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La superioridad del capitalismo

A pesar de las incertidumbres creadas por la amenaza de la Nica Act y las sanciones de la Ley Magnitsky, las inversiones económicas millonarias no se detienen en Nicaragua.

Este lunes se dio a conocer el proyecto para la construcción de otro gran centro comercial en Managua, con una inversión de más de 30 millones de dólares. El nuevo sitio de compras y entretenimiento tendrá 32,000 metros cuadrados de construcción, albergará a 90 módulos comerciales incluyendo firmas de gran prestigio internacional, contará con varias salas de cine e inclusive tendrá un nuevo hotel. Con esta inversión se crearán de 1,500 a 2,000 nuevos puestos de trabajos directos e indirectos.

El delegado presidencial para las inversiones, general retirado Álvaro Baltodano, declaró en la presentación del proyecto que este año el país captará más de 1,500 millones de dólares en inversión extranjera directa, según él gracias al buen clima de negocios, la estabilidad laboral y la seguridad. Y aseguró que por eso “se dice que Nicaragua es de las tres economías de América Latina que más crecen”.

Pero el modelo de crecimiento económico de Nicaragua no solo es considerado y elogiado como exitoso. También se le critica porque no es equitativo, porque se basa en una fuerza laboral mal pagada y sometida a la burocracia sindicalista del Gobierno. Los críticos del actual modelo económico del país señalan que no es sostenible a largo plazo, porque no se sustenta en una institucionalidad democrática sana y robusta.

Pero el país progresa económicamente a pesar de todo y peor sería que, además de tener que soportar un régimen autoritario y corrupto como es el orteguismo, no hubiera el crecimiento económico de 4 a 5 por ciento que declaran las estadísticas y los informes oficiales y empresariales.

Sin duda que la buena economía que en general hay en Nicaragua se debe al potencial del sistema capitalista que se reconstruyó después del fracaso de la revolución sandinista y a partir de la reforma constitucional democrática de 1995.

La Constitución sandinista de 1987, en su artículo 99 instituyó el sistema de economía centralmente planificada y determinó que los mecanismos financieros y de comercio exterior serían estatales “de manera irrenunciable”. Esa aberración estatista, más que la guerra, fue la causa de la quiebra de la economía nacional que con mucha dificultad comenzó a ser reconstruida por el gobierno de doña Violeta Barrios de Chamorro y la UNO, que en la reforma constitucional de 1995 eliminó el concepto de la economía estatista y consagró el rol protagónico de la iniciativa privada.

En la actualidad, Daniel Ortega está más interesado en sus negocios particulares y su permanencia en el poder, que en su ideología socialista, y por eso no solo ha mantenido al país en el camino del capitalismo sino que ha promovido su modalidad más ordinaria, que es el llamado “capitalismo salvaje”.

Sin embargo, lo más importante es que Nicaragua sigue abrazada al único sistema económico que garantiza la creación de riqueza y prosperidad, que es la libre empresa capitalista. Las deformaciones e inequidades de una superestructura política autoritaria y corrupta del sistema capitalista, que es el orteguismo, podrán y tendrán que ser corregidas cuando llegue la restauración democrática, que con toda seguridad llegará más temprano que tarde.

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