVO

Meiselas: “Nunca movería un cuerpo”

“Delante de una masacre, nunca movería un cuerpo. Tampoco dirigiría a nadie ni le pediría que repitiera lo que acaba de hacer, si se me escapa (el momento), no hay nada que hacer”, afirma. “Lo que hago es esperar”.

Su cobertura en Nicaragua, publicada en los principales medios del mundo, fue la primera de una serie de trabajos en otros países latinoamericanos, como El Salvador y Chile.

En 1991, dio a conocer con su objetivo la masacre cometida en Irak por Saddam Hussein contra los kurdos, pueblo sobre el que acabó constituyendo un verdadero archivo de memoria colectiva.

Violencia doméstica

Hace dos años, retomó en Inglaterra la violencia doméstica, un drama que había empezado a retratar en Estados Unidos. En una sala escalofriante, entre fotografías de cuerpos machacados y brutales descripciones policiales, las imágenes de las habitaciones donde las víctimas creyeron que iban a ser felices transpiran sufrimiento.

“Cuando entro en sus espacios, percibo los retratos de su estado mental, la disrupción de sus vidas y cómo estas mujeres tienen que arrancarse de sus raíces y volver a ser”, reflexiona.

 

Exposición de fotografía de Susan Meiselas, titulada Meditaciones. LA PRENSA/AFP/ALAIN JOCARD

“Prohibido a menores”

La fotógrafa Susan Meiselas también ha abordado igualmente la industria del sexo desde dos vertientes: siguiendo en los años 1970 a mujeres estadounidenses empleadas en una feria itinerante de “striptease”, y retratando en 1995 un club sadomasoquista de Nueva York.

La sala dedicada a esta temática ha sido prohibida a los menores de 18 años. “¿Por qué no podemos mirar estas fotografías como las pinturas?”, lamenta Meiselas, señalando unas fotos de mujeres desnudas.

“¡Imagínese que el museo de Orsay (de París) fijara la mayoría de edad para admirar Olympia de Manet!”, agrega, en alusión a un célebre desnudo del artista francés.

Su silueta etérea

En esta exposición fotográfica, previamente exhibida en la Fundación Tápies de Barcelona, solo destaca una instantánea de Meiselas. Sobre una silla, está sentada ella, joven, de silueta etérea. “Estoy presente, pero invisible”, apunta.

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