14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.

Romper con la marginación

La marginación es una realidad de ayer y de hoy, y no con muchas esperanzas de que desaparezca en el mañana. Hoy, como ayer, el mundo está lleno de leprosos, de marginados sociales y religiosamente hablando. El mundo actual es como una gran fábrica que no deja de producir marginación. El marginado vive en un mundo en el que todas las puertas se le cierran.

Jesús cura un leproso e integrándolo a la convivencia social y religiosa. El leproso, en el tiempo de Jesús, era un marginado de la sociedad y de la religión. Un marginado es aquel que, como la misma palabra lo dice, está al margen. Está excluido, al margen de los beneficios de la sociedad, al margen de la cultura, del trabajo, de la salud, al margen de la educación, del alimento necesario para subsistir, al margen de una vivienda digna, del calor del hogar, de la convivencia social.

Jesús, hace una fina, pero dura protesta contra todo cuanto lleva a la marginación de cualquier ser humano. Jesús, al curar al leproso se acerca a quien, la sociedad y la misma religión, habían marginado como leproso: “Es impuro y vivirá aislado” (Lev. 13, 46).

Toca con sus propias manos (Mt. 8, 3) a quien la sociedad prohibía tocar so pena de caer en el mismo mal de impureza, y Jesús le dice: “Queda limpio” (Mc. 1, 41-42). Muchas de las leyes que marginan son leyes inhumanas, no están hechas para el hombre sino el hombre para ellas (Mc. 2, 27).

Invita al leproso a acercarse a la ciudad (Mc. 1, 44), cosa que tenía prohibido, como se le hizo a María, la hermana de Aarón que durante su lepra fue excluida del campamento (Num. 12, 15). Le provoca acercamiento a Dios (Lc. 5, 14) a pesar de que era un maldito de Dios, según los religiosos de su tiempo.

Jesús no margina, atrae; no expulsa, acerca; no condena a la marginación, salva y da la mano. Jesús con sus palabras y hechos nos está diciendo que el Padre Dios no quiere que uno de sus hijos sea marginado por nada ni por nadie. En Jesús, Dios se acerca a aquellos que la sociedad margina, purifica a aquellos que la religión tilda de impuros, y da vida a aquellos que la sociedad los abandona a la muerte.

La actuación de Jesús contra toda clase de marginación es lógica: Jesús es consciente de que el Padre Dios ama a todos sus hijos y, precisamente por eso, no puede querer la marginación para ninguno de ellos. El Padre quiere que todo sus hijos tengan vida y “vida abundante” (Jn. 10, 10).

Jesús es consciente de que el Padre Dios quiere que todos sus hijos sean respetados y gocen de las riquezas que Él ha puesto en este mundo para todos. Jesús, con la curación al leproso, está inaugurando con sus palabras y con sus hechos una nueva sociedad en la que los valores de solidaridad y fraternidad estén siempre presentes.

Lo más importante, pues, no fue el hecho milagroso de la curación de la lepra, sino el hecho de que ese leproso saliera de la marginación en que la sociedad y la religión le tenían amarrado. El leproso ya no tendrá que ir gritando: “¡Impuro, impuro!” (Lev. 13, 45); desde ahora será un ciudadano más, y los sacerdotes y rabinos lo acogerán en su templo y en sus sinagogas.

Lo que, en verdad, debe ser incomprensible y vergonzoso para todos, es que Jesús, el gran luchador contra toda marginación humana y religiosa, termine su vida como el peor de los marginados, expulsado de la ciudad santa (Jn. 19, 17), crucificado como un malhechor entre malhechores (Lc. 23, 39). Un gran reto actual que se nos presenta: romper contra toda marginación humana, social o religiosa.

El autor es sacerdote.

Opinión convivencia social Jesús marginación archivo
×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí