14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.
/ Norman Caldera

¡Países sumidero!

¿Cuándo dejó de ser?: “Denme sus agotados, sus pobres, sus masas acurrucadas anhelando ser libres”, como dice el poema inscrito a los pies de la estatua de la libertad, para convertirse en: ¿“Por qué vienen de esos países sumidero”?

Estados Unidos (EE. UU.) es una nación de inmigrantes que dejaron sus países, para buscar algo mejor. Pero parecen olvidar que los Luteranos escandinavos, Calvinistas suizos, Cuáqueros holandeses, Aamish alemanes, Hugonotes franceses, y Jacobitas escoceses e ingleses no dejaron sus países porque estaban en un lecho de rosas; eran perseguidos por sus creencias en países subdesarrollados y en manos de dictadores fanáticos políticos o religiosos.

La Irlanda de la hambruna de las papas, y la inhóspita Italia de la primera mitad del siglo XIX, los sabios judíos perseguidos en las áreas dominadas por el monstruo genocida, así como los países de Europa Oriental durante la era comunista expulsaron a sus mejores hijos de ambientes que olían mal.

En 1940 y algo, una joven soñadora de 16 años trabajó de mesera en Nueva York y es digna de encomio por su determinación porque llegó a EE. UU. huyendo de lo que consideraba un sumidero, y salió adelante trabajando duro hasta que conoció su esposo, hijo de otro soñador/triunfador, de 18 años que tuvo el ingenio de vender productos para los mineros post la “fiebre del oro”, los 49’rs de San Francisco. (Los padres del actual mandatario).

Los soñadores, antes del siglo XXI no pasaron por ninguna universidad ni recibieron entrenamiento que les diera calificaciones especiales. Simplemente llegaron a EE. UU. como típicos DACA, cargados de ilusiones y buenas intenciones, sin pedir visa ni permiso, siguiendo el sueño americano inicialmente desplazando a las olas anteriores, ofreciendo mano de obra más barata, desesperados para no volver al “cuchitril” de origen. El estadounidense promedio no tiene que escarbar mucho para encontrar sus soñadores en su árbol genealógico.

Cuando un país se abre al libre comercio gana consumidores en el exterior y consigue aumentos en sus ingresos a costa de sacrificar sus políticas macroeconómicas.

La política monetaria de los “socios comerciales por Tratados” está influenciada por las exigencias del Fondo Monetario, siguiendo consignas del Departamento del Tesoro. La política fiscal reacciona a las medidas del socio cuando, una reducción de impuestos allá lleva a una reducción de la inversión extranjera y la fuga de capitales en sus socios comerciales. La política cambiaria es una devaluación constante en la que todo está dolarizado excepto el salario.

Hay que estar claro que la pérdida del poder de compra fomenta la emigración y si los aumentos en la productividad (si es que los hay) son menores que los aumentos en la productividad del socio comercial por Tratado, presionarán sobre el empleo dejando la migración como la única salida y se seguirá haciendo con o sin barreras físicas.

El mayor muro de la iniquidad en el mundo está en las vecindades del Usumacinta, entre las fronteras de Guatemala y México, pero eso no ha detenido el flujo de soñadores que usa México como paso libre hacia la tierra prometida.

Una política migratoria justa en un país desarrollado se basaría en dar preferencia a los ciudadanos de aquellos países con los que tiene TLC. Así funciona la Unión Europea donde están claros (con la excepción de la pérfida Albión, y por eso el Brexit), que el libre comercio está inexorablemente ligado a la libre circulación de mano de obra. No puede ser duradera una política del uno sin la otra.

No valen ni las políticas que atentan contra la fibra misma del Estado de derecho, como lo hace la actual Lotería migratoria de EE. UU., por un lado, ni las políticas que fomenten la fuga de cerebros de los países pobres, como resultado de una política migratoria basada en atraer gente con méritos, por el otro. Esta última estaría fomentando la salida de aquellos en quienes el país pobre emisor ha invertido sus exiguos recursos, precisamente quienes más podrían contribuir a que dejen de ser “sumidero”.

El autor fue Canciller de Nicaragua.

×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí