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muerte de Rubén Darío , Rubén darío

LA PRENSA/ARCHIVO

Muerte de Rubén Darío en 1916 hizo eco en Honduras con un cuento y dos crónicas

El primero es una especie de cuento anecdótico que preludia la muerte del poeta con humor, salió impreso un sábado 12 de febrero de 1916

Conozca  un cuento y dos crónicas publicadas en el libro Último año de Rubén Darío II Parte, Honduras y Panamá, del investigador dariano Francisco Javier Bautista Lara.

Este libro de la Editorial La Salle Siglo XXI, rememora con estas recopilaciones, el 102 aniversario de la muerte de Darío, un 6 de febrero de 1916.

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Dichos escritos breves aparecieron publicados en el periódico Nuevo Tiempo, de Tegucigalpa (Honduras).

El primero es una especie de cuento anecdótico que preludia la muerte del poeta con humor, salió impreso un sábado 12 de febrero.

El segundo se refiere a una nota del periodista nicaragüense Gabry Rivas (1890-1969) sobre los funerales de Darío, escrito un 13 de febrero en León, pero dado a conocer por este medio hondureño el martes 15  de febrero de 1916.

Y el tercero es del periodista hondureño Froylán Turcios (1874 – 1943), publicado el sábado 4 de marzo del mismo año, rememora y perfila brevemente a Darío cuando lo conoció durante su estadía en Río de Janeiro.


(Tegucigalpa, Honduras, Nuevo Tiempo. Sábado 12 de febrero de 1916).

 

El último cuento de Rubén Darío

Después de sufrir una operación quirúrgica

Cuando lo iban a operar, él no lo advirtió; y pasada la operación se enfureció hasta el grado de incorporarse en su lecho en actitud agresiva contra el Dr. Debayle.

Después hizo llamar a su viejo amigo, don Abraham Tellería, a quien le refirió la siguiente historieta:

“Cuentan de un caballero vienés que en su lecho de enfermo hizo llamar a un célebre cirujano, quien por ser cirujano, aconsejó la operación. El paciente se negó diciendo que padecía de tales y cuales enfermedades y que la cuchilla era peligrosa para su existencia; pero el cirujano, metido en sus trece, lo anestesió y practicó la temida operación.

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Por supuesto, sobrevino la gravedad, y comprendiendo el caballero vienés que se acercaba su última hora, tomó una pistola, la escondió bajo las sábanas y envió a llamar al cirujano operador.

Cuando el cirujano se inclinaba para oír los golpes del corazón del enfermo, sonó un disparo, y encontraron dos cadáveres”.

Y acercándose el poeta al oído de su viejo amigo Abraham, le dijo:

-Consígueme un revólver… y me vas a llamar a Luis”.


Los funerales de Rubén Darío

Por Gabry Rivas

(Tegucigalpa, Honduras, Nuevo Tiempo. Martes 15 de febrero de 1916, año V)

León, 13. – León enero, gentes de todas clases y condiciones, llenas las cinco naves catedral, sencilla en atavíos luctuosos; centro de nave mayor alberga el cuerpo amortajado en blanco de Darío, en cuya frente se enrolla corona de simbólicos laureles. Cuatro columnas sostienen banderas de cada una de la Repúblicas de Centro América. La quinta truncada en el centro, deja caer sobre el cuerpo del Poeta la bandera nacional de duelo. Pabellón Iglesia enlutado. El Príncipe y noble recibe uno de los más raros rituales de Iglesia. Pereira y Castellón, altamente revestido con mitra blanca, oficia en unión de Salinero y Rizo. Luis Cuadra tomó fotografías desde el púlpito, del maestro de ceremonias, padre Mariano Dubón. Coronas inmensas y artísticas lucen en contornos del catafalco. Comisiones en presbiterio. Misa terminóse a las once, continuando solemnes y graves responsos. Orquesta numerosa y selecta, dirigida alternativamente por profesores Ulloa, Sarria y Quintero. Pereira y Castellón recita, conmovido, el último responso; al final, la marcha fúnebre de Chopín, Número 2, inunda naves y es ejecutada por Banda Supremos Poderes, dirigida por Luis A. Delgadillo. A las cuatro de la tarde saldrá el cadáver de catedral a Universidad. Al salir del templo tomará palabra presbítero Azarías Pallais; y al llegar a Universidad, Simón Pereira y Castellón. Por la noche, velada fúnebre como las pasadas noches, Las noches de Darío. Mañana a las 4 de la tarde saldrá entierro, tomando procesión hacia el Norte, hasta esquina Dr. Francisco Montalván, doblará Occidente hasta esquina Ministro Albeu. Seguirá rombo Sur hasta esquina doña Coronada Marín; continuará Oriente, recorriendo el trayecto de la procesión del Viernes Santo y pasando por casa donde se desarrollaron primero años del Poeta.  Al anochecer regresará a catedral. En el ángulo del atrio, frente al Seminario, tomará la palabra Santiago Argüello. Se asegura también Manuel Maldonado. –


Rubén Darío

Por Froylán Turcios

(Tegucigalpa, Honduras, Nuevo Tiempo. Sábado 4 de marzo de 1916)

Vengo del hotel de Vista Alegre, de visitar a Rubén Darío.

Hoy domingo –después del café y del baño y aprovechando la mañana azul y el cálido ambiente-, tomé el tranvía eléctrico y ascendí a la verde y fresca montaña, en cuya falda se encuentra el hotel como una sencilla morada rústica.

Encontré a Rubén en su cuarto. Nos abrazamos. Es un taciturno, atormentado y triste, dolorido de la vida. Tiene la cabeza gris, amplia la frente, los ojos serenos y hondos, las manos de marqués.

Cambiamos ideas y emociones. Su frase, profunda y rítmica como un verso, está llena de melancolía. Tiene, en verdad, mucho de niño y de mujer este inmenso artista, este grande hombre, refinado y elegante, cuya harmoniosa palabra ha llevado por todos los climas de los vientos de la Fama.

Durante dos horas hablamos de Arte y de Belleza, y de muchas cosas sutiles que uno lleva ocultas en el espíritu como partículas de oro.

Así conocí, en este domingo de julio, en la extraña ciudad de Río de Janeiro, al encantador poeta de las rimas imperiales, al mayor artífice, hoy día, del verso castellano.


*Colaboración del escritor Francisco Bautista Lara, autor del libro Último año de Rubén Darío II Parte, Honduras y Panamá.


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